Los opiáceos se encuentran entre las drogas más devastadoras y están provocando una crisis mundial de proporciones epidémicas, advirtió la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).
En su último Informe Mundial sobre Drogas, la UNODC concluye que existen tendencias preocupantes sobre el consumo de estupefacientes.[pullquote]3[/pullquote]
En 2015 se calculaba que aproximadamente 250 millones de personas había consumido drogas al menos una vez. De estas, casi 30 millones padecieron desórdenes en el consumo, incluida la dependencia. La UNODC concluyó que los opiáceos son el tipo de droga más dañino, ya que a ellas se debe 70 por ciento de las consecuencias negativas para la salud derivadas de los trastornos en su uso, y su producción es cada vez mayor.
El consumo de opiáceos “es una epidemia realmente dramática… en función de la carga que provocan las enfermedades están en la cima de la escala», aseguró Gilberto Gerra, director de la División de Prevención de Drogas y Salud de la UNODC, en diálogo con IPS.
El consumo de opiáceos – como la heroína, la morfina y el fentanilo – aumenta los riesgos de contraer enfermedades, como el virus de inmunodeficiencia humana o la hepatitis C a través de prácticas inseguras de inyección, así como sobredosis y muerte.
En todo el mundo se producen un mínimo estimado de 190.000 muertes prematuras relacionadas con las drogas, en su mayoría evitables. Una gran proporción de esos decesos se atribuye a los opiáceos.
Aunque afecta a muchos países, la crisis es particularmente grave en Estados Unidos. Sobre todo debido a los opiáceos, aproximadamente 25 por ciento de las muertes relacionadas con las drogas en todo el mundo se producen en ese país.
Las muertes por sobredosis en territorio estadounidense pasaron de casi 17.000 a más de 52.000 anualmente entre 1999 y 2015, y aumentaron 11 por ciento en el último año, alcanzando el mayor nivel de la historia.
De hecho, más estadounidenses murieron por el uso indebido de opiáceos en 2016 que en la totalidad de la guerra de Vietnam, explicó Gerra.
En el oriental estado de Maryland, las muertes relacionadas con los opiáceos se cuadruplicaron desde 2010. Las muertes por fentanilo se multiplicaron por 38 en la última década. El gobernador Larry Hogan declaró el estado de emergencia por ese motivo.
«Tenemos que tratar esta crisis de la misma manera que tratamos cualquier otra emergencia estatal… todos tenemos que poner manos a la obra para que juntos podamos salvar las vidas de miles de habitantes de Maryland», exhortó.
Aunque algunos estados comenzaron a restringir el acceso a los opiáceos farmacéuticos, incluido un proyecto de ley de Florida que limitaría las recetas de analgésicos a un suministro máximo de cinco días, Gerra subrayó la importancia de centrarse no solo en la oferta, sino también en la demanda.
«Si hay tanta gente que consume medicación con opiáceos, incluidos los… legales de la farmacia, cuando limiten los medicamentos… empezarán a recurrir a cosas como la heroína», advirtió.
El consumo de heroína creció considerablemente en Estados Unidos, y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades sugieren que está relacionado con el abuso de opiáceos con receta.
«Hace falta mucha reflexión sobre este tema en América del Norte», observó Gerra.
Sin embargo, los cambios que discute el Congreso legislativo estadounidense a la asistencia sanitaria en ese país pueden afectar el acceso al tratamiento.
El actual proyecto de ley de salud propone recortes a la ampliación de Medicaid, el seguro médico que utilizan muchos de los estados más afectados por la epidemia de opiáceos para el pago de medicamentos, terapia y otros servicios.
Defensores de la salud criticaron los recortes propuestos durante la primera reunión de la Comisión Presidencial de Lucha contra la Toxicomanía y la Crisis de Opiáceos, encargada de encontrar soluciones para la epidemia.
«Si hacemos que la gente tenga más dificultades para conseguir cobertura de atención médica, la crisis solo va a empeorar», sostuvo el gobernador de Carolina del Norte, Roy Cooper.
Algo similar sucede en el resto del mundo, ya que la disponibilidad y el acceso al tratamiento de los trastornos por consumo de drogas siguen siendo limitados. Menos de una de cada seis personas en esta situación reciben tratamiento cada año, según la UNODC.
Gerra resaltó la importancia del tratamiento, y apuntó a la necesidad de intervenciones personalizadas y una estrecha supervisión de médicos o terapeutas para evitar el uso indebido de los opiáceos.
También añadió que las personas que consumen drogas con fines personales no deben ser penalizadas, ya que eso evita que busquen tratamiento por miedo al castigo.
Aunque las políticas contra las drogas han sido diversas y, en algunos casos, polémicas, los países en la sesión de la Asamblea General sobre el problema mundial de las drogas acordaron por unanimidad en 2016 adoptar un enfoque centrado en las personas, que considera el problema como un trastorno de salud y no penal o moral.
«No podemos responder a las personas atrapadas por las drogas con un enfoque punitivo. Tenemos que decirles que estamos aquí, que somos conscientes de su condición y comportamiento… de que están en problemas, por favor vengan y haremos lo que podamos para ayudarles a ustedes y a su familia a superar este problema de una manera humana y basada en los derechos humanos y la ciencia», subrayó Gerra.
Gerra pidió continuidad en la atención para que los consumidores de drogas como la heroína se mantengan a salvo con programas de intercambio de jeringas y para brindar un tratamiento a largo plazo que sea accesible y asequible.
«Nadie debe quedar afuera en la prestación de las intervenciones de prevención y tratamiento», destacó la UNODC en su informe.
Para Gerra, la prevención es, por lejos, la intervención más rentable a largo plazo, pero las estrategias deben basarse en la ciencia para ser eficaces.
Traducido por Álvaro Queiruga