La política de Estados Unidos últimamente ha sido bastante desconcertante e impredecible, en especial en Medio Oriente, pero los últimos acontecimientos ya son abrumadores y alarmantes.
La Casa Blanca divulgó el 26 de junio un comunicado informando que Estados Unidos “identificó posibles preparativos de otro ataque químico del régimen (sirio de Bashar al) Assad”. E incluso dice: “Si Assad lanza otro ataque masivo con armas químicas, él y sus fuerzas armadas tendrán que pagar un alto precio”.
Las amenazas no eran solo para Damasco, pues la embajadora de Estados Unidos ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Nikki Haley, tuiteó después: “Cualquier otro ataque contra el pueblo de Siria será responsabilidad de Assad, pero también de Rusia e Irán que lo apoyan en el asesinato de su propio pueblo”.
Por supuesto, pasa a ser irrelevante la forma en que los funcionarios estadounidenses “identificaron” que Siria preparaba otro ataque químico, teniendo en cuenta que después de años de luchar contra el Estado Islámico (EI) y otros grupos armados, no han podido saber quién les suministra armas y fondos.
Con esas declaraciones extrañas e infundadas, el gobierno de Donald Trump introduce otro elemento de incertidumbre al acontecer de Medio Oriente. Y como si la situación actual en esa atribulada región no fuera suficiente, las declaraciones bélicas la empeoran.
Muchas personas se preguntan si Washington prepara el terreno para una gran confrontación en Medio Oriente con consecuencias inimaginables.
Hace unos 14 años, en total violación del derecho internacional, el presidente estadounidense George W. Bush (2001-2009) lanzó un ataque salvaje contra Iraq basándose en información falsa de inteligencia, que destruyó al país, dejó a más de un millón de personas muertas y heridas y creó el contexto para el surgimiento del EI, que desde entonces atormenta al mundo.
Lejos de haber aprendido la lección, el gobierno de Trump parece tratar de repetir un error similar a gran escala.
En la campaña, el actual presidente acusó al anterior gobierno de Estados Unidos de crear al EI, no de forma indirecta, sino deliberada. También mencionó que este país había gastado seis billones (millón de millones) en guerras ilegales en Medio Oriente sin ningún logro para mostrar. También aseguró que no le interesaba promover cambios de régimen y que procuraría resolver las disputas internacionales mediante negociaciones y acuerdos.
Poco importa si cambió de idea o si los neoconservadores se infiltraron en su gobierno y lo controlan. El hecho es que el Trump parece optar por la lógica de la guerra, en vez de procurar resolver los conflictos por medios pacíficos.
En las últimas semanas, las fuerzas estadounidenses lanzaron numerosas operaciones contra las fuerzas aliadas de Damasco.
El 18 de mayo y el 6 de junio, un avión de Estados Unidos bombardeó a grupos armados favorables al gobierno sirio en el sur del país. Unos días después, el 8 y el 20, derribaron dos drones de fabricación iraní, y el 18, cazas estadounidenses dispararon contra un avión sirio que atacaba bases del EI al oeste de Al Raqa.
Antes, el 6 de abril, tras un supuesto ataque químico contra Jan Sheijun, una fragata estadounidense disparó 59 misiles Tomahawk contra la base desde la que había despegado un avión sirio.
El hecho ocurrió a pesar de que la ONU todavía investigaba la fuente del ataque y algunos investigadores experimentados e, incluso, Profesionales Veteranos de Inteligencia por la Sensatez, que estaban en el terreno, plantearon dudas respecto de la participación de Damasco en el ataque químico.
Es raro que a medida que las fuerzas sirias, respaldadas por Rusia e Irán, se imponen y liberan la mayor parte de Siria del control de grupos armados irregulares, aumenta la intensidad de los ataques israelíes y estadounidenses contra las fuerzas de Damasco.
Desde el inicio de la crisis en Siria, en 2011, circularon teorías elaboradas en base a información filtrada que explican que la situación en ese país es parte de un complot de Israel, Arabia Saudita y Estados Unidos, al principio con apoyo de Turquía y Qatar, con el fin de aislar a Irán y cortar los vínculos entre la república islámica y el partido libanés Herzbolá a través de Siria.
Independientemente de que las teorías sobre la participación de Estados Unidos en Siria, con apoyo de Israel y contra Irán, sean correctas o no, el hecho es que el gobierno de Trump participa en acciones ilegales y peligrosas que pueden terminar en una guerra no deseada entre, por un lado, Rusia e Irán y, por otro, Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita.
En ese contexto, es importante señalar:
Las acciones de Estados Unidos constituyen una clara violación a la Carta de la ONU y son actos de agresión contra un Estado soberano.
Las fuerzas iraníes y rusas pelean en Siria contra los insurgentes por invitación del gobierno sirio, pero Estados Unidos, un actor no invitado, se enfrenta a las fuerzas sirias.
Si el gobierno de Trump es sincero cuando dice que quiere eliminar al EI debe apoyar a Rusia e Irán para liberar el territorio que queda ocupado por los terroristas.
Si el gobierno de Trump cree en la democracia, las elecciones libres y el Estado de derecho, debe llamar a elecciones en Siria bajo la supervisión de la ONU cuando se haya derrotado a la insurgencia y luego aceptar el resultado electoral, en vez de reclamar la salida del presidente sirio.
Antes de lanzarse a una aventura peligrosa contra Rusia e Irán, el gobierno de Trump debe considerar cuidadosamente las consecuencias de una confrontación de esa magnitud.
Si el gobierno de Trump está decidido a promover la guerra en Siria, sus aliados deberían dejarle claro que no van a respaldar otra guerra innecesaria en Medio Oriente.[related_articles]
Mientras, en vez de preocuparse por las posibles amenazas contra Israel, es hora de que tome medidas serias para hacer frente al conflicto árabe-israelí, que incluya justicia para los presionados palestinos que viven bajo una brutal ocupación desde hace más de 50 años. Encontrar una solución justa al conflicto árabe-israelí garantizaría más la seguridad de Israel que cualquier intento de cambiar el régimen en otros países.
Durante la campaña presidencial, Trump criticó duramente al presidente Obama por trazar una línea roja en el uso de armas químicas por parte de Siria y luego no castigarla.
El presidente Trump debería darse cuenta de que al lanzar ultimátums similares contra Damasco en el hipotético uso de armas químicas, invita a los terroristas a lanzar falsas operaciones de bandera que lo obligan a actuar, ya sea que el gobierno de Siria sea responsable o no.
Por último, y para agregar algo de farsa a todo el episodio, el secretario (ministro) de Defensa de Estados Unidos, James Mattis, anunció el 28 de junio que el gobierno sirio había tomo nota de la alerta de Washington y cambiado su perspectiva respecto del uso de armas químicas.
La situación en el mundo es demasiado seria para que la principal superpotencia del mundo tenga políticas confusas y contradictorias. Es hora de que el gobierno de Estados Unidos adopte un enfoque serio y sensato en lo que respecta a Medio Oriente antes de que el mundo sufra otra gran catástrofe.
Farhang Jahanpour es un exprofesor y decano de la Facultad de Lenguas de la Universidad de Isfahan y exinvestigador de Harvard. Desde hace 30 años dicta cursos sobre Medio Oriente en el Departamento de Educación Continua y es miembro del Kellogg College, de la Universidad de Oxford.
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