Kenia ha tomado importantes medidas para asegurarse de que los adultos mayores no caigan en la extrema pobreza, pasen hambre y terminen muriendo por esas causas.
A raíz de la descomposición de las redes de protección socioculturales, las personas mayores de 60 años terminan cayendo en la pobreza y la indigencia. Según cifras oficiales, hay unos dos millones de adultos mayores entre los 45 millones de habitantes de Kenia.[pullquote]3[/pullquote]
La trabajadora social Beatrice Akoth, residente en Nairobi, dijo a IPS que la gran mayoría de las personas mayores suelen ser frágiles y emocionalmente vulnerables, por lo que necesitan asistencia y apoyo.
“Muchos de nosotros cuidamos a huérfanos con VIH/sida, y otros como yo somos seropositivos”, confesó Diana Ingosi, una de las beneficiarias, residente en el capitalino asentamiento irregular de Kibera.
En ese contexto, y siguiendo la Política Nacional para Personas Mayores y Envejecimiento, de 2009, así como la Política de Protección Social, de 2011, Kenia implementó el programa de transferencia de efectivo, como forma de ofrecer protección social a las personas mayores sin jubilación ni pensión y carentes de un empleo formal.
El programa está dirigido a las personas mayores de 65 años que no tienen ninguna fuente de ingresos, quienes deben justificar su condición de indigentes para recibir unos 20 dólares cada fin de mes.
Antes, la protección social de este sector vulnerable era para quienes estaban registrados en la seguridad social, es decir con un empleo formal, en particular a través del Fondo Nacional de Seguridad Social, lo que dejaba desamparadas a las personas que se desempeñaban en la economía informal.
Según datos oficiales, unos 59.000 adultos mayores se benefician del programa de transferencia de efectivo, pero se prevé que el número aumente a por lo menos 164.000 o un mínimo de unas 565 personas en cada uno de los 290 distritos del país.
“El gobierno también anunció un plan para aumentar el estipendio porque 20 dólares no es suficiente”, indicó Akoth.
En el informe “Estado de las redes de protección social” de este año, el Banco Mundial muestra que los países en desarrollo gastan un promedio de 1,6 por ciento del producto interno bruto en seguridad social, pero Kenia destina cerca de tres por ciento a los programas para adultos mayores, discapacitados, huérfanos y niñas y niños vulnerables.
Eso sumó a este país de África oriental a los siete estados de África subsahariana a la vanguardia en la cobertura social de personas mayores. Los otros son Sierra Leona, Burundi, Sudáfrica, Mauricio, Namibia, y Kenia en séptimo lugar.
Pero a pesar del compromiso demostrado por el gobierno, el programa de protección social se tambalea.
La transferencia monetaria fue revolucionaria y es capaz de cambiar, y hasta de salvar, la vida de las personas, pero Akoth observó que no hay intermediarios entre la comunidad y las autoridades.
“Alguien tienen que encontrar a las personas mayores y registrarlas. Una vez que se aprueba (el beneficio), alguien debe informarles que se hizo la transferencia bancaria para que vayan a cobrar”, explicó.
Al haber personas beneficiarias enfermas y postradas es difícil que alguien cobre por ellas, pues tienen que tener la firma registrada en el banco, acotó.
“Eso hace que los depósitos permanezcan en el banco sin que nadie los cobre y vuelven a las arcas del Estado”, se lamentó Akoth.
Hay más personas beneficiarias en el campo que en las ciudades, pues “existe la percepción de que hay más pobreza en las zonas rurales, pero no es así”, explicó.
Pero Kenia no es el único país con dificultades para implementar este tipo de protección social.
La población mayor de 60 años se duplicará en el mundo de 542 millones de personas, en 1995, a 1.200 millones en 2025, estimó la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2014.
En África subsahariana, Zimbabwe tiene unos 800.000 adultos mayores, según el Centro para Soluciones de Desarrollo Comunitario (CCDS), que coordina la Red Nacional de Personas Mayores, con 64 por ciento ellas viviendo en la pobreza, tanto en áreas rurales como urbanas, según la Agencia Nacional de Estadística.
“La imposibilidad de las personas mayores de participar en la economía formal les impide abandonar las turbias aguas de la pobreza”, explicó a IPS el responsable de comunicaciones del CCDS, Conrad Gweru.[related_articles]
“Las personas mayores se ocupan de niñas y niños huérfanos y vulnerables, pero lo hacen sin los recursos básicos necesarios, lo que les obliga a vender sus bienes para comprar alimentos y pagar los gastos de la escuela, y hundió a muchos en la pobreza”, agregó Gweru.
“Soy pobre porque vendí todo lo que tenía para ocuparme de mis nietos huérfanos”, confirmó Senzeni Dube, de 74 años y residente en Bulawayo, la segunda mayor ciudad de Zimbabwe.
“El gobierno no está comprometido a ayudar a personas como yo”, se lamentó Dube en diálogo con IPS.
“Todavía no se han destinado los recursos previstos en la ley de Personas Mayores, de 2012, y no hay fondos para mejorar su vida mediante pensiones regulares”, acotó Gweru.
El año pasado, con motivo del Día Internacional de las Personas Mayores, Jonathan Mandaza, presidente de la Organización de Personas Mayores de Zimbabwe, dijo que el abuso contra este sector de la población está generalizado en el país, lo que incluye la negligencia estatal.
La campaña Envejecimiento Global (Global Ageing) estima que en África aumentará el número de personas mayores de poco menos de 50 millones a 200 millones para 2050; en África del norte y austral es donde más crece este sector de la población.
En la Carta Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos se creó un protocolo para los derechos de las personas mayores, que está en proceso de aprobación en la Unión Africana.
El documento, que todavía debe ser ratificado, señala las obligaciones específicas de los gobiernos africanos respecto de este sector de la población y los insta a aprobar leyes y políticas para proteger a los adultos mayores.
“Debemos redoblar nuestros esfuerzos para visibilizar el envejecimiento a fin de escuchar e incluir a las personas mayores para que la agenda global cumpla con su verdadera promesa”, remarcó Amina J. Mohammed, asesora especial del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, para la planificación del desarrollo posterior a 2015.