Cuando se aproxima el segundo aniversario de la devastacion causada por la tormenta tropical Erika en la pequeña isla de Dominica, sigue sin materializarse parte de la ayuda prometida para afrontar sus estragos, que incluyeron decenas de personas muertas, casi 600 sin hogar, y daños materiales por 1.000 millones de dólares.
La situación, que se repite en otras tragedias que asolan a los países insulares del Caribe por el impacto del cambio climático, ha llevado a los gobernantes del área a demandar mayor agilidad en la asistencia comprometida, como parte de la respuesta a estos fenómenos.
El 27 de agosto de 2015 cayeron 381 milímetros de agua en esta isla montañosa causando inundaciones y deslizamientos de tierra, que la hicieron retroceder 20 años en su desarrollo, según el primer ministro Roosevelt Skerrit.
Este país insular no estaba preparado para una tormenta como Erika. Muchas rutas y puentes no eran lo suficientemente resistentes como para soportar ese gran volumen de agua.[pullquote]3[/pullquote]
Poco después de pasada la tormenta, Skerrit dijo que cientos de hogares, puentes y caminos quedaron destruidos y que se necesitaría una ayuda económica de millones de dólares para recuperar al país.
“Para volver a donde estábamos antes de Erika, tenemos que conseguir por lo menos 88,2 millones de dólares para el sector productivo, 334,55 millones para infraestructura y 60,09 millones para el sector social”, detalló.
Los vecinos del Caribe fueron los primeros en ayudar a Dominica ofreciendo asistencia médica y económica e ingenieros en telecomunicaciones, a los que se sumaron el aporte de suministros esenciales y mano de obra aportados por Venezuela, así como médicos y enfermeras de Cuba.
Dieciocho meses después, Dominica todavía está en las primeras etapas de la recuperación, y Skerrit solicita la rápida actuación de las agencias internacionales para ayudar a su país y a sus vecinos, también golpeados por las severas tormentas de los últimos años.
“Para nosotros es particularmente importante el Fondo Verde para el Clima (FVC), creado para asistir en la adaptación y la mitigación de los efectos del cambio climático”, dijo Skerrit a IPS.
“Es fundamental que quienes deberían recibir la asistencia tengan un acceso relativamente rápido al fondo”, precisó.
Por más loable que sea, tendrá un impacto mínimo si el desembolso resulta tan lento como ha ocurrido con otras instituciones y agencias de crédito.
“La creciente intensidad y frecuencia de estos eventos climáticos nos obliga a hacer frente a la realidad del cambio climático”, observó.
“Difícilmente en la región haya alguien que no haya sufrido de alguna forma los efectos del fenómeno y eso subraya la necesidad de implementar las medidas contenidas en el Acuerdo de París”, añadió.
El FVC fue creado con el fin de impulsar la meta de mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los dos grados centígrados.
El fondo es una iniciativa global única para responder al cambio climático, que procura que invertir en un desarrollo con bajas emisiones de carbono y resistente al clima.
Creado por 194 gobiernos, el FVC procura limitar o reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en los países en desarrollo y ayudar a las comunidades vulnerablesa a adaptarse a los impactos inevitables del recalentamiento planetario.
Dada la urgencia y la seriedad del desafío, el fondo está mandatado para hacer una ambiciosa contribución a una respuesta global unida al cambio climático.
El Centro de Cambio Climático de la Comunidad Caribeña (CCCCC), con sede en Belice, fue acreditado como una entidad regional de implementación por la junta directiva del FVC en 2015.
El director ejecutivo del centro, Kenrick Leslie, dijo que la institución refleja el gran calibre del trabajo realizado en la región y de la fuerza de los sistemas internos de la misma.
“Ahora avanzaremos con una serie de proyectos ambiciosos, que hemos desarrollado bajo instrucciones de la dirección de la Caricom (Comunidad del Caribe)”, precisó.
Como primera organización regional acreditada, el CCCCC es ahora la interfaz y la vía de financiación del FVC a los pequeños estados insulares en desarrollo del Caribe.[related_articles]
Skerrit, quien terminó en febrero la Presidencia de la Caricom, de 15 miembros, comentó que visitó Haití y Bahamas durante su mandato para constatar de primera mano la devastación causada por el huracán Matthew, que azotó la región en 2016.
Matthew rápidamente se intensificó pasando de tormenta tropical a huracán al avanzar por el mar Caribe, y alcanzó la categoría cinco convirtiéndose en uno de los más fuertes en la historia de la cuenca del Atlántico y destruyendo grandes partes de Bahamas, Haití, Cuba y el este de Estados Unidos.
“La magnitud del daño fue grave”, aseguró Skerrit, acompañado del secretario general de la Caricom, el embajador Irwin LaRocque, y del director ejecutivo de la Agencia de Gestión de Emergencia de Desastres del Caribe, Ronald Jackson.
El gobierno de Haití registró 500 personas muertas y 1,5 millones urgidas de asistencia humanitaria, entre ellas 120.000 familias cuyas viviendas quedaron destruidas o gravemente dañadas, indicó.
Lo peor de la devastación ocurrió en el cinturón agrícola, que afectó la distribución de alimentos al resto del país.
“La agricultura y la pesca también se vieron gravemente afectadas en Bahamas, además de las viviendas y de la infraestructura en las tres islas más golpeadas”, apuntó.
“Los daños se estimaron en más de 500 millones de dólares. Espero que el proceso de recuperación esté bien encaminado para reconstruir la vida y las formas de sustento de los afectados”, precisó.
Por su parte, el primer ministro de Bahamas, Perry Christie, describió cómo, a raíz del huracán Joaquín, de categoría tres, que golpeó a su país en 2015, su gobierno debe hacer frente daños por 600 millones de dólares, así como a la intrusión del mar causado por Matthew al año siguiente.
El mandatario bahameño opinó que las instituciones financieras necesitan hacer una consideración especial de las circunstancias únicas del país.
“Nuestra población se distribuyen en 100.000 millas cuadradas de océano y a medida que nos modernizamos comenzamos a sentir los efectos de tener a personas ricas conduciendo nuestra economía y que esta se mida en función del ingreso por habitante. Nos clasificaron de tal forma que no calificamos para préstamos en condiciones favorables”, explicó.
“El paradigma que agrupa a todo el país, no toma en cuenta el desarrollo desigual. La gente que vive en la isla de Providencia es totalmente diferente a la de otras islas más alejadas”, ejemplificó Christie.
“Nos juzgan con dureza”, se lamentó.
“Cuando tenemos un huracán que deja daños por 600 millones de dólares y que hacer frente la intrusión del mar, derivada de Matthew, el país debe soportar las consecuencias, pero luego te rebajan de categoría porque no hay garantías de que tengas los ingresos”, explicó.
“Esos son los desafíos que afrontan los países de la región”, resumió.
Traducido por Verónica Firme