Lydia Katengeza, de la Asociación de Vacunación de la Comunidad de Nathenje, en Malawi, se levanta a las cinco de la mañana y apronta su botiquín con las dosis de vacunas que llevará en su ronda de visitas a granjeros de la zona.
Todos reciben una notificación el día antes para que no liberen a los pollos esa mañana.
El primer agricultor que visitó cuando IPS la acompañó en sus rondas fue Maxwell Panganani, quien tiene 30 pollos.
La inmunización de toda la bandada, para protegerla de la mortal enfermedad de Newcastle, cuesta cuatro centavos por pollo. Eso significa que Katengeza recolectó 1,24 dólares de esta visita.[pullquote]3[/pullquote]
Las siguientes visitas fueron a Makalani Kumapeni, a quien le vacunó sus 51 pollos, luego Chipiliro Kanamwali, 11 pollos vacunados, Peter Lumbwe, 2, Zeze Lumbwe, 14, Frank Thamisoni, 12, y Samuel Asipolo, uno solo.
Ochenta por ciento de los granjeros locales crían aves, la mayor contribución a la seguridad alimentaria y nutricional de los hogares de Malawi. También usan pollos en bodas, funerales y otros rituales, y los venden o los dan como regalos.
Y también los canjean por otros productos.
Pero a pesar de la importancia que tienen las aves en la alimentación de los hogares rurales, hay una gran limitación a su expansión y a una mayor productividad, por los golpes frecuentes que sufren hasta 90 por ciento de las bandadas, según el Departamento de Sanidad Animal y Desarrollo del Ganado.
El impacto obedece a la enfermedad de Newcastle, que golpea en los meses de mayor calor y sequedad, de agosto a noviembre.
El virus responsable causa principalmente una grave enfermedad respiratoria y es una de las más graves que afectan a las aves. Y además, se transmite a los humanos.
“Primero nos capacitamos como facilitadores de campo para granjeros en 2014, en el marco del Programa Malawi Care”, explicó.
“Después Care nos vinculó con Inter Aide, una organización francesa que nos capacitó sobre cómo ser vacunadores comunitarios”, apuntó Katengeza, quien es jefa de su aldea de Chizinga, una autoridad tradicional de Kalumbu, un distrito de Lilongwe.
El conocimiento y el procedimiento adquirido en la vacunación fue muy beneficioso para ella como granjera. Gracias a la capacitación, sus pollos no contrajeron más la enfermedad, y tuvo como efecto secundario que pudo ayudar a sus pares a combatir la enfermedad.
“Ahora tengo 10 cabras, coseché 70 sacos de maíz de 50 kilogramos este año, fabriqué ladrillos y construí una buena casa. También le puedo pagar la escuela a mis hijos. Como familia, accedemos a proteínas gracias a los pollos”, destacó.
Eveless Makalani, con una bandada de 51 aves, también trabajó un tiempo como vacunadora comunitaria. Se enteró de esa posibilidad en las reuniones de extensión realizadas en su aldea.
“Es una ayuda para mi familia, en especial en los funerales y las bodas, pero también si hay problemas. Los vendemos porque hay mucha demanda en el mercado, a diferencia de los híbridos”, indicó.
Con el dinero que gana de la venta de un pollo paga la inmunización contra la enfermedad de Newcastle de 50, lo que convierte a la cría de aves en un negocio rentable.
El vacunador comunitario Yolomosi Tifere, quien trabaja con granjeros de Nathenje, dijo que el proyecto debería ampliarse para incluir otro apoyo sanitario.
“También necesitamos fármacos contra las bacterias, la tos y los parásitos intestinales”, detalló durante la ronda de visita de IPS.
Graça Archer, oficial de programa para el Programa de Control de la Enfermedad de Newcastle de Inter Aide, señaló que cada campaña es sistemática y dura cuatro meses.
“En el primer mes, los vacunadores comunitarios van de casa en casa para registrar las aves, saber cuántos pollos hay y cuántas ampollas se necesitarán”, explicó.
“El segundo y el tercer mes, son para la vacunación, y el cuarto es para revisar los logros y los desafíos”, añadió Archer.
Lo fundamental de la campaña ocurre en julio porque el riesgo de un brote es alto. Es cuando los granjeros tienen más dinero e intercambian más pollo, por lo que la probabilidad de que se infecten es mayor.
“Hay una mayor aceptación de los granjeros en julio que durante las otras dos campañas”, observó. “Por ejemplo, el año pasado vacunamos 590.800 pollos”, indicó Archer, a quien le preocupa el suministro irregular de la vacuna.[related_articles]
Para garantizar la sostenibilidad del programa, se creó la Asociación de Vacunación de la Comunidad de Nathenjepara, y así fortalecer la participación local en la lucha contra la enfermedad.
Mientras, la Alianza Mundial para la Medicina Veterinaria de Animales de Cría trabaja con Inter Aide para mejorar la nutrición y el sustento de pequeños productores de ganado y mejorar la productividad de la granja y la resiliencia en un clima de crecientes cambios.
“La vacuna es tolerante a los cambios de temperatura según la demanda, pues la gente observa los beneficios y hay un crecimiento exponencial de la necesidad de dosis. Pero la producción no se maneja como una empresa por falta de fondos para el fármaco, lo que hace imprevisible su disponibilidad”, explicó Archer.
Gilson Njunga, encargado del Laboratorio Central de Veterinaria, dijo que producen 3.000 botellas de la vacuna al mes, lo que representa un millón de dosis, pues una botella alcanza para unos 300 pollos.
“Se producen 3.000 botellas al mes porque producimos la vacuna con un laboratorio de diagnóstico y no con uno independiente. Eso hace que el proceso de producción tenga que pasar por un control de calidad antes de tener la certificación para que la usen los granjeros y garantizar de que no esté contaminada”, explicó Njunga.
Como forma de acercarse más a la seguridad alimentaria y nutricional, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el gobierno de Malawi, acordaron un Programa Marco estimado en unos 24,3 millones de dólares.
Las áreas prioritarias del mismo se desprenden del análisis y del ambiente propicio para la seguridad alimentaria y la agricultura sostenible.
El análisis demuestra que cuando el país logra importantes avances en materia de seguridad alimentaria y producción de cultivos básicos, sigue siendo vulnerable a impactos, muchos vinculados al clima, que le impiden aumentar la producción agrícola, la productividad y la rentabilidad.
Traducido por Verónica Firme