Con los efectos del calentamiento global cada vez más visibles y ante las complicadas decisiones socioeconómicas indispensables para afrontar esta crisis planetaria, la ciencia necesita una nueva camada de expertos: los científicos sociales especializados en cambio climático.
Reunidos en la pública Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en la capital del país, reconocidos científicos latinoamericanos llamaron a incorporar más ciencia climática humana en las investigaciones sobre el recalentamiento del planeta.
“La solución del cambio climático no está en manos de los científicos naturales. La solución va estar en manos de los científicos sociales: de los políticos, de los politólogos, de los psicólogos, de los sociólogos o los economistas”, dijo a IPS el astrogeofísico Carlos Gay, coordinador del Programa de Investigación en Cambio Climático de la UNAM. [pullquote]3[/pullquote]
En el marco de las jornadas de divulgación científica del Quinto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, en inglés), autores y editores del documento lanzado en 2014 expusieron el estado de la ciencia climática.
Además, integrantes de los tres grupos de trabajo que elaboraron el informe profundizaron en particular en el impacto sobre México y América Central de las alteraciones climáticas, durante el encuentro realizado el 26 y 27 de agosto en el campus de la UNAM, que contó con invitados procedentes de los países del área.
Una y otra vez, la discusión confluyó sobre la necesidad de incorporar más científicos capaces de interpretar las complejas dinámicas sociales que deben resolverse para atender el calentamiento global y que puedan aportar ciencia climática humana en comunidades afectadas por el fenómeno.
Gay explicó que los “científicos duros ya hemos dado la solución hace rato”, pues su lógica es que “si las emisiones son las que causan el cambio climático, pues quita las emisiones”.
Sin embargo, el especialista mexicano reconoció que esto requiere procesos sociales y económicos muy complejos que escapan a su campo.
“La crisis financiera y la crisis climática tienen el mismo origen: los sistemas y los mercados y la visión de progreso que tenemos”, apuntó Gay, quien afirmó desear más científicos sociales de la UNAM investigando en este campo, crucial para la humanidad.
El consumo desmedido de combustibles fósiles, la deforestación para cambio de uso de suelo y la agricultura a gran escala han contribuido a una acumulación excesiva de gases de efecto invernadero en la atmósfera y los océanos desde la Revolución Industrial, aunque en mayor medida desde mediados del siglo XX, coincidieron los expositores.
Este es el tema central que deberán resolver en París los países signatarios de la Convención Marco de Naciones Unidas contra el Cambio Climático, durante las dos primeras semana de diciembre, cuando se realice allí la 21 Conferencia de las Partes (COP21).
En esa cumbre climática debe aprobarse el nuevo tratado universal y vinculante para afrontar la adaptación y mitigación del cambio climático, con la meta de frenar el incremento de la temperatura del planeta en menos de dos grados centígrados y que entrará en vigor en 2020.
En los últimos años, la incorporación de científicos sociales a la ciencia climática ha permitido acercar la investigación a comunidades y poblaciones afectadas, al integrar la abundante información técnica de los científicos naturales con la orientación social de otros especialistas.
“Conforme han ido evolucionado las evaluaciones del IPCC, sobre todo de la tercera en adelante, se ha ido incrementando el número de especialistas en estas materias”, apuntó a IPS el economista cubano Ramón Pichs-Madruga.
Este economista es vicepresidente del Grupo de trabajo III del IPCC, enfocado en los posibles caminos de mitigación del cambio climático, y recordó que estas áreas del conocimiento sirven para “completar la imagen” en conjunto con las ciencias naturales.
Sin embargo, tal como Gay, achacó cierta distancia a los propios científicos sociales, algunas veces enfrascados en sus campos y omisos con respecto al cambio climático.
Así como Pichs-Madruga, hay quienes asumieron el reto tiempo atrás, como la socióloga mexicana-estadounidense Paty Romero, y llevan años buscando el rostro más humano de la investigación científica en cambio climático.
“Los cientistas sociales decimos: cuidado, no es solo calcular cuál probabilidad de un huracán de categoría cinco le pegue al (costero y suroriental) estado mexicano de Tabasco, sino también al hecho de que Tabasco está habitado por gente que puede ser afectada”, explicó Romero a IPS.
Esta doctora en ciencias agrícolas y en políticas urbanas integra el Grupo de trabajo II del IPCC, que analiza los impactos del cambio climático, las posibilidades de adaptación de las personas y sus vulnerabilidades.
En el último informe evaluación del IPCC, ese grupo se enfocó aún más en las complicaciones que el cambio climático podría causar a los seres humanos.
Por su experiencia trabajando con comunidades de las principales ciudades latinoamericanas y asiáticas, Romero subrayó la importancia de incorporar al manejo del cambio climático la tradicional gestión del riesgo que ya se hace en esas poblaciones urbanas.
La especialista destacó que la geografía latinoamericana y la composición tectónica han consolidado un manejo generalizado del riesgo ante desastres, que puede ser clave dada la particular vulnerabilidad al cambio climático de la región, que afecta el presente y el futuro de mucha de su gente.
“El cambio climático no es algo que afecta a los osos polares. Sí los afecta, pero también afecta a muchas de las cosas que queremos, a nuestro territorio y a nuestra identidad, precisamente porque es un problema de desarrollo con condiciones políticas, económicas y sociales”, apuntó la científica.
Para México y América Central, la comprensión del cambio climático como un fenómeno social y económico es crucial, puesto que su ubicación entre dos océanos y su dependencia de la agricultura los hace especialmente vulnerables al calentamiento global.
Además, sus amplios porcentajes de población en condición de pobreza –46 por ciento en el caso mexicano y 48 por ciento en los siete países centroamericanos– resultan las más expuestas a las alteraciones climáticas.
Ello sucede porque las poblaciones con menores recursos viven generalmente en zonas particularmente vulnerables a efectos meteorológicos extremos, como laderas de montañas y costas.
“El cambio climático es un multiplicador de estas amenazas. Si ya tenemos problemas de pobreza, de acceso al agua, viene el cambio climático y multiplica los riesgos”, apuntó la científica mexicana Úrsula Oswald, también investigadora de la UNAM y autora del IPCC.
Para Oswald, un punto clave para la gestión de la adaptación al cambio climático pasa por comprender el rol de las mujeres como motor social de sus comunidades, algo que ella ha visto en su estado natal de Morelos, en el centro de México.
“Son las mujeres la que manejan en forma eficiente el agua, las que han recuperado el bosque y los ríos, las que manejan adecuadamente su entorno y son las responsables de la salud y la comunidad”, resaltó Oswald.
Editado por Estrella Gutiérrez