México transita hacia la explotación comercial del gas de lutitas, también conocido como de esquisto, con su inclusión en dos subastas de 24 bloques hidrocarburiferos, al mismo tiempo que el país padece dificultades para evitar y reducir las emisiones del metano de la industria.
La crecient salida a la atmósfera de este gas, mucho más contaminante que el dióxido de carbono (CO2) y cuyas emanaciones se producen a lo largo de toda la cadena de producción, amenaza incluso las metas climáticas adoptadas por México dentro del Acuerdo de París, destinado a contener el recalentamiento planetario.
“El gas shale (el vocablo inglés para las lutitas) es lo último que queda después de explotar los yacimientos fáciles de acceder y el que tiene mayores costos económicos, ambientales y energéticos. Es prácticamente imposible que un pozo no contamine”, dijo a IPS el investigador Luca Ferrari, del Centro de Geociencias de la pública Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La estatal pero autónoma Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH) emitió el 22 de junio la resolución sobre dos convocatorias de subasta de 24 bloques de gas y petróleo, que incluyen por primera vez reservas de esquisto y están localizados en cinco cuencas del norte, sureste y sur del país. Las licitaciones se realizarán el 12 de julio y los campos ofertados totalizan reservas estimadas en 335 millones de barriles (de 159 litros) equivalentes.
Para el gobierno, excluir de la producción los hidrocarburos no convencionales equivaldría a una apertura parcial del sector de la energía, dadas las necesidades gasíferas del país, especialmente en el área industrial.
La reforma energética de México, vigente desde agosto de 2014, abre al sector privado, nacional y extranjero, la explotación, refinación, distribución y comercio de los hidrocarburos, así como la generación y venta de electricidad.
En los depósitos de gas de lutitas, la molécula del hidrocarburo está atrapada en esas rocas sedimentarias muy profundas, que requieren para perforarlas la inyección cuantiosa de una mezcla de agua, arena y aditivos químicos, considerados nocivos para la salud y el ambiente.
El gas y el petróleo se liberan mediante esa técnica de fractura hidráulica (fracking, en inglés), que deja masivos volúmenes de desechos líquidos que deben tratarse para su reciclaje y de emisiones de metano, más contaminante que el dióxido de carbono, el mayor responsable del calentamiento planetario.
México, potencia en esquisto
La estadounidense Administración de Información de Energía (EIA, en inglés) sitúa a México en el sexto lugar mundial en reservas de gas de lutitas técnicamente recuperables, detrás de China, Argentina, Argelia, Estados Unidos y Canadá, con un volumen de 545 billones (millones de millones) de pies cúbicos, en un análisis sobre 137 depósitos en 41 países. En petróleo de esquisto, el país ocupa el séptimo puesto.
Pero la CNH maneja estimaciones de reservas probables más moderadas, del orden de 81 billones de pies cúbicos.
“La regulación existente está basada en las mejores prácticas, pero se ha abandonado la filosofía de la protección ambiental. La explotación ahonda la inequidad en las externalidades negativas, como el impacto ambiental. Es una imprudencia subastar campos sin disponer de una debida evaluación de sus impactos ambientales y sociales”, señaló a IPS el investigador Ramón Torres, del Programa de Estudios del Desarrollo, también de la UNAM.
En marzo, la estatal Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente, responsable de vigilar la operación del sector de hidrocarburos, publicó un paquete de disposiciones sobre la exploración y extracción de las reservas no convencionales.
Esa regulación identifica riesgos por derrames del fluido de fracturación, aumento en la demanda de agua, contaminación causada por fugas de metano u otros compuestos orgánicos volátiles provenientes del pozo, polución ocasionada por liberación de sustancias y por la inyección de fluido de retorno y agua congénita, que regresan de la perforación.
Las normas señalan que el fluido utilizado en el fracking retorna en proporciones de 15 a 80 por ciento, según el pozo. En cuestión de polución atmosférica, cita la emisión de óxidos de nitrógeno, benceno, tolueno, metano y carbón negro.
Al respecto, impone medidas a las empresas como verificar la integridad del pozo, aplicar procedimientos para la prevención de fugas de gases, revelar la composición de los fluidos de perforación. También prohíbe el venteo de gas y restringe su quema.
Desde 2003, la empresa estatal Petróleos Mexicanos (Pemex) ha perforado mediante fractura hidráulica –una técnica no usada solo para el esquisto- al menos 924 pozos en seis de los 32 estados del país, según datos de la no gubernamental CartoCrítica. De ellos, al menos 28 se confirmó que son de crudo no convencional.
Emisiones de gas
En ese contexto, México enfrenta problemas para reducir las emisiones de metano.
En 2013, el país lanzó a la atmósfera 126 millones de toneladas, de las cuales 54 millones provinieron del sector agropecuario, 31 millones, del petróleo y gas, 27 millones, de residuos. El resto se originó en generación eléctrica, la industria y la deforestación. El uso de gas para generación eléctrica aportó al menos 0,52 millones de toneladas.
En total, la segunda economía de América Latina emitió 608 millones de toneladas de CO2 durante ese año.
Pemex Exploración y Producción, filial del grupo estatal, indicó que en 2016 sus emisiones de metano totalizaron 641.517, 36 por ciento más que el año previo.
La extracción en aguas marinas poco profundas aportó 578.642 toneladas, en campos terrestres, 46.592; el almacenamiento y distribución de hidrocarburos, 10.376; en campos de gas no asociado al petróleo, 5.848, en campos no convencionales, 57 toneladas.
Desde 2016, Pemex cambió la forma de reportar el CO2 y otros gases de efecto invernadero (GEI), pues previamente lo hacía por regiones productivas, lo cual dificulta el análisis comparativo.
Un año antes, la Región Marina Noreste, que abarca el golfo de México y donde están los mayores yacimientos petroleros marinos, contribuyó con 287.292 toneladas.[related_articles]
Las emisiones se contrajeron presumiblemente a causa de la reducción de la producción de hidrocarburos, debido a la baja internacional de los precios y la caída de recursos financieros de Pemex.
Pero entre 2012 y 2014 las emisiones aumentaron 329 por ciento, al saltar de 141.622 toneladas a 465.956, presuntamente por el incremento del venteo y quema de gas (asociado o no a los pozos de crudo), al carecer Pemex de la tecnología necesaria para capturar el gas.
La reducción de esa práctica llevó a Pemex a bajar ese nivel de 2009 a 2011, luego de que los GEI crecieron entre 2007 y 2009.
Para Ferrari, es un problema técnico y económico. “El primer paso es evitar el venteo”, pero ese requiere de inversión, planteó el experto.
En 2015, México quemó 5.000 millones de metros cúbicos, que lo sitúa en el octavo puesto mundial, el mismo que en la intensidad del venteo, la relación entre los metros cúbicos de gas quemados por barril de petróleo producido.
Así lo afirman cifras de la Asociación Mundial para la Reducción de la Quema de Gas, promovida por el Banco Mundial con la meta de erradicar esas prácticas para 2030.
México es uno de los 24 gobiernos que forman parte de la iniciativa, junto a Guyana Francesa y Perú por América Latina, respaldada también por 31 empresas petroleras –donde no está Pemex- y 15 instituciones financieras multilaterales. El Banco Mundial publicará este año el primer informe sobre la quema y venteo del gas.
Torres y Ferrari coincidieron en que el volumen de gas aportado por la fractura hidráulica no bastará para cubrir la demanda interna.
“El volumen susceptible de explotación es reducido e insuficiente”, aseguró Torres. Cálculos de Ferrari indican que la obtención de gas alimentaría solo 10 meses de consumo interno.
En mayo, México produjo 5.299 millones de pies cúbicos por día de gas e importó 1.790 millones. Mientras, extrajo 2,31 millones de barriles diarios de petróleo.
Ese mismo mes, la Secretaría (ministerio) de Energía actualizó el Programa Quinquenal de Licitaciones para la Exploración y Extracción de Hidrocarburos 2015-2019 y fijó como nueva meta subastar reservas por casi 31.000 millones de barriles equivalentes de hidrocarburos no convencionales.
Editado por Estrella Gutiérrez