Las familias apuran el paso para llegar a tiempo al culto dominical de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en la capital de Cuba. Los hombres usan camisa con corbata y las mujeres llevan faldas y blusas con mangas, pese a la calurosa mañana.
“Nuestra iglesia es joven en Cuba, pero ya constituimos un distrito, el 18 de junio de 2017, lo que significa crecimiento”, explicó Luis Wilberto Tito, quien preside la rama de La Habana de este movimiento de credo mormón.
Poco a poco, personas de todas las edades y colores de piel llenan la capilla que le presta a esta joven congregación el ecuménico Consejo de Iglesias de Cuba (CIC), en su sede en el barrio residencial de Miramar. “La iglesia hoy se está dando más a conocer aunque no tenemos misioneros a tiempo completo en el país”, aseguró Tito a IPS.
La confesión mormona estima tener 140 fieles en el Distrito de La Habana, que se congrega en el CIC, y la del barrio de Cotorro, con sede en un apartamento privado con el permiso oficial requerido.
Con un nuevo liderazgo, esta congregación se reorganiza y actualiza sus registros en Cuba, que por la aún pequeña feligresía integra la Misión de República Dominicana. En la reunión sacramental a la que IPS tuvo acceso, tres mujeres fueron confirmadas como nuevas integrantes de la rama habanera.
“Siempre vamos a ser minoritarios, pero se pudiera crecer en las provincias de Holguín y Camagüey. Tenemos miembros en el municipio de Placetas, en Villa Clara, tres en Pinar del Río, y un grupo en Palma Soriano, en Santiago de Cuba”, enumeró Tito, sentado en un banco junto a su esposa, Iraida Herrero, que recolecta la historia local.
Con sus primeras conversiones en 1998 y la fundación de primera rama local en 2005, el asentamiento de esta confesión cristiana poco conocida dentro de Cuba muestra el sostenido incremento de la diversidad religiosa en este país insular caribeño, y en especial la fuerza del protestantismo.
El cuadro religioso local resulta más plural que nunca, luego de atravesar una etapa compleja desde los primeros años de la Revolución cubana, de 1959 hasta 1992, cuando por la reforma constitucional el Estado dejó de declararse ateo y pasó a ser laico, con las garantías básicas a la libertad de culto.
“Conocemos muchas denominaciones en el país y tenemos las mejores relaciones con todas. La diversidad se está manifestando por la necesidad que tiene el pueblo de Cuba de conocer a Dios y acercarse a él”, opinó Tito, un cubano que se bautizó en la fe mormona cuando emigró a Venezuela.
Tito, informático de profesión, y Herrero, una trabajadora del sector privado, contaron a IPS que no profesaron religión alguna hasta 2002, cuando en Venezuela se convirtieron al credo mormón. Luego en 2010 regresaron a Cuba para “trabajar en la obra del Señor”, precisó Herrero.
En los últimos asientos de la capilla, una madre amamanta a su bebé durante el culto, mientras su esposo escucha a ratos la ceremonia y cuida de otro niño pequeño, que sentado en el suelo dibuja sobre un papel. Dos hombres pasan entre los feligreses bandejas con porciones de pan y vasitos con agua para compartir el sacramento.
“Recibimos todos los domingos a muchas personas de otros países, no solamente de Estados Unidos, que son integrantes de la iglesia y están de paso por La Habana. Quisiéramos que vengan muchos más a darles ánimo a los hermanos cubanos”, indicó Gerardo Lolo Díaz, el primer consejero de la presidencia del distrito mormón cubano.
El mapa de las instituciones religiosas
“No contamos con el registro pero sí con la aprobación (oficial). No hacemos nada que no sea con el debido respeto a las autoridades”, informó este productor de cine, radio y televisión sobre la situación legal de la iglesia, que espera como otras por la inscripción en el Registro de Asociaciones del Ministerio de Justicia.
En 2016, ese ministerio tenía reconocidas más de 600 instituciones religiosas, de las cuales más de 500 eran espiritistas, 55 evangélicas y protestantes, seis hebreas, cuatro yoruba (religiosidad de origen africano), una islámica y una budista. De hecho, las religiosas fueron las que más crecieron desde 2013 en el listado de asociaciones.
Fuentes de algunos de esos cultos aseguraron a IPS que el proceso de registro puede demorarse años porque es muy largo y complejo. Mientras, algunos logran permisos de las autoridades y apoyo de instituciones establecidas como el CIC para iniciar su obra.
Incluso, líderes religiosos proponen una ley marco que proteja la libertad de culto.
Panorama cada vez más diverso
“El panorama religioso se va complejizando cada vez más con nuevos movimientos y las fragmentación de los antiguos, algo que sucede tanto en las ciudades como en el campo”, explicó a IPS el profesor de historia de las religiones Enrique López Oliva, sobre el país con tradición católica y de las religiones yoruba, de fuerte sincretismo.
En este país de 11,2 millones de personas, resultan escasas las cifras sobre religión más las segregadas por sus cultos, nuevos o tradicionales.
Registros de la Iglesia Católica revelan que 60 por ciento de la población está bautizada en esta fe, pero solo dos por ciento asiste a la liturgia dominical. Esta iglesia no requiere inscribirse en el Ministerio de Justicia, porque forma parte de un Estado, el Vaticano, con quien La Habana mantiene relaciones.
Los seguidores del protestantismo se estiman en un millón en total, se desconocen cifras de las y los creyentes de las religiones afrocubanas, que algunos especialistas colocan hasta por encima de la comunidad católica. De hecho, segmentos de estas religiones exigen el bautismo católico a las personas que se inician.
“Hay una gran ofensiva de los grupos evangélicos”, detalló López Oliva. “También se habla que más que las denominaciones cristianas, están creciendo el islamismo y el judaísmo, en gente sin esas ascendencias familiares. Muchas personas van a los rituales mayas organizados por la Embajada de Guatemala”, continuó.
A su juicio, la diversidad religiosa “responde a la crisis actual de la sociedad cubana, porque muchas personas no ven claro el futuro y buscan desesperadamente un asidero”. Observó una franja joven “muy desorientada”, que “todos los poderes quieren captar”.
Lamentó que hoy “predomine la fragmentación: el ecumenismo está en crisis”.[related_articles]
“Fundar una nueva iglesia en Cuba es un gran reto y mucho más en nuestro caso”, compartió con IPS la pastora Elaine Saralegui, que en 2015 replicó la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM).
Fundada en la ciudad de Matanzas, a 87 kilómetros al este de La Habana, y desde 2016 con un espacio en la capital cubana, esta denominación evangélica se distingue por incluir a las personas lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales (LGBTI). Por vez primera en Cuba, ICM bautizó a una mujer transgénero y bendijo la unión de una joven trans.
“Entendernos como una comunidad activista que se enrola en los cambios sociales de su tiempo en materia de respeto e inclusión, ha sido de gran impacto tanto en el contexto religioso como social”, compartió Saralegui. “Hemos recibido críticas y alabanzas”, acotó.
ICM en Cuba ha recibido el apoyo, entre otros, de la primera Iglesia Bautista de Matanzas, la compañía de teatro El Mirón Cubano, el Seminario Evangélico de Teología de Matanzas, el Centro Oscar Arnulfo Romero y estatal Centro Nacional de Educación Sexual, que coordina una campaña nacional por los derechos LGBTI.
El estatal Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas estudia el reavivamiento religioso desde sus inicios con la crisis económica que comenzó en 1991. Y desplegó el primer estudio nacional sobre el tema en 11 provincias, 35 de sus municipios y 41 comunidades, con zonas urbanas, rurales y montañosas.
Con resultados publicados en 2013 y 2014, la investigación concluyó que los nuevos movimientos “inciden con más fuerza en lugares con vulnerabilidades materiales o espirituales, sociales o personales, religiosas o laicas” y están condicionados por “factores internos y externos”.
E insistió en “el uso de la religión como instrumento de la política injerencista de Estados Unidos”, antes del deshielo entre ambos países que vive una pausa con el presidente Donald Trump.
Editado por Estrella Gutiérrez