Mildren Ndlovu conoce de primera mano el fuerte impacto sobre la salud mental del prolongado deterioro económico que soporta Zimbabwe, donde estadísticas manejadas por los sindicatos elevan el número de desempleados a 90 por ciento de la población económicamente activa.
La mujer de 27 años, con dos hijos menores de cinco y quien sobrevive con menudos trabajos como lavar la ropa y los platos en las casas vecinas, contó que ve cómo se deteriora la salud de sus pequeños, y no solo desde el punto de vista físico.
“Sé que no crecen cómo lo hacen otros niños”, reconoció Ndlovu, mientras cambiaba la ropa interior de el de cuatro años, quien se había ensuciado.[pullquote]3[/pullquote]
“A esta edad debería ir al baño solo, pero todavía lo tengo que cambiar”, comentó en su choza de una habitación en uno de los barrios pobres en el norte de Bulawayo, esta ciudad del suroeste de Zimbabwe.
La preocupación de Ndlovu sobre el lento desarrollo de sus hijos se relaciona con las consecuencias del declive económico que padecen los sectores más vulnerables.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) divulgó a principios de este mes el “Atlas de Pobreza de Zimbabwe 2015”, que muestra cómo los elevados índices de pobreza en todo el país afectan a la salud mental de niños y niñas.
En la presentación del informe, Unicef, el Banco Mundial y funcionarios zimbabuenses dijeron que el atlas de pobreza es un intento de reconocer que “rara vez se contempla a los niños en los esfuerzos para aliviar la pobreza y que sus necesidades no se atienden como corresponde”.
El documento señala que ningún niño del quintil inferior con peores condiciones de salud llega a la educación superior y que en ocho de las 10 provincias de este país, entre 65 y 75 por ciento de sus habitantes son pobres.
“La pobreza infantil deteriora su salud mental y es responsable de sus (condiciones de) pobreza cuando son adultos”, explicó Jane Muita, vice representante residente de Unicef en Zimbabwe.
También “deriva en una mala capacitación y baja productividad, y peores logros en salud y educación”, detalló.
Según el servicio de bienestar infantil y salud, este país registró un aumento en los diagnósticos de problemas mentales, para lo cual creó la Estrategia de Salud Mental 2014-2018 como forma de hacer frente a la crisis.
El Ministerio Bienestar Infantil y Salud atribuye a las duras condiciones económicas el hecho de que millones de personas hayan quedado sin trabajo.
No hay datos sobre cómo la salud mental afecta a la población infantil, pero la preocupación de padres como Ndlovu le dan un rostro humano a la crisis sanitaria, puesta de manifiesto por el informe de Unicef.
En algunas partes de los distritos del suroeste de Zimbabwe, como el de Nkayi, se registró hasta 95,6 por ciento de personas pobres, mientras que en Lupane hay 93 por ciento, según el atlas de Unicef.
La situación hace temer por las posibilidades de este país de avanzar hacia el primero de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que procura reducir la pobreza infantil para 2030.
El Comité de Evaluación de Vulnerabilidad de Zimbabwe concluyó que 36 por ciento de los niños y niñas de este país presentaban retraso en el crecimiento, que según los especialistas, no solo los afecta físicamente, sino que también enlenteció su desarrollo intelectual debido a una dieta deficiente.
“El problema con la salud infantil y su desarrollo mental es que la actitud de padres y trabajadores de la salud es que pronto podrán superar las dificultades”, observó el pediatra Obias Nsamala, residente de Bulawayo.
“Pero lo que vi con muchos menores de cinco años es que las deficiencias intelectuales pueden detectarse cuando vienen a la consulta en busca de tratamiento, pero recién presentan un problema cuando comienzan la escuela”, explicó.
“Por eso desde hace tiempo, este país tiene algo parecido a clases especiales para niños con capacidades intelectuales disminuidas”, apuntó Nsamala.[related_articles]
“Es un enfoque equivocado porque esos niños pueden tener dificultades de aprendizaje o intelectuales no por problemas genéticos, sino por todas las señales ignoradas antes según sus antecedentes o acceso a ingestas adecuadas”, explicó.
Este país se propone mejorar la vida de los sectores más vulnerables, como la población infantil, y el gobierno sostiene que la economía debe crecer para reducir la pobreza, pero no hay un consenso sobre cómo lograr atraer inversiones cuando Zimbabwe mantiene una gran dependencia de la asistencia internacional para crear un marco de contención para los más pobres.
De 2014 a junio de 2015, Unicef destinó 363 millones de dólares en servicios sociales, cuando los ministerios del área afrontan una reducción de sus presupuestos, que según reconocieron sus propias autoridades, les impide ofrecer la asistencia necesaria para hacer frente a estos problemas de salud.
En el presupuesto de 2016, el Ministerio de Salud y Bienestar Infantil recibió 330 millones de dólares, que en gran medida suministrarán los países donantes, lo que deja un déficit enorme que, según el ministro David Parirenyatwa, no alcanza para atender a los sectores más vulnerables, como la escasez de recursos que padecen las clínicas psiquiátricas.
Autoridades de la mayor institución psiquiátrica del país, que atiende adultos, el Hospital Ingutsheni, en Bulawayo, informaron a principios de este año al ministro Parirenyatwa, que necesitaban 23 médicos, pero solo tenían seis.
El Ministerio de Bienestar Social, que ofrece ayuda económica a los sectores vulnerables, como los hijos de Ndlovu, denunció la falta de fondos otorgados por el Estado.
Las agencias humanitarias informaron que millones de personas necesitarán asistencia alimentaria este año, lo que dejará a más personas como Ndlovu en el límite de lo que el atlas de Unicef define como sus necesidades mentales.
Traducido por Verónica Firme