Cuando Barack Obama visitó por primera vez Kenia como presidente de Estados Unidos, en julio de 2015, uno de los mensajes más significativos que dejó fue la exhortación a las comunidades a rechazar las prácticas que degradan a mujeres y niñas.
“Imaginen que tienen un equipo y no dejan jugar a la mitad de sus integrantes. No tiene sentido”, explicó Obama, refiriéndose a la falta de oportunidades para que las mujeres participen de igual manera en el desarrollo.
El mensaje del presidente no pudo ser más pertinente, pues este país, y toda África, piensa en cómo aprovechar el “dividendo demográfico”, o impulsar la productividad económica, al disminuir su fertilidad y contar con una creciente población joven.[pullquote]3[/pullquote]
Eso ocurre si el número de personas que componen la fuerza laboral aumenta en relación con el de los dependientes.
Países como Corea del Sur, Hong Kong, Malasia, Singapur, Tailandia y Taiwán, los llamados “tigres asiáticos”, sacaron a millones de personas de la pobreza al disminuir la proporción de dependientes. Los individuos y las familias pudieron ahorrar, lo que se tradujo en inversiones que impulsaron el crecimiento económico.
Combinado con políticas sólidas en materia de educación, salud, empleo y empoderamiento de las mujeres, pudieron capitalizar el factor demográfico entre 1965 y 1990.
Con más de 70 por ciento de los más de 44 millones de habitantes de Kenia menores de 30 años, estamos en la cima del dividendo demográfico. Para poder aprovechar la ventaja, este país deberá superar numerosos desafíos, pero ninguno tan exigente como el empoderamiento de las mujeres.
Esa masa joven es una “ventana de oportunidades” que se cerrará en unos 29 años. Debemos aprovechar la situación y comprender que no hay nada predeterminado sobre una masa joven que produzca un crecimiento del dividendo.
La magnitud del desafío al que deberá hacer frente este país quedó en evidencia con algunas desalentadoras estadísticas conocidas hace poco con la publicación de la Encuesta Demográfica y de Salud de Kenia 2014.
Una tendencia emergente es el creciente papel de las mujeres como administradoras de las familias keniatas, pues uno de cada tres hogares está encabezado por una mujer.
Eso no sería preocupante si no fuera por otro dato: la mitad de las keniatas solo tienen educación primaria, un obstáculo para su participación en la actividad socioeconómica y que destina a sus familias a ocupar los escalones más bajos de la economía.
A fin de modificar la situación en todas partes del mundo, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, creó el primer Panel de Alto Nivel sobre el Empoderamiento Económico de las Mujeres, que promoverá el desarrollo de estrategias y planes para cerrar la brecha económica.
Toda estrategia para aprovechar el dividendo demográfico que no priorice la educación y la salud de las mujeres será inútil.
En Kenia, el tren quizá ni salga de la estación si la mitad de las mujeres tienen una formación rudimentaria y muchas no acceden a servicios de salud sexual y reproductiva ni se las empodera para comprender cómo funciona la planificación familiar.
La encuesta también confirma que la consciencia sobre el espaciamiento de los hijos y la planificación familiar aumenta con el nivel educativo: la fertilidad disminuye de 6,5 hijos entre mujeres sin educación formal a 4,8 entre las que tienen alguna formación y a tres entre las que tienen educación secundaria o terciaria.[related_articles]
El estudio también revela que los condados que tienen la menor proporción de mujeres alfabetizadas también tienen las mayores tazas de fertilidad, hasta el doble del promedio nacional de 3,9. Los beneficios de una familia más pequeña radican en el desarrollo físico y cognitivo de los hijos, y por extensión de la fuerza laboral.
En Kenia, la población económicamente activa es principalmente rural y femenina, alrededor de 60 por ciento son mujeres.
A escala global, se estima que si las mujeres desempeñaran el mismo papel que los varones en el mercado laboral de todos los países significarían unos 28 billones de dólares (26 por ciento) adicionales a la economía global para 2025.
Cuando las mujeres son saludables y están capacitadas, no solo prosperan las familias sino países enteros, como lo prueban los tigres asiáticos. En cambio, si no están empoderadas, no se logrará aprovechar el dividendo demográfico.
Kenia debe concentrarse en eliminar las desigualdades de género, no solo en la salud, sino en actitudes y normas tradicionales que efectivamente subestiman el papel de las mujeres.
Hay prácticas que mantienen a las niñas fuera de las aulas y a las mujeres fuera del mercado laboral y que a menudo se ejercen mediante la violencia.
La encuesta de 2014 revela el grado de violencia contra la mujer en este país al registrar que cuatro de cada 10 mujeres de entre 15 y 49 años consultadas dijeron haber sufrido agresiones físicas de sus maridos o parejas.
Todos tenemos que escuchar el mensaje del presidente Uhuru Kenyatta en la “Reunión de Líderes Mundiales sobre igualdad de género y empoderamiento de las mujeres: un compromiso para la acción”, realizada en Nueva York en septiembre del año pasado.
Kenyatta reconoció: “El desarrollo no podrá ser rápido y resiliente a menos que también sea inclusivo e igualitario, dado que la mitad de la humanidad está integrada por mujeres, su empoderamiento es una obligación, no una opción”.
Traducido por Verónica Firme