Agobiados por una ola de calor, en un verano boreal con temperaturas inusualmente altas, la población de la atribulada ciudad de Alepo, en el norte de Siria, debe hacer frente a otro enemigo: la sed.
El conflicto, que comenzó en marzo de 2011 como un levantamiento popular contra el régimen del presidente Bashar al Assad, no tiene señales de un cese de los combates entre los múltiples grupos armados, entre los que destacan el Estado Islámico.
Atrapados en medio del conflicto, la población civil de Siria paga el precio más alto, con millones de personas obligadas a huir del país. Quienes quedaron en territorio sirio sufren una pesadilla permanente, que empeoró a principios de este mes con la interrupción del suministro de agua.[pullquote]3[/pullquote]
Algunos servicios se recuperaron desde entonces, pero la situación todavía es muy precaria, y las agencias internacionales de salud redoblan esfuerzos para evitar epidemias derivadas del agua contaminada.
“Los cortes de agua cayeron en el peor momento, cuando los sirios sufren una intensa ola de calor estival”, observó Hanaa Singer, representante en Siria del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), en un comunicado divulgado el 22 de julio.
“Algunos barrios hace casi tres semanas que no tienen agua; hay cientos de niñas y niños sedientos, deshidratados y vulnerables a las enfermedades”, remarca.
Unos 3.000 niños y niñas, 41 por ciento de los que se atienden en las clínicas de Alepo asistidas por Unicef desde principios de julio, presentaron casos leves de diarrea.
“Nos preocupa que el suministro hídrico en Alepo pueda volver a cortarse en cualquier momento, agravando lo que ya es una severa crisis de agua en todo el país”, señaló Singer.
Unicef criticó a las partes en conflicto por apuntar contra las cañerías de suministro de agua, una acción claramente prohibida por las leyes de guerra.
Los fuertes combates en zonas civiles, y el consiguiente desplazamiento de un gran número de personas en todo el país, debilitó la frágil red de suministro de agua y de saneamiento del país.
Hubo 105.886 casos agudos de diarrea en la primera mitad de este año, así como un rápido aumento de los casos de hepatitis A.
En Deir-Ez-Sour, una gran ciudad del este de Siria, el vertido de aguas residuales en el río Eufrates generó una crisis sanitaria entre la población local que usa el recurso para cocinar, lavar y beber. Unicef registró unos 1.000 casos de tifoidea en la zona.
Unicef distribuyó 18.000 botiquines para atender casos de diarrea y ayudar a niñas y niños enfermos. Además, trabaja con sus socios en el terreno para entregar pastillas potabilizadoras a cerca de un millón de personas.[related_articles]
Con el aumento de los precios del combustible, que llegó a 2,6 dólares por litro en julio, en la noroccidental ciudad de Idleb, las familias empobrecidas por el conflicto, se vieron obligadas a recortar su consumo de agua.
Las estaciones de bombeo también redujeron de forma drástica la cantidad de líquido por persona, limitando el suministro a 20 litros por día.
Los esfuerzos de Unicef distribuir dispositivos capaces de potabilizar el agua sufrieron un duro revés en abril, cuando cerró el cruce fronterizo con Jordania, una ruta que usaba habitualmente para llevar medio millón de litros al mes de productos para tratar el agua.
A pesar de las dificultades, Unicef triplicó el volumen de suministro de emergencia de 800.000 a 2,5 millones de litros de agua al día, lo que representa 15 litros por persona para unos 200.000 individuos.
Organizaciones humanitarias como Oxfam, la Media Luna Roja de Siria y el Comité Internacional de la Cruz Roja ayudan a la Organización de las Naciones Unidas a sostener al pueblo sirio.
Además de transportar millones y millones de litros de agua al mes, Unicef ayudó a excavar 50 pozos, de los que se extraen unos 16 millones de litros al día.
Todavía hay alrededor de medio millón de personas en Alepo que ya no saben que hacer para tratar de encontrar agua limpia a fin de cubrir las necesidades diarias de sus familias.
En todo el país, unas 15 millones de personas dependen de una limitada red de suministro de agua vulnerable.
Editado por Kitty Stapp / Traducido por Verónica Firme