América Latina enfrenta retos en eficiencia energética, transporte y generación de energía para transitar hacia una economía baja en carbono y así acelerar esa ruta, indispensable para recortar sus emisiones contaminantes y alejarse de un crítico calentamiento planetario.
La región se adentró positivamente en la producción de energía renovable, especialmente eólica y solar, en el último quinquenio, pero aún no ha podido desprenderse significativamente de los combustibles fósiles y limpiar su canasta energética.
Además, algunos países, como Brasil y México, han avanzado en asuntos como la generación renovable, mientras otros, como República Dominica, presentan rezagos importantes.
“Faltan incentivos para la inversión. Además, los combustibles fósiles tienen influencia para estancar las políticas y las regulaciones. Es necesario interrumpir esa injerencia”, dijo a IPS la directora de la no gubernamental Sostenibilidad 3 Rs, Ginny Heinsen, con base justamente en esa nación insular caribeña.
La especialista fue una de las participantes en el Diálogo de Berlín para la Transición Energética, escenificado el martes 17 y miércoles 18 en la capital alemana y organizado por el gobierno germano.
Al encuentro, cuyo lema fue “Hacia una transición energética global”, asistieron unas 2.000 personas de 95 países, entre funcionarios, representantes de organismos internacionales, académicos, empresarios y delegados de la sociedad civil.
Los debates se centraron en temas como el despegue de la inversión pública en energías alternativas, la atracción de recursos privados, mercados energéticos, la movilidad urbana del futuro e innovaciones tecnológicas.
La transición energética consiste en la sustitución progresiva de combustibles fósiles en actividades económicas por variantes más amigables con el ambiente, hasta llegar a un modelo que prescinda de los carburantes contaminantes a favor de alternativas sostenibles.
Esa transformación ha cobrado prioridad ante la urgencia de recortar emanaciones de gases de efecto invernadero (GEI), responsables del aumento de la temperatura en el planeta, a fin de mitigar el cambio climático.
Lo que queda por hacer lo plasman países como República Dominicana, donde a combustión de carburantes fósiles domina la matriz energética, con 76 por ciento, seguida por el carbón (12 por ciento), hidroenergía (nueve por ciento), eoloenergía (1,5 por ciento), bioenergía (uno por ciento) y solar fotovoltaica (0,1 por ciento).
Son cifras del estudio de 2016 “Perspectivas de energía renovable: República Dominicana”, de la Agencia Internacional de Energías Renovables (Irena, en inglés), que integran 30 países, donde se destaca que una ley especial de ese país establece que para 2025 la generación renovable debe ascender a 25 por ciento del total.
Las dos mayores economías de la región, Brasil y México se situaron a la cabeza en 2017 en atracción de inversiones en energía renovable, con unos 6.000 millones de dólares captados por cada uno, lo que representa un incremento de ocho y 810 por ciento, respectivamente, en comparación con 2016, según datos de Irena y la Agencia Internacional de Energía (AIE).
En el caso mexicano, ha sido determinante la liberalización del mercado eléctrico de 2014, que abre al capital privado la generación, distribución y venta de los electrones.
En total, el subcontinente presenta un índice de al menos 27 por ciento de penetración de alternativas energéticas, por encima del promedio mundial.
Pero en la región, solo Argentina, Brasil y Uruguay cuentan con políticas de calefacción y acondicionamiento térmico, según el reporte “Políticas para energía renovable hacia una época de transición”, lanzado durante el Diálogo.
El estudio fue elaborado de manera conjunta por Irena, la AIE y la no gubernamental Red de Políticas de Energía Renovable para el Siglo XXI (Ren21).
En materia de transporte, la mayoría de naciones latinoamericanas y caribeñas aplica medidas de uso de biocombustibles, pero en contraste solo Chile adoptó metas de movilidad eléctrica y renovable, reflejo de cómo predomina un tipo de movilidad contaminante e ineficiente, dependiente de carburantes fósiles.
El transporte aporta en América Latina 30 por ciento de las emisiones de GEI, según los datos del estudio.
Adicionalmente, la región es ejemplar en el desacoplamiento entre su economía y el consumo de energía, la conocida como intensidad energética, pero su tasa de mejora es de las más bajas en el planeta, con un promedio anual de 0,5 por ciento entre 1990 y 2010.
El informe “Indicadores regulatorios de energía sostenible”, del Banco Mundial, ilustra la situación en la región, que recibió una calificación promedio de 60, en una escala de 0 a 100. Los mejor evaluados fueron México (79), Brasil y Colombia (51); y Chile (50), mientras que entre los más bajos aparecen Perú (31) y Guatemala (22).
Para su ranking, la institución financiera multilateral evaluó 12 indicadores, como planeación, instituciones, incentivos financieros y códigos de construcción.
Cristina Wollmann, directora de Gestión de Inversiones y Recolección de Recursos de la Secretaría (ministerio) Municipal de Planeación, Finanzas y Ordenamiento de la ciudad de Curitiba, en el sur de Brasil, consideró que las prioridades deben ser las del presupuesto, coherencia entre las políticas federales y locales, y capacidades municipales.
“Es importante tener buenos proyectos, viables. Hay recursos, pero a veces los proyectos no son buenos”, declaró a IPS la funcionaria municipal.
Curitiba ha destacado en América Latina por su carácter innovador, especialmente en un servicio de transporte público integrado. Como otras de la región, la urbe experimenta con la introducción de autobuses eléctricos, para comprobar su utilidad en la mejora de ese servicio.
Para el keniata Adnan Amin, director general de Irena, el cambio debe estar en el centro de cualquier estrategia energética.
“El reto real es cómo descarbonizar el transporte, la industria, la calefacción y cómo desplegar la energía renovable en esas áreas”, dijo a IPS, al subrayar los bajos costos de generación renovable registrados en 2017 en naciones como Chile, México y Perú.
Para 2050, la transición energética puede equivaler a un aumento de más de dos por ciento del producto interno bruto regional, según el reporte “Transformación energética global: un mapa de ruta para 2050”, difundido durante el Diálogo.
“Esperamos medidas energéticas que abran el mercado”, para que lleguen nuevas inversiones, sostuvo Heinsen.
“Necesitamos también al sector privado, que vea que hay oportunidades de trabajar en esa agenda. Tenemos que ver nuevos negocios y aprovechar las oportunidades para cambiar a un nuevo modelo”, planteó Wollmann.
En eficiencia energética, México es de las pocas naciones latinoamericanas en adoptar una meta de reducir durante el período 2016–2030 la intensidad energética en 1,9 por ciento y 3,7 por ciento para 2050.
En su participación en Berlín, el director de la AIE, Fatim Birol, alertó que la eficiencia energética retrocedió en el mundo en 2017, pues 68 por ciento del consumo energético está desvestido de cualquier norma de eficiencia del sector.
Edición: Estrella Gutiérrez