Las flores del jardín regalan una humilde belleza a la casa de Isabel Laurencio y Dagoberto Herrera, rodeada por una cerca y con paredes, puertas y ventanas de madera roída por la lluvia y el inclemente sol en Blanquizal de la Güira, en el oriente de Cuba.
“Cualquiera por aquí tiene un fogón a leña en su casa, es una tradición y una necesidad”, dijo Laurencio, una jubilada de 65 años, mientras atraviesa la sala, el comedor y la cocina, donde dispone de varios equipos eléctricos como hornilla, olla a presión y arrocera.
En un patio escoltado por la falda árida de una montaña, la mujer dispone de un enorme fogón a leña bajo un techo ligero soportado por rústicas columnas de troncos. Laurencio aseguró a IPS que lo enciende “casi todos los días” para calentar el agua del baño y cocinar granos y tubérculos, además de cuando realiza “comidas de festejos”.
Visto por algunas personas como un signo de subdesarrollo y precariedad, este tipo de cocinas siguen vivas en muchos hogares rurales de todo el país, en especial en la provincia de Guantánamo, adonde pertenece el caserío Blanquizal y que registra más de 30 por ciento de las 100.000 familias cubanas que aún usan leña para cocinar sus alimentos.
Familias rurales y especialistas consultados por IPS recomiendan analizar este problema desde la realidad de comunidades campesinas, la salud y el uso eficiente de fuentes renovables de energía.
Laurencio echa leña en la hornilla y deja un hueco en el centro donde coloca un pedazo de papel apretujado y lo moja en petróleo. Prende la lumbre y atiza el fuego abanicando con un cartón. Sube una columna de humo y se forman grandes llamaradas sobre las que la mujer pone un recipiente con agua.
“Es más rápido que la hornilla eléctrica y, después que está encendido, acepta todo tipo de leña… hasta una rama verde”, indicó esta jubilada mientras se aprestaba a colar café a la manera tradicional, pasando agua hirviendo por un colador de tela repleto del grano molido.
“También (el fogón a leña) es más incómodo y una de las causas del edema pulmonar que sufrí”, apuntó Laurencio, casada desde hace 45 años con Herrera, de 73 años y también jubilado. En Blanquizal, parte del municipio montañoso de Yateras, la pareja tuvo tres hijos que ya viven de manera independiente.
Sentado en un banco, Herrera bebe una abundante taza de café oscuro y azucarado. “Yo mismo hice el fogón… Primero preparé un cuadro de madera y lo rellené con piedras y tierra. Encima coloqué una cajuela con la hornilla de metal. Busqué la manera de que fuera más eficiente y menos peligroso”, contó.
Las autoridades “han acomodado un poco a los campesinos pero sube mucho la cuenta si usamos solo electricidad”, opinó este hombre que aún realiza “uno que otro trabajo en el campo”.
El servicio eléctrico es subsidiado aunque se elevan las tarifas en los altos consumos y son poco afrontables en un país donde el salario estatal promedio ronda los 23 dólares mensuales.
Esta pareja de Blanquizal evidencia las deudas en el acceso de muchas familias rurales a fuentes de energía para cocinar de manera sostenible, eficiente y saludable.
“En Guantánamo no existe la posibilidad real de llevar otro tipo de energía al monte diferente de la biomasa”, valoró Ángel Almarales, director del estatal Centro de Aplicaciones Tecnológicas para el Desarrollo Sostenible (Catedes), sobre la provincia de 514.909 habitantes, grandes zonas montañosas y la única región semiárida del país.
“No podemos instalar biogás en todos los lugares, por ejemplo en las montañas y la franja semiárida, donde no están todas las condiciones”, explicó. “Es muy difícil transformar la energía solar en calor para cocinar porque hay muchas pérdidas en el camino”, amplió a IPS en la ciudad de Guantánamo, la capital provincial y sede de Catedes.
“La opción más a la mano es la explotación eficiente de la biomasa”, afirmó Almarales, al frente del centro pionero en la instalación y monitoreo de tecnologías con energías renovables, para seleccionar las técnicamente posibles, económicamente viables y humanamente justas.
La institución científica y de servicios técnicos, con apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), realizó en 2002 en Guantánamo la única investigación sobre consumo y flujo de combustibles forestales.
“Se debe cambiar el dispositivo de cocción de alimentos”, sostuvo el experto. “Hoy el fogón que más se usa en el monte es el famoso tres piedras”, informó sobre la tecnología básica, ineficiente y contaminante de colocar tres piedras y entre ellas la hoguera de leña.
Catedes señala que el uso de cocinas ineficientes y en espacios poco ventilados afecta la salud de toda la familia y subraya a las mujeres como las más dañadas porque ellas tienen a cargo casi exclusivo las tareas del hogar en una sociedad machista. Incluso este mal uso es causa de deforestación en este país del Caribe insular.[related_articles]
“Las cocinas eficientes son muy rústicas, sencillas de hacer y elevan 10 veces la eficiencia”, resaltó Almarales. “Además, se deben educar a las familias en el uso de la leña, con qué humedad emplearla y cómo trocearla. Eso tendría un enorme impacto económico, en salud y ambiental”, sostuvo.
David López, un operario de una fábrica estatal en el pueblo de Consejo Popular Pablo Noriega, a 45 kilómetros al suroeste de la capital cubana, fabricó en su patio un fogón eficiente a partir de una rueda de camión que rodeó con un aro de metal inoxidable y le colocó una chimenea.
“Con poca leña se cocina bastante y rápido. Como le puse un colector y una chimenea alta, sale poco humo”, contó este obrero, de 47 años, que además cría animales para el autoconsumo familiar. “La leña la utilizo solo para cocinar el alimento de los cerdos, porque en la casa cocinamos con electricidad”, apuntó.
Su vecino, Félix Gómez, otro obrero de 62 años, también recolecta leña por los alrededores para elaborar alimento animal. “Resulta muy caro usar electricidad para esto”, dijo el trabajador, que vive solo con su esposa. Indicó que la panadería estatal de su localidad usa leña.
Cubasolar, una red digital que promueve las fuentes renovables de energía, observa que existe un número considerable de fogones a leña en comedores obreros, empresas estatales y centros educacionales del país.
La organización no gubernamental propone la incorporación de cocinas eficientes a partir de aserrín, cáscaras de arroz y café, y otros combustibles sólidos triturados que hoy se desaprovechan.
Según el último censo de población y viviendas, de 2012, de los 3.732.851 hogares con residentes permanentes 70 por ciento empleaba la electricidad como principal energía para cocinar, 17 por ciento gas licuado o manufacturado y cinco por ciento kerosén, petróleo o alcohol.
Además, siete por ciento, equivalente a 244.870 familias, usa carbón, leña u otro como su fuente principal de energía.
Cuba presenta un panorama energético complejo por la reducción de los envíos de crudo de Venezuela a causa del hundimiento económico interno del que ha sido su principal aliado en lo que va de siglo. De estos envíos, depende la mitad de la generación eléctrica en la isla caribeña.
Editado por Estrella Gutiérrez