A pesar de haber ratificado la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y de haber aprobado leyes progresistas en la materia, las autoridades palestinas tienen dificultades para pasar a los hechos y asistir al entre siete y 11 por ciento de la población en esa situación.
En el contexto de la ocupación de Israel en Gaza y Cisjordania, que dificulta el desarrollo de la Autoridad Nacional Palestina, la preservación de los derechos de las personas discapacitadas queda al final de la lista de prioridades y en el extremo opuesto a la seguridad y la defensa.
En los últimos 30 años, un creciente número de organizaciones y otras instituciones incluyeron en su misión mejorar los derechos de personas discapacitadas y la supervisión de toda violación de ellos.
Muchas de las lesiones u otros problemas son resultado de dos intifadas (levantamiento popular palestino contra la ocupación israelí), de los permanentes enfrentamientos con las fuerzas de ocupación y de tres guerras en Gaza.
La posibilidad de lograr que ministerios y otros organismos estatales asuman su responsabilidad por la falta de asistencia es objetivamente mínima. Eso deja en manos de pequeñas organizaciones no gubernamentales y de activistas el trabajo de crear conciencia sobre las necesidades de las personas discapacitadas entre la población y los dirigentes, así como luchar día a día por su integración.
Activistas discapacitados defienden sus derecho
Suzanne, de 25 años y residente en una aldea cerca de Ramalah, tiene espina bífida y anda en silla de ruedas, desde la cual observa a un grupo de hombres y mujeres con diferentes discapacidades jugar al tenis de mesa.
“No quiero que la gente me tenga lástima”, dijo Suzanne a IPS, mientras esperaba su turno para jugar. “No quiero caridad, quiero oportunidades”, puntualizó.
Suzanne está en el Centro Deportivo Madj, parte de complejo de rehabilitación Abu-Raya en Ramalah, uno de los pocos recintos bien equipados a cargo de voluntarios discapacitados que ofrece actividades deportivas adaptadas a las diferentes necesidades de personas con discapacidad.
Majd, fundado en 1996, poco después de la primera intifada, permitió que Palestina tuviera su primer equipo de baloncesto en silla de ruedas y ahora espera poder presentar a su equipo de tenis de mesa en un torneo internacional.
Para las mujeres jóvenes como Suzanne, Madj representa una esperanza y es una gran oportunidad para poder aunque sea salir de su casa.
“En nuestra sociedad, la gente piensa que si no caminas no eres normal”, subrayó Esham Idkaidek, presidente de Majd, en diálogo con IPS.
“A través del deporte demostramos el potencial inherente que tenemos todos. Queremos cambiar la forma en que la gente nos percibe”, explicó, él mismo en una silla de ruedas.
Suzanne se enteró de la existencia del Centro Deportivo de Majd hace dos años a través de Amani Samara, una de las integrantes de la junta deportiva y encargada de buscar fondos, quien también está en silla de ruedas.
Antes de conocer a Samara, Suzanne apenas salía de su casa. “Es un poco mejor ahora, pero a veces siento que estoy en prisión domiciliaria”, reconoció. “Mi madre me encerraba en mi cuarto para evitar que saliera. Incluso trató de quemar mi silla de ruedas”, relató.
Cuando logra salir, Suzanne debe afrontar otros obstáculos, desde niños que le tiran piedras pasando por las escaleras que impiden su circulación hasta la mirada de los curiosos. Pero trata de que no le afecte. La obligaron a abandonar sus estudios después de la escuela primaria, cuando el hostigamiento de sus maestros fue demasiado. Solo por eso, explicó, está harta de perderse cosas.
Samara la ayuda en su lucha cotidiana. “A veces llamo a su familia y trato de que comprendan su deseo de estar activa, de hacer cosas”, relató. “Hay muy poca ayuda acá, pero tienen que entender sus necesidades”, explicó.
Samara espera poder crear más oportunidades en el centro para las personas como Suzanne. “Queremos mejorar los equipamiento para el equipo de tenis de mesa y también organizar talleres de joyería y bordado”, explicó. Pero no es fácil conseguir los fondos necesarios.
“Lo más difícil es lograr que la gente se traslade hasta aquí”, se lamentó. En toda Palestina no hay ni un solo autobús para transportar personas en sillas de ruedas.
“Es nuestro sueño tener uno bus para el centro”, confesó Samara. “A veces podemos pagarles el taxi, pero es caro y nada fácil; es un gran obstáculo para nosotros”, remarcó.
Educación Jasmine
Fomentar la integración y la independencia también es la meta de otro centro de Ramalah, la Sociedad de Beneficencia Jasmine, fundada en 2003 por un grupo de padres y cuidadores; actualmente atiende a unos 84 niños, niñas y jóvenes de entre uno y 25 años con distintas discapacidades mentales.[related_articles]
Parálisis cerebral, síndrome de Down o autismo son solo algunos de las situaciones que atiende el centro.
“La asistencia del Ministerio de Salud o de Asuntos Sociales disponible para las familias es muy limitada”, dijo a IPS la coordinadora del centro, Fatima Eid.
Al igual que el centro deportivo de Abu-Raya, Jasmine funciona gracias a una mezcla de donaciones de Palestina y del exterior, así como una membresía.
“Nuestro objetivo es que se conviertan en adultos independientes”, precisó Nur Issa, una joven terapeuta ocupacional consultada por IPS. En su oficina está sentada Tala, de 22 años y con síndrome de Down. En perfecto inglés, pues vivió casi toda su vida en Estados Unidos, explica que le encanta estar en Jasmine.
“Me encantan los maestros y me gusta ayudarlos, en especial cuando cambian a los bebés”, sonrío con timidez.
Gracias a sesiones de terapia del lenguaje, terapia ocupacional, actividades para mejorar las habilidades motoras finas y actividades cotidianas, muchos estudiantes lograrán, como Tala, cierto grado de independencia. Pero otros necesitarán un apoyo permanente.
Eso requiere de una mejor red de servicios públicos para las familias. “Trabajamos mucho para que el tema de la discapacidad forme parte de la agenda del gobierno y para crear conciencia”, explicó Eid. “La situación mejora lentamente”, apuntó.
Jasmine forma parte de numerosos comités y grupos que reúnen a varias organizaciones no gubernamentales y sindicatos que trabajan con, y que representan a, las personas con discapacidad. Pero ante la falta de un órgano legislativo y de instituciones que se hagan responsables, es muy difícil lograr el cambio.
Sin desanimarse por todo lo que queda por delante, Issa está lista para volver al trabajo.
“Me encanta poder ayudar a que estos niños mejoren”, explicó. “La semana pasada, uno de ellos logró contar hasta 10. Hace tanto tiempo que trabajamos con él que queríamos hacer una fiesta”, río. “Es una hermosa sensación”, apuntó.
Las organizaciones esperan que el gobierno y las autoridades puedan pronto comenzar a implementar las leyes y cumplir las convenciones adoptadas para ayudar a la sociedad civil a integrar a las personas con discapacidad a la sociedad palestina.
Traducido por Verónica Firme