Ubicada en una zona privilegiada por las corrientes aéreas y la radiación solar, América Central sigue atada a la generación de energía térmica e hidroeléctrica a gran escala y desaprovecha la posibilidad de incluir a las comunidades en proyectos menos invasivos y más limpios.
Aunque lleva años intentando avanzar en la generación de energía renovable, la región promedia 36 por ciento de electricidad producida desde enormes plantas que consumen carbón o derivados del petróleo.
Los tomadores de decisión de América Central todavía desprecian el enorme potencial eólico y solar que podría reducir sus emisiones de carbono y, paralelamente, empoderar a comunidades vulnerables, principalmente en zonas alejadas, facilitando su acceso a la electricidad.
“De manera general, la región centroamericana no está aprovechando el total de su potencial, principalmente porque no se han elegido las rutas de inversión”, explicó a IPS el oficial de energías renovables del nicaragüense y no gubernamental Centro Humboldt, Javier Mejía.
El especialista explicó que, a diferencia de los megaproyectos del pasado, “las solares y eólicas podrían tener más lugar en zonas aisladas y pueden atender a pequeños grupos poblaciones donde al (sistema) interconectado le sea complicado llegar”.
Un análisis del próximo Estado de la Región, producido por el costarricense Consejo Nacional de Rectores, determinó que la región utiliza tan solo cerca de uno por ciento de su potencial eólico.
Además, este informe, que será publicado en 2016 y a cuyos resultados sobre energía tuvo acceso un grupo de periodistas, determina que los países de la región poseen entre dos y tres veces más de radiación solar anual que Alemania, el líder mundial en el aprovechamiento de esta fuente.
Añade que todavía está inexplorado 85 por ciento el potencial geotérmico, aunque gran parte es de difícil acceso.
El análisis recoge los datos de Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá, que en conjunto cuentan con 45 millones de habitantes.
Durante décadas, los países centroamericanos apostaron por producir electricidad con la fuerza de los ríos y con enormes plantas que consumen derivados de petróleo o carbón, apoyados en un sistema que descarga la mayoría de la inversión sobre corporaciones privadas.
En 2014, las instalaciones hidroeléctricas aportaron 45 por ciento de la electricidad final de la región y los combustibles fósiles 36 por ciento, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Según Mejía, una debilidad de la región es que “muchos países dependen de la inversión extranjera que genera muchas veces megaproyectos que por sí mismos no resuelven la problemática energética, sino que acarrean una serie de daños sociales y ambientales”.
Un estudio del no gubernamental Observatorio de Multinacionales en América Latina (Omal), publicado en 2014, reveló que 11 empresas privadas (solo tres de ellas centroamericanas) controlan 40 por ciento de la producción eléctrica de América Central.
La participación estatal, según el estudio de Omal, ronda 35,7 por ciento.
La situación de la presencia de energías limpias en la región varía de país a país. Mientras Costa Rica espera cerrar 2015 con 97 por ciento de su electricidad tomada de fuentes renovables, Nicaragua y Honduras todavía abastecen más de la mitad de su demanda con carbón y derivados del petróleo.
Panamá aumentó su dependencia de los combustibles fósiles entre 2000 y 2013, mientras que El Salvador apostó con mayor fuerza por el potencial geotérmico, una fuente abundante en el país. Guatemala destaca por tener la mayor presencia relativa de carbón, la fuente energética más sucia.
El intergubernamental Sistema de Integración Centroamericana (Sica) controla el mercado eléctrico entre los países del istmo y en teoría opera como bloque de negociación en las cumbres climáticas, pero en los momentos decisivos cada país vota por su cuenta.
En una reunión en Antigua, en junio, los gobernantes centroamericanos, junto con los de México y de Colombia se comprometieron en julio a mantener una posición conjunta durante la 21 Conferencia de las Partes (COP21) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que se realizará en París en diciembre.
Las emisiones centroamericanas de gases que impulsan el calentamiento global suman solo 0,8 por ciento del total mundial, pero la necesidad de hacer el traslado hacia una matriz energética más limpia apremia.
El último informe de la Comisión Global sobre Economía y Clima determinó que alrededor de 96 por ciento de las emisiones contaminantes se deben reducir para 2030, si se quiere mantener el incremento de la temperatura global por debajo de los dos grados centígrados, el tope que por años recomendaron los científicos para evitar cambios irreversibles en el planeta.
“Si bien no somos el origen de las principales emisiones de gases de efecto invernadero, hay un factor de vulnerabilidad en el abastecimiento a futuro”, indicó a IPS el coordinador del Estado de la Región, Alberto Mora.
El investigador también advirtió sobre los efectos nocivos que tiene una matriz energética sucia sobre las economías de la región. Entre 2000 y 2013, el peso de la factura petrolera contra el producto interno bruto de la región pasó de 3,5 por ciento a 8,5 por ciento.
La investigación también arrojó que los centroamericanos usan solamente 15 por ciento de su potencial geotérmico, la energía más limpia y más estable, aunque una parte importante está en áreas protegidas de la región.
Pero Mora recordó que las inversiones en infraestructura que se requieren para aprovechar la energía almacenada dentro de la tierra, al igual que sucede con la hidroelectricidad, suelen ser más costosas y más invasivas que las que hacen falta para usar el potencial de las fuentes fotovoltaica y eólica.
“Esto nos debería motivar a diversificar la matriz energética y a buscar fuentes renovables y locales”, apuntó Mora.
Hay pasos que la región centroamericana está dando hacia estas energías renovables. Así lo reconoce Sonia Wheelock, coordinadora de incidencia y energía para Nicaragua del holandés Instituto Humanista de Cooperación con Países en Desarrollo (Hivos, en holandés).
“Ha habido un avance bastante grande en los últimos 20 años, más acentuado en la última década, hacia la energía renovable y principalmente hacia los no tradicionales”, explicó Wheelock a IPS.[related_articles]
Este aumento ha permitido la incursión de la producción geotérmica y eólica, que juntas ahora suman 12 por ciento del total regional, frente a ocho por ciento hace una década. Lentamente, esto ha cerrado ciertas brechas entre las comunidades más desposeídas y las urbes con mayor desarrollo energético.
Sin embargo, la especialista señala que “en las condiciones actuales, si no se hace un cambio de prioridades, dudo que podamos llegar a avanzar mucho más de lo que tenemos en energías renovables”.
A falta de políticas públicas claras, la generación renovable comunitaria ha sido liderada por la Alianza Centroamericana para la Sostenibilidad Energética (Accese), conformada por la sociedad civil para impulsar el aprovechamiento de las fuentes de energía renovable de baja potencia y la eficiencia energética.
“Las energías renovables resuelven el problema de los sistemas de combustibles fósiles que están basados en materias primas importadas y contaminantes y al mismo tiempo facilitan el acceso a la energía para las personas sin ella”, dijo a IPS la coordinadora de Accese, Melina Campos.
La especialista sostiene que hay un amplio potencial que permite aprovechar tanto “el carácter medioambiental de la energía renovable, pero también el carácter humano”.
“Este, yo creo, es el meollo del asunto”, sentenció.
Editado por Estrella Gutiérrez