Tammy Brehio señaló un campo a unos cientos de metros de distancia del balcón de su casa en Kihei, una localidad en la isla hawaiana de Maui, en Estados Unidos.
«Ahí es donde se fumigan los pesticidas. Desde que nos mudamos aquí, todos tenemos dolores de garganta y tosemos todo el tiempo «, aseguró la mujer de 40 años y madre de tres hijos.[pullquote]3[/pullquote]
Ella y un vecino, que pidió no ser identificado porque trabaja para una empresa agrícola y teme perder el empleo, sostienen que las fumigaciones se realizan a menudo por la noche. «Me despierta, tiene un olor muy fuerte y es difícil respirar», afirmó Brehio.
«No aplicamos los pesticidas por la noche», negó Mónica Ivey, portavoz de Monsanto, la empresa trasnacional que cultiva maíz genéticamente modificado en el campo próximo a la casa de Brehio.
“Monsanto cumple con las leyes federales y estatales que rigen el uso responsable de los pesticidas”, añadió.
Si las empresas respetan o no las leyes, que prohíben que los pesticidas fumigados en un campo se extiendan más allá del mismo, se convirtió en una de las mayores controversias de los últimos años en Hawái, un estado al suroeste de Estados Unidos continental.
Durante la última década, las empresas agroquímicas estadounidenses Monsanto, DuPont y Dow Chemical, las alemanas Bayer y BASF y la suiza Syngenta duplicaron con creces la cantidad de tierras que poseen o arriendan en Hawái, con unas 10.000 hectáreas en las islas de Maui, Molokai, Kauai y Oahu, o aproximadamente dos por ciento de su superficie.
Atraídas por la posibilidad de cultivar todo el año, lo que reduce a la mitad el tiempo necesario para llevar una nueva variedad de maíz al mercado, estas empresas convirtieron a Hawái en el epicentro del maíz genéticamente modificado, diseñado sobre todo para tolerar los pesticidas que ellas mismas producen y venden a los agricultores.
Los granos cultivados en Hawái son enviados al territorio continental de Estados Unidos, donde se plantan y cosechan.
Debido a que las islas hawaianas son montañosas y las tierras de cultivo escasean, los campos agrícolas suelen estar próximos a las casas, las empresas y las escuelas.
Los campos se cultivan en parcelas de unas pocas hectáreas y son fumigados con frecuencia con pesticidas. Los habitantes se quejan porque no tienen más remedio que inhalarlos.
Incluso a 1,5 kilómetros del campo de maíz más cercano en el centro de Waimea, en la isla de Kauai, Lois Catala, de 75 años, informa que las nubes de pesticidas se filtran en su casa sin previo aviso.
«De repente, tus ojos te irritan y te pica todo el cuerpo, y todo el mundo se queja», subrayó. Una médica local indicó que dejó de ir al trabajo en bicicleta por un camino que pasa por dos campos de maíz porque tenía que atravesar nubes de pesticidas.
Probar nuevas variedades de pesticidas resistentes al maíz de campo y el cultivo de maíz de siembra requiere 17 veces más insecticidas de uso restringido con aplicaciones más frecuentes que las empleadas por agricultores del resto de Estados Unidos en sus plantíos, según un estudio del Centro para la Seguridad Alimentaria.
Documentos legales presentados por los abogados de los propietarios de viviendas en Waimea, que demandaron con éxito a DuPont por el impacto que causan sus pesticidas en sus hogares, muestran que la compañía fumigó 10 veces más que el promedio en el continente, según los registros internos obtenidos de DuPont.
Las frecuentes fumigaciones, a veces diarias, provocaron quejas de que las empresas violan con impunidad las leyes federales y estatales.
La ley estipula que las empresas comerciales que fumiguen con pesticidas que los vientos llevan fuera de su propiedad serán pasibles de una multa de 25.000 dólares o seis meses de cárcel. Los pesticidas son aprobados por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, luego de superar pruebas para su uso legal, que excluye la inhalación por parte de seres humanos.
En 2006 y 2008, Howard Hurst enseñaba educación especial en la escuela secundaria de Waimea, en Kauai, cuando una nube de lo que él cree que eran pesticidas ingresó al edificio escolar de un campo colindante operado por Syngenta.
«Se siente como si tuvieras sal en los ojos, la lengua se te hincha, te duelen los músculos, es horrible», se quejó en una entrevista con IPS. En ambas ocasiones, la escuela fue evacuada y varios estudiantes fueron atendidos en la sala de emergencias más cercana.
Pero las autoridades del Estado, en lugar de sancionar a la empresa suiza – que negó haber fumigado en esos días – insistieron en que las evacuaciones fueron causadas por histeria colectiva provocada por una planta similar a la cebolla.
Sin aceptar responsabilidad alguna, Syngenta dejó de usar el campo adyacente a la escuela. El más cercano se encuentra ahora medio kilómetro de distancia. Hurst confirmó que el olor de los pesticidas es mucho menos frecuente.
En 2013, el Consejo del Condado de Kauai aprobó una ley que ordena a las empresas a ampliar las zonas de retiro entre sus campos y declarar con mucho más detalle que en la actualidad qué productos fumigan, dónde y cuándo.[related_articles]
Un grupo de médicos en Waimea, que está rodeado por campos de maíz en tres de sus lados, declaró que el número de casos de defectos cardíacos graves en los recién nacidos de la población local superaba por 10 a la tasa nacional.
Mientras tanto, en Honolulu, un pediatra dijo en una entrevista que notó un aumento en todo el estado de otro defecto congénito, la gastrosquisis, por el cual el niño nace con los órganos abdominales externos.
«Los datos sugieren que también puede haber una asociación entre el consumo de plaguicidas de los padres y los resultados de parto adversos, incluidos los defectos físicos congénitos», reportó este año la Academia Estadounidense de Pediatría.
«Creo que es grave», comentó Bernard Riola, un pediatra de Waimea.
«Necesitamos un estudio epidemiológico en profundidad. En este momento, simplemente no sabemos” si los pesticidas están causando los defectos congénitos, añadió.
Bennette Misalucha, la directora de la organización que engloba a las empresas agroquímicas en el estado, la Asociación de Mejora de los Cultivos de Hawái, desestimó las preocupaciones de los médicos.
«No hemos visto ninguna fuente creíble de información estadística sanitaria que apoye esas afirmaciones”, escribió en un correo electrónico tras rechazar un pedido de entrevista de IPS.
Las empresas que representa se opusieron firmemente a la ley sobre las zonas de retiro y la declaración de información, que es similar a otras aprobadas por 11 estados de este país, con el argumento de que alejaría las inversiones y provocaría pérdida de empleos, y que los críticos de los plaguicidas son víctimas del alarmismo de los opositores a los alimentos modificados genéticamente.
Las empresas presentaron una demanda contra la ley local y un juez federal la anuló, con el argumento de que solo el estado puede regular el uso de los pesticidas.
Pero Civil Beat, un sitio de noticias de Hawái, denunció que el estado no aplica esa regulación.
Este artículo tuvo el apoyo del Fund for Investigative Journalism.
Traducido por Álvaro Queiruga