Ceylon Clayton trata de recuperar un proyecto de cultivo de musgo marino que él y unos amigos habían empezado hace unos años para aumentar los menguantes ingresos que perciben los pescadores de Jamaica.
Esta vez pidió ayuda externa, así como a pescadores de comunidades vecinas, para ampliar las operaciones y el santuario de peces de la zona.
Ahora Clayton encabeza un grupo de 10 pescadores de la comunidad de Little Bay, en Westmoreland, con grandes sueños de convertir al pequeño pueblo de pescadores en el mayor productor de musgo marino de este país insular.
También es uno de los miles de pescadores del Caribe que integran una industria que, junto a otros servicios de ecosistemas, generan unos 2.000 millones de dólares al año, pero que, según expertos, ya están totalmente explotadas o sobreexplotadas.
Los hombres comenzaron a cultivar algas porque sus ingresos de la pesca en Negril ya no les alcanzaban para mantener a sus familias y carecían de equipo para adentrarse en aguas más profundas, explicó.
Clayton relató cómo quedaron sorprendidos de que dos años y medio después de creada la zona de prohibición de pesca, fue notorio el aumento del número y del tamaño de las langostas capturadas.
“Cuando cosechábamos el musgo marino notamos que habían muchas langostas jóvenes, camarones y alevines en las raíces”, relató.
“Comían ahí, y los peces más grandes también volvían a la bahía a comer peces más pequeños”, detalló a los integrantes de una delegación del Banco de Desarrollo Alemán (KfW), del Centro de Cambio Climático de la Comunidad del Caribe (conocido como las 5Cs) y de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que visitaron el lugar en mayo.
Para proteger su “criadero” y preservar la recuperación del entorno, los pescadores se turnaron para patrullar la bahía, pero hace dos años se quedaron sin dinero.
“No teníamos los mercados”, explicó, refiriéndose a que no hay donde vender algas no procesadas ni suficiente dinero para las patrullas.
Las algas crecen en asociación con otras especies marinas. Además, mejoró la pesca en Little Bay y también mejoraron los barrios vecinos.
Él y su esposa, también pescadora, y junto a ocho amigos quieren aprovechar el éxito, y creen que el proyecto de adaptación al cambio climático del 5Cs es su mejor oportunidad. Ya reclutaron a otros pescadores, a la escuela de la localidad y a algunos comerciantes.
Presumiendo de la variedad de animales jóvenes, como pequeñas anguilas, caballitos de mar, pulpos y peces de arrecife que nadan entre las algas, el pescador con 30 años de oficio explicó que el experimento demostró a la comunidad el éxito que podría alcanzarse si logran cultivar, procesar y colocar en el mercado los productos.
Ese proyecto alternativo es uno de las 14 iniciativas de protección costera que implementa el 5Cs.
La iniciativa Protección Costera para la Adaptación al Cambio Climático en Pequeños Estados Insulares, del Proyecto Caribe, se implementa con apoyo técnico de la UICN y un fondo de 12,9 millones de euros (unos 15,3 dólares) aportados por el KfW.
“El proyecto busca minimizar las consecuencias negativas del cambio climático restableciendo los servicios de protección ofrecidos por ecosistemas naturales como manglares y arrecifes de coral en algunas áreas, a la vez que recuperan y construyen estructuras, como espigones, en otros”, explicó Robert Kerr, consultor de UICN.
Además de Jamaica, Granada, Santa Lucía y San Vicente y las Granadinas también son beneficiarios del proyecto.
El Caribe depende mucho del turismo y de otros servicios marinos, industrias que según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) sufrirán mucho el impacto del recalentamiento planetario.
La mayoría, sino todos los países, dependen de la pesca y del turismo, que pasó de cuatro millones de visitantes, en 1970, a unos 25 millones en la actualidad, que generan unos 25.000 millones de dólares y unos seis millones de puestos de trabajo.[related_articles]
“Las costas, los mares y los arrecifes de los que depende la población del Caribe están en peligro por el blanqueamiento de los corales, la acidificación oceánica, el aumento de la temperatura del mar y las tormentas”, señala el Balance Marino de Cambio Climático del Caribe, en coincidencia con el informe del IPCC.
“El proyecto demuestra el compromiso de Alemania de asistir a las comunidades vulnerables de la región a soportar las consecuencias del cambio climático”, destacó Jens Mackensen, director de la División de Recursos Naturales y Agricultura para América Latina y el Caribe del KfW.
Todos los proyectos jamaiquinos están en áreas protegidas, y los gestiona un grupo de organizaciones no gubernamentales, académicos y entidades estatales.
La Corporación Municipal de Westmoreland gestiona el proyecto de algas y otras dos iniciativas, una para reducir las aguas servidas vertidas en los humedales e instalar boyas de amarre y marcadores para regular el uso del mar, y todos procuran fortalecer los ecosistemas y mejorar la resiliencia al cambio climático en el Área Marina Protegida de Negril.
Además, el Centro de Ciencias Marinas de la Universidad de las Indias Occidentales gestiona el proyecto Santuario de Pesca de Portland Oriental, la Fundación para la Gestión del Área Costera del Caribe (C-CAM) trabaja en el área de Portland Bight, y la Corporación para el Desarrollo Urbano se encarga de las obras de infraestructura de la playa de Closed Harbour, también llamada playa de descargue, en el área de la Bahía Montego.
La idea de Clayton de incluir una planta de procesamiento en la escuela y crear una red de comercialización en la pequeña comunidad emprendedora, impresionó al director ejecutivo de 5Cs, Kenrick Leslie.
El musgo marino es un ingrediente común en los tónicos energéticos para hombres, precisaron varios residentes de la zona.
En Portland Bight, donde viven más de 10.000 personas y es una de las áreas más vulnerables, el C-CAM trabaja para mejorar la concienciación, construir resiliencia a través de ecosistemas basados en la adaptación, la conservación y la diversificación de las fuentes de ingresos.
El área cuenta con 4.000 pescadores, 300 barcos de cinco playas pesqueras, precisó el director ejecutivo de C-CAM. La zona ya sufrió graves inundaciones por las mareas crecientes, producto de las tormentas, que en los últimos tiempos se vuelven más frecuentes.
Y en el pueblo turístico de la Bahía Montego, la UDC realiza obras estructurales para reparar un espigón que protegerá la mayor playa pública de la ciudad.
Las obras frenarán la erosión de la playa principal, así como de dos adyacentes, y protegerán las fuentes de ingresos de muchos de los que se ganan la vida en la costa. Una vez terminada, la estructura formará el eje en torno al cual girará el desarrollo de la ciudad.
Traducido por Verónica Firme