El 70 período de sesiones de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se inauguró formalmente el miércoles 15 y, como de costumbre, se eligió un nuevo presidente, el danés Mogens Lykketoft, quien definió el lema de su Presidencia: “La ONU a los 70: un nuevo compromiso para la acción”.
Un título apropiado pues lo más destacado de este año, la cumbre para adoptar la Agenda de Desarrollo Posterior a 2015, se realizará del 25 al 27 de este mes, justo antes del debate general, segmento de alto nivel que comenzará el 28.
Pero el papa Francisco se dirigirá al plenario el 25, justo antes del debate general. Si bien su santidad es un jefe de Estado y líder de una de las grandes religiones, no es habitual que se acomode de esa manera a un jefe de Estado.[pullquote]3[/pullquote]
Cada período de sesiones de la Asamblea General se considera excepcionalmente importante, aunque algunos se destacan más que otras, el 50, el 60 y ahora el 70.
Nueva York, sede de la ONU, se altera, los precios de restaurantes y alojamientos se disparan sin razón y los neoyorquinos se quejan por los atascos de tránsito en la Primera Avenida, frente al emblemático edificio o donde sea que circulen las delegaciones.
Las sesiones de la Asamblea General son el punto álgido del calendario anual de la Secretaría de la ONU.
Por desgracia, en la Secretaría, hay muchas personas que consideran que es solo una oportunidad para que los gobernantes del mundo hagan grandes discursos, pues las acciones de seguimiento no necesariamente forman parte de sus preparativos, y muchas ideas estimulantes expresadas con elocuencia ante el plenario se pierden por esa razón.
Se construyen especialmente habitaciones para las decenas de reuniones bilaterales, se preparan meticulosamente los encuentros del secretario general con otras autoridades y, desde la Cumbre del Milenio (de 2000), se fijan citas para tomar medidas relacionadas con tratados en un lugar construido especialmente.
Los funcionarios de las misiones permanentes, en especial los más jóvenes, trabajan un número incalculable de horas para satisfacer a los jefes de delegación con los cronogramas. Arreglar las reuniones bilaterales es una tarea demandante.
Capitales, consumidas por su propia importancia, reclaman encuentros bilaterales con los más poderosos. Pero en muchos casos, sus deseos no se pueden cumplir pues los dignatarios solicitados tienen sus propias prioridades o no están disponibles por anteriores encuentros que no les resultaron satisfactorios por interlocutores mal preparados.
Sin embargo, las reuniones bilaterales constituyen oportunidades reales para realizar trabajos esenciales.
La presencia de decenas de autoridades en Nueva York ofrece oportunidades de intercambios constructivos sin necesidad de visitar otro país, que es un gasto de dinero y de tiempo. Se han obtenido muchos logros diplomáticos a través de encuentros “accidentalmente” coreografiados con precisión en los pasillos de la ONU.
Hay jefes de Estado y de gobierno que sencillamente están contentos de estar en Nueva York, lejos de las presiones políticas cotidianas de sus países.
Lejos está la época en que terceros secretarios y agregados acampaban fuera de la Secretaría en la noche antes de la asignación de turnos para las intervenciones, con el fin de tratar de estar entre los primeros oradores.
Si bien la lista se arma de forma electrónica, la Secretaría interviene y hay algunos cambios y presiones para ocupar los primeros lugares por varias razones.
Las preciadas oportunidades para hablar son el primer día del debate general. Como el informe del secretario general y la declaración del presidente de Estados Unidos ocurren en la mañana del primer día, las delegaciones ya saben por experiencia que ese día se aseguran el plenario.
Las delegaciones no aspiran a los últimos lugares en la mañana del primer día, pues suelen superponerse con el almuerzo tradicionalmente organizado por el secretario general para los jefes de Estado y de gobierno visitantes.
Los últimos lugares en la tarde del primer día tampoco son muy codiciados por la posibilidad de que coincida con la recepción que suele realizar el presidente de Estados Unidos.
Hay una tendencia creciente a que los gobernantes se dirijan a la Asamblea General en su propio idioma, a sabiendas de que su mensaje llegará principalmente al público de su país.
En muchos casos, una declaración cuidadosamente preparada en inglés o francés solo llegará a un público compuesto de jóvenes diplomáticos aburridos e internos ocupados mandándose mensajes sobre algo trivial e insignificante en relación con el asunto tratado por el distinguido orador.
Es necesario encontrar una solución al asunto.
En los últimos años, hubo un desfile pintoresco de gobernantes en la Asamblea General, como el líder libio Muammar Gadafi, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, quienes, indefectiblemente, dejaron una impresión. Algunos provocaron salidas. Dos ya no están vivos y el otro se retiró de la política.
Dar un discurso es la principal tarea de los participantes de alto nivel. La tendencia es hablar sobre cualquier tema que desee el jefe de Estado o de gobierno sin prestar atención al tema elegido por el presidente de la Asamblea General.
Por supuesto, a los gobernantes, muchos de los cuales llegaron desde lejos, no les gusta que les toque hablar con un auditorio notoriamente vacío.
Conscientes de esa posibilidad, algunos embajadores invitan a sus colegas para escuchar el discurso de su jefe de Estado o de gobierno.
Lamentablemente, muchos discursos preparados durante meses, presentados en un idioma extraño y elogiados por una delegación aduladora, se olvidan aun antes de que el radiante jefe de delegación se vaya para su casa.[related_articles]
Los discursos que son relevantes contienen ideas que retoman otras delegaciones y que convierten en propuestas orientadas a la acción en resoluciones de la ONU que suponen una obligación para la Secretaría y un peso moral para la comunidad global, en especial cuando cuentan con el apoyo de una mayoría sustancial.
De forma excepcional, algunos terminan en tratados vinculantes.
También es una oportunidad para que las personas que estuvieron alejadas todo un año de sus misiones permanente redescubran la amistad a fin de conseguir ingresar al edificio de la Secretaría para escuchar a sus propios jefes de Estado.
En el 70 período de sesiones, de forma excepcional, el segmento de alto nivel se dividirá en dos.
La Cumbre para adoptar los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se realizará del 25 al 27 de este mes.
Los ODS, formulados por un grupo de trabajo de la ONU mediante un proceso riguroso bajo la conducción de los representantes permanentes de Kenia y Hungría (los embajadores Macharia Kamau y Csaba Korosi) tienen su origen en la declaración final de Río+20 (como se conoce a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, de 2012).
Los 17 ODS fijados continuarán los logros alcanzados con los Objetivos de Desarrollo del Milenio, pero de forma más exhaustiva. Los ODM se consideran la iniciativa más exitosa de la ONU.
Los resultados de los ODM habrían resultado más impresionantes si se hubiera logrado mejor el objetivo ocho (Fomentar una alianza mundial para el desarrollo). El éxito de los ODS también dependerá del cumplimiento fiel de los compromisos en materia de asistencia, aporte de fondos y comercio.
Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor y no representan necesariamente las de IPS – Inter Press Service, ni pueden atribuírsele.
Traducido por Verónica Firme