En una pequeña aldea de Boumba y Ngoko, en el sureste de Camerún, una maestra dibuja unos animales salvajes en el pizarrón y pregunta a sus 15 alumnos: “¿Quién puede decirme los nombres?”.
Lisette Bikola es una de las que responde. La niña de 12 años pertenece a la comunidad baka y está en tercer año de primaria, al que la mayoría llega con ocho, pero igual tiene grandes sueños para su futuro.
“Vengo a la escuela porque quiero ser maestra”, explicó. “Quiero aprender inglés y francés, y me gustaría escribir y leer cartas a mis padres”, acotó.
En otra escuela en Ntam Carrefour, Bernard Elinga, de 14 años, alberga sueños similares. “Me gustaría ser alguien importante”, explica. “Quizá un maestro, un soldado o un policía”, dice.
Pero es muy difícil que sus sueños se conviertan en realidad porque casi todos los niños del pueblo baka que concurren a la escuela primaria nunca llegan a la secundaria por los varios obstáculos que deben afrontar como la pobreza, la discriminación y las políticas educativas mal adaptadas a su realidad.
De los 30 niños y niñas que se inscribieron en la escuela hace dos años, Elinga es el único que queda en Ntam Carrefour. El resto abandonó para poder ayudar a sus padres en las actividades tradicionales de los cazadores recolectores.
El derecho a la educación es el tema este año del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, que se celebra este 9 de agosto.
Ello porque para romper con su vulnerabilidad y exclusión, se considera clave el acceso a una escolaridad apropiada a sus métodos culturales de aprendizaje y con pleno reconocimiento de su diversidad, de sus valores y de sus necesidades específicas, incluyendo el aprender en su lengua materna.
David Angoula, cuyos dos hijos abandonaron la escuela, explicó que los niños de su comunidad reciben las enseñanzas que les dejaron sus ancestros en la selva.
“Vamos a la selva a buscar comida”, detalló. “Nuestros padres nos dejaron una escuela en la selva, y es esa escuela la que los padres deben mostrar a sus hijos para que no se olviden de la cultura de sus ancestros”, arguyó.
“A los bakas les importa el presente. El pasado y el futuro no importan”, añadió.
Los hijos de Angoula están entre unos hombres que intentan cortar un árbol enorme con picos. Cuando lo tiran, las mujeres y los niños se escabullen hacia el tronco, donde las abejas tenían una colonia, y usan el humo para atontarlas y recolectar la miel.
La recolección de miel forma parte de las actividades diarias de casi 30.000 bakas. Este pueblo cazador recolector vive de frutas, tubérculos y de la caza de animales.
“La selva es nuestro hogar”, explicó Dominique Ngola, de 58 años y originario de la comunidad salapumbe, en la región Este de Camerún. “Nos da todo lo que necesitamos: el aire puro que respiramos, los alimentos que comemos y las hierbas medicinales que usamos para estar sanos. Es nuestra farmacia”, explicó.
Los bakas están tan vinculados a la selva que los árboles, los pájaros y los otros animales son una parte integral de su existencia cotidiana. El estrecho vínculo que tienen con la naturaleza ha dificultado los intentos de integrarlos a la educación formal.
Sarah Tucker, consultora del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), explicó que muchos padres no ven los beneficios de la educación formal.
“Mandar un hijo a la escuela y que se quede requiere de muchos sacrificios para ellos, en su lugar podrían ir a la selva con ellos y realizar sus actividades tradicionales, por eso no ven los beneficios de ese sacrificio”, arguyó.
Pero saben que para sobrevivir en un mundo con cambios rápidos, tienen que conocer el sistema educativo. Pero mantener a los niños en la escuela es un gran desafío para quienes tienen que pasarse en la selva buscando alimentos y plantas medicinales.
“La educación de comunidades como la baka es muy diferente a la de otros grupos de Camerún”, observó Martiyn Ter Heedge, oficial del programa Kudu Zambo, en el parque nacional Campo Ma’an, en la región Sur de Camerún.[related_articles]
“Lo que aprendimos es que tenemos que tener una educación especial para los bakas. Los programas habituales no han tenido mucho éxito. Creo que ahora se entiende mejor que su contenido tiene que ser especial con lecciones y métodos especiales”, subrayó.
El gobierno de Camerún trabaja con socios como WWF y la propia comunidad baka para proponer un enfoque exitoso, pero los avances son lentos.
Heedge y la consultora de WWF, Tuker, coincidieron en que todo comienza por comprender su estilo de vida.
“Recibimos muchas propuestas de diferentes actores: ministerios, organizaciones, los propios bakas; y entre las recomendaciones lo primero y más importante es usar su propia lengua en la escuela”, precisó Tucker.
“Hay amplia literatura e información que confirma que la mejor forma de aprender es utilizando la lengua materna”, indicó.
“También es importante adaptar el calendario escolar al calendario tradicional de los bakas, es decir no dar clases en enero y diciembre, por ejemplo, porque los alumnos se van con sus padres y pasan semanas en el bosque”, detalló Tucker.
“Además de adaptar los métodos de enseñanza a la cultura baka, como poner ejemplos de la selva y de su estilo de vida, y realizar más juegos, actividades y trabajos prácticos de descubrimiento, que es lo que más les gusta hacer a los niños bakas”, añadió.
“Es importante que de alguna manera, en la enseñanza primaria, exista la posibilidad de ofrecer una educación bilingüe, es decir baka y francés”, coincidió Heedge.
“Los niños bakas que tengo en mi clase suelen aprender rápido si uso ejemplos de su entorno inmediato”, confirmó Quinta Kochi, maestra de la escuela primaria de Boui.
Rosalie Aboutou, del Ministerio de Asuntos Sociales, señaló: “el gobierno aplaude todas las iniciativas que se propongan para que todos los cameruneses se beneficien de los servicios estatales”.
“Los pigmeos baka forman parte de ese país y su educación entra dentro de la política gubernamental”, aseguró.
Traducido por Verónica Firme