Hacer frente al problema de la resistencia a los antibióticos requiere de una respuesta global similar a la que se necesitó para lidiar con el cambio climático y el VIH/sida, dijo a IPS el ministro de Salud Pública de Suecia, Gabriel Wikström.
La atención de esos problemas “comenzó con un pequeño grupo de expertos debatiendo y tratando de alertar al resto del mundo, pero no fue hasta que entró en la agenda política que realmente se convirtió en un tema con una posible solución”, indicó.
“Por supuesto, (con la resistencia a los antibióticos) tenemos que resolver muchas cuestiones técnicas y médicas, pero también es un tema político”, opinó Wikström.
Los antibióticos han permitido extender 20 años la esperanza de vida de una persona, pero su uso descuidado los vuelve inservibles.
Jefes de Estado y de gobierno debatirán sobre el acuciante problema de la pérdida de efectividad de los antibióticos en una reunión de alto nivel que se realizará en la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en septiembre.
En la segunda semana de junio, expertos y funcionarios de los sectores de la salud, la agricultura y la economía hablaron en la ONU y en el Club Yale de Nueva York sobre lo que tendrá que ocurrir en la cumbre de septiembre.
“Lo que es claro es que todos los países del mundo necesitan dejar de tratar a los antibióticos como si fueran dulces”, dijo a IPS el presidente de la Revisión sobre la Resistencia Antimicrobiana (AMR, en inglés), Jim O’Neill.
“Es cierto en los humanos y es cierto en la agricultura”, puntualizó.
El uso incorrecto de antibióticos tanto en humanos como en animales de granja contribuye al rápido aumento de microrganismos resistentes a los fármacos que tenemos actualmente.
Un estudio dirigido por O’Neill concluyó que si no se atiende el problema, morirán 10 millones de personas más al año para 2050.
El hecho de que no se hayan encontrado nuevos antibióticos desde de la década de 1980, hace que las nuevas infecciones resistentes sean más preocupantes, explicó Sally Davies, la principal asesora en medicina de Gran Bretaña.
“Básicamente, se nos cortó el suministro de nuevos fármacos”, declaró Davies en conferencia de prensa el 7 de este mes.
Ya mueren 700.000 personas al año por infecciones resistentes a los fármacos, una cifra subestimada, según el estudio.
Una de esas enfermedades, la más relacionada con la resistencia a los fármacos, es la tuberculosis. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que en 2014 unas 480.000 personas desarrollaron la enfermedad resistente a múltiples antibióticos.
El ministro de Salud de Sudáfrica, Aaron Motsoaledi, quien también preside la Asociación para Frenar la Tuberculosis, declaró a la prensa que el único fármaco capaz de hacer frente a la tuberculosis multiresistente es extremadamente tóxico, y que aun tras varias tomas, solo hay 50 por ciento de probabilidad de que haga efecto.
Afrontar el problema de la tuberculosis resistente requiere tanto de inversiones en nuevos antibióticos como en los sistemas de salud en los países en desarrollo, subrayó Motsoaledi.
“Es un fracaso de mercado y moral a al vez para la mayoría de las farmacéuticas no poder invertir en encontrar curas efectivas para una de las principales causas de muerte de enfermedades infecciosas”, apuntó.
La resistencia microbiana no es el único problema que emerge a escala global y que amenaza a los sistemas de salud de los países en desarrollo, además de a su capacidad de hacer frente a enfermedades infecciosas, añadió Motsoaledi.
“No solo vendrá la resistencia antimicrobiana, se trata también del cambio climático, no sabemos qué traerá y estamos invadiendo el hábitat de otros organismos del reino animal”, observó.
El fortalecimiento de los sistemas de salud puede ayudar a hacer frente a la resistencia previniendo infecciones mediante medidas como la inmunización y la higiene.
También ayudará mejorar la capacitación de médicos y enfermeras sobre el uso más apropiado de los antibióticos.
Pero Davies subrayó que el uso apropiado no necesariamente significa reducir el uso en general.
“No tenemos que olvidar que en la actualidad mueren más personas porque no acceden al antibiótico apropiado que por la resistencia; este también es un problema de desarrollo”, explicó.
Tomar menos antibióticos que lo recetado también puede generar resistencia.
En su libro, The Drugs Don’t Work (Los fármacos no funcionan), Davies describe cómo las bacterias se vuelven resistentes a los fármacos cuando una persona no toma los antibióticos el tiempo necesario. Si no se les da el tiempo suficiente para eliminar totalmente a la bacteria, esta puede sobrevivir y aprender a resistir al próximo tratamiento con la misma droga.
Por eso es importante completar el tratamiento con antibióticos exactamente como lo recetó el médico.[related_articles]
Usos agrícolas inapropiados requieren regulación
Para hacer frente a la resistencia antimicrobiana se necesita que los sectores de la salud y la agricultura trabajen juntos, observó Wikström.
Pero la falta de regulación en el sector agrícola en todo el mundo ha favorecido el abuso de antibióticos como profilaxis o para promover el crecimiento.
“Es muy común que se usen antibióticos para incentivar el crecimiento de los animales”, explicó Davies.
La resistencia al poderoso antibiótico Colistin, utilizado en agricultura, llegó a Estados Unidos, tras comenzar en China.
A pesar de la importancia de esos fármacos, no hay ningún acuerdo global que regule su uso en la agricultura, lo que podría cambiar en la reunión que se realizará en septiembre en la ONU.
Toda normativa debería aprovechar los ejemplos positivos de los países donde se logró regular el uso de antibióticos en la agricultura.
Países como Corea del Sur y Holanda son la prueba de que es posible regular el uso de antibióticos sin un impacto económico negativo en el sector agrícola, destacó O’Neill.
También es importante recordar que los pequeños agricultores son particularmente vulnerables a las consecuencias de la resistencia antimicrobiana porque viven y trabajan en contacto directo con los animales, alertó Carla Mucavi, directora de la oficina de la Organización para la Alimentación y la Agricultura en Nueva de York , en diálogo con IPS.
Traducido por Verónica Firme