Una vez a la semana el administrador del proyecto digital de arte y crítica culinaria CubaPaladar actualiza el sitio web y la aplicación móvil en un parque con conexión inalámbrica de la capital, con los nuevos contenidos recopilados previamente en forma desconectada.
El ajuste entre las versiones informáticas fuera de línea y en línea es habitual para numerosas iniciativas privadas como este directorio de restaurantes locales.
También existe el Paquete Semanal, un sistema de distribución nacional de contenidos audiovisuales digitales, y redes barriales que conectan computadoras para jugar videojuegos en grupo.[pullquote]3[/pullquote]
Son alternativas ideadas por ciudadanos, emprendedores y desarrolladores para compartir información digital en un país donde el acceso Internet se limita a centros laborales y educativos, usa lentas conexiones por línea telefónica.
El acceso hogareño se restringe a algunos profesionales, como médicos y periodistas, mientras se privilegia el acceso público en más de 900 espacios como parques, hoteles, aeropuertos y salas de navegación.
Para cumplir metas internacionales, las autoridades trazaron un plan para ampliar el acceso a Internet antes de 2020, en un país que ocupa puesto 135 en la clasificación mundial de la Unión Internacional de Telecomunicaciones.
Las fuentes gubernamentales aducen como causa del déficit de conectividad las limitaciones económicas, mientras otros observadores suman también el temor político a perder el control de la comunicación.
Esa realidad atípica pudiera cambiar cuando se amplíe el servicio de conexión doméstica que la estatal y única Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (Etecsa) promueve desde septiembre en sectores urbanos de seis provincias y aseguró que extenderá al resto del país, pero sin precisar fechas.
“El acceso supone un problema cuando te encuentras haciendo una solución para Internet en un Internet simulado. Tienes que irte a la ‘wifi’ (red inalámbrica, instalada en algunas calles y parques), probar, venir, ajustar…”, explicó a IPS el informático Reiner Mangly, que administra la web y la aplicación de Cubapaladar.
“Esta manera de trabajar es más difícil… pero el informático cubano fue formado como ingeniero para transitar por todas las fases de desarrollo de ‘software’ (programación), unas veces más sencillas, otras más complejas”, abundó.
“Técnicamente el proyecto (del directorio) está preparado (para la masificación de Internet residencial)… solo tendríamos que dejar de utilizar la versión ‘offline (fuera de línea)’ y hacer la gestión en Internet directo”, apuntó.
“Estoy seguro que la más barata (oferta de Etecsa), implicaría un salto descomunal, con cientos de mejoras para los desarrolladores independientes. Si eso se pudiera extender a otros usuarios que no tienen mucha conectividad, sería un salto tecnológico importante”, valoró Mangly.
Luego de un experimento en residencias del municipio capitalino La Habana Vieja, Etecsa lanzó el 29 de septiembre la oferta Nauta Hogar de 30 horas mensuales de Internet por tarifas vinculadas a las velocidades contratadas por cada cliente.
Entonces la compañía informó que por ahora se beneficiarán solo algunos hogares en La Habana, Pinar del Río, Las Tunas, Holguín, Granma y Guantánamo, que cuenten con las condiciones para la tecnología elegida, la de línea de suscripción digital (ADSL, en inglés).
Ofrece una opción mínima prepago de 15 CUC (moneda local convertible con el dólar) por una velocidad de 1024/256 kilobit por segundo (Kbps) y la más rápida cuesta 70 CUC por 4096/512 Kbps.
Una jubilada del barrio capitalino de Vedado dijo a IPS que recibió tres llamadas de la oficina comercial de Etecsa para ofertarle Nauta Hogar. “La verdad… es caro el servicio y la opción más barata no alcanza para cubrir mis necesidades de Internet. No vale la pena”, estimó.
Pero un vecino suyo que tiene un negocio privado, sí contrató la oferta más económica y ya dispone de Internet. “A nosotros nos conviene… no es ni tan rápida ni tan lenta la conexión”, sopesó el emprendedor.
En foros digitales, muchas personas califican de costosas las tarifas de Nauta Hogar para la población cubana de 11,2 millones de habitantes, donde el mayor empleador es el Estado que paga un salario promedio mensual equivalente a 29 dólares.
Y existen segmentos más solventes como el pequeño sector privado y cooperativo, familias que reciben remesas del exterior y trabajadores de empresas con capital extranjero, entre otros. “En cuanto Nauta Hogar llegue a mi municipio, voy a contratar la opción más barata”, dijo una contadora de Cerro, otro municipio de los que conforman La Habana.
Otros especialistas señalan que la tecnología ADSL restringe el servicio además a quienes disponen de una línea telefónica fija, que en 2016 llegaba solo a 1.019.160 hogares, alrededor de 26 por ciento del total ellos según estadísticas del año prevío y que supone una baja densidad de 11,8 líneas fijas por 100 habitantes.
Para el investigador cubano Julio César Camps, residenciado en Chile, falta mucho tiempo para que la sociedad cubana viva un giro tecnológico mayor.
“Necesitamos el acceso (a las nuevas tecnologías) para adecuarnos a su existencia e incorporarlas en nuestros procesos mentales y prácticos. La tecnología surge para apoyar procesos existentes, luego los mejora y después crea procesos que no existirían sin la tecnología”, explicó a IPS vía correo electrónico.
A su juicio, “una posibilidad que ha comenzado con gran fuerza es la amalgama de negocios ‘online+offline’ (conectado+desconectado)’, que es posible verla en todas las iniciativas locales que han florecido en Cuba”.
“Son a imagen y semejanza de grandes emprendimientos supranacionales, pero adecuados al ambiente desconectado de la isla”, detalló.
Definidos también como “canales alternativos” o “soluciones emergentes” para compartir información digital, hoy existen grandes ejemplos de estas alternativas que demuestran la gran inventiva local.[related_articles]
La más conocida es el Paquete Semanal, un compendio digital de un terabit con audiovisuales pirateados de televisoras extranjeras, aplicaciones para móviles, programas informáticos, música, publicidad local y revistas independientes.
Emprendedores privados de La Habana elaboran el compendio matriz una vez a la semana.
En discos duros portátiles, distribuidos por la red de ómnibus nacionales y con comercializadores intermedios en provincias y municipios, se estima que el Paquete Semanal llega a más de nueve millones de usuarios.
El precio para el cliente final es de hasta dos dólares por todo el compendio, pero los intermediarios dan ofertas desagregadas más económicas.
Además, en la capital funciona SNET (Street NET, red callejera), que consiste en más de 20.000 usuarios con computadoras interconectadas en su mayoría por estaciones nano, repetidores inalámbricos y cables de red. La idea surgió en 2005 cuando jóvenes habaneros conectaron sus computadoras para jugar videojuegos en red.
Con homólogas en otras ciudades del interior, SNET es hoy una gran comunidad sin fines de lucro liderada por jóvenes y cuenta con portales informativos, blogs, foros, redes sociales, webs de clasificados y otros para grupos de estudio y desarrollo científico.
“El Paquete Semanal es la imagen de Netflix (proveedora estadounidense de contenidos audiovisuales por suscripción), y la SNET, de la misma Internet”, comparó Camps sobre las iniciativas locales que operan en zonas no reguladas por la ley y suelen tomar medidas como no permitir la distribución o discusión de temas políticos, drogas o pornografía.
A las limitaciones internas de acceso, se le suman otras externas. “Hace tres semanas abrimos la primera tienda ‘on line’ que vende un producto de diseño cubano”, dijo la emprendedora Idania del Río, que junto a la española Leire Fernández inauguró en 2015 la tienda de ropa “Clandestina 99% diseño cubano”.
El negocio registrado además como compañía en Estados Unidos vende por Internet en su sitio web ropa diseñada en La Habana, cosida en Nicaragua y terminada en Estados Unidos. “Pueden comprar personas de todo el mundo menos de Cuba”, debido al embargo estadounidense vigente desde 1962, explicó Del Río.
Editado por Estrella Gutiérrez