Tras el nacimiento de su tercer hijo, Smita, una residente en la capital de India, se sintió “desconectada y deprimida”, a veces por varios días seguidos. “Mucho después me dijeron que había sido una grave depresión posparto, pero entonces no me hicieron un buen diagnóstico”, relató a IPS.
“Mi matrimonio no estaba bien, y como los síntomas no desaparecían, mi esposo estaba deseoso de pedir el divorcio, a lo que cual me resistí”, recordó.[pullquote]3[/pullquote]
Tras una sesión terapéutica, a Smita le diagnosticaron trastorno bipolar, un desorden psiquiátrico caracterizado por oscilaciones maniaco-depresivas. “Nadie sugirió realizar una segunda consulta y mis padres y esposo se quedaron con esa etiqueta”, se lamentó.
Un día, durante un severo ataque de pánico, Smita encontró 10 policías fuera de su casa.
“Me llevaron a un conocido hospital en Nueva Delhi, donde los médicos me sedaron sin examinarme. Cuando resurgí después de una semana, descubrí que me habían sacado mi teléfono y mi billetera”, recordó.
Todas sus súplicas para hablar con su marido y sus padres fueron ignoradas. Fue el inicio de una pesadilla que duró casi dos meses, la mayor parte del tiempo en aislamiento.
“Las enfermeras eran desagradables y crueles. Recuerdo una vez que me dolía todo el cuerpo y la enfermera me clavó una jeringa sin indagar cuál era el problema”, añadió.
Otra vez, cuando dejó de comer en protesta porque le negaron una llamada de teléfono, la arrastraron por la sala. “Hubo mujeres que me contaron que las agredían y abusaban de ellas”, subrayó.
De hecho, no todas las pacientes que languidecen en instituciones mentales sufren realmente de problemas psiquiátricos. A algunas las internan porque tenían amantes o estaban envueltas en disputas familiares por la propiedad de algún bien.
Pocos días después de recibir el alta, el esposo de Smita presentó la demanda de divorcio alegando su inestabilidad psíquica. “Me di cuenta que preparaba todo el caso para quedarse con la custodia de los niños”, añadió.
Aislada y con miedo, Smita no encontró la fuerza ni el apoyo para defenderse. Poco después, su esposo logró la custodia total de los hijos de ambos.
“Mi médico dice que estoy bien, no tomo ninguna medicación, pero todavía cargo con el estigma. No puedo ver a mis hijos y ya no confío en mis padres”, confesó a IPS.
El grado de violencia que sufren las mujeres en las instituciones de salud mental en India quedó en evidencia en el informe “Tratadas peor que animales”, publicado por la organización Human Rights Watch (HRW), con su sede central en Nueva York.
Ratnaboli Ray, quien trabaja en derechos de salud mental en el estado de Bengala occidental desde hace 20 años, dijo que en promedio una de cada tres mujeres son internadas en esas instituciones sin justificación médica.
“La ley establece que solo se necesita de un psiquiatra dispuesto a certificar que una persona tiene un problema psiquiátrico para institucionalizarla”, explicó Ray, quien fundó Anjali, una organización que trabaja con tres instituciones de salud mental de ese estado.
“Muchas familias lo usan como artimaña para privar a las mujeres de dinero, propiedad o vida familiar. Una vez que ingresan a esos lugares pierden la ciudadanía y sus derechos”, subrayó.
Ray contó el caso de Neeti, ingresada a un hospital psiquiátrico con poco más de 20 años porque dijo que escuchaba voces. “Cuando la conocimos tenía cerca de 40 y estaba totalmente recuperada, pero su familia no la quería de vuelta porque habían intereses inmobiliarios en juego”, explicó.
Con ayuda de Anjali, Neeti peleó y logró acceder a lo que le correspondía de la propiedad familiar y pudo abandonar la institución médica.
“Apenas hay aire o luz. A diferencia de los hombres a quienes se les permite cierta movilidad dentro de la institución, a las mujeres las tienen como ganado”, denunció Ray. En muchos hospitales, no les dan ropa interior ni toallas sanitarias.
Los abusos sexuales son impresionantes “porque está fuera del espacio público y hay una falta de legitimidad asumida en lo que dicen, sus quejas quedan invalidadas porque están ‘locas’”, añadió Ray.
Los embarazos no deseados y los abortos forzados impactan en su salud mental y física. Languidecen durante años, descuidadas y desatendidas.
“Uno no puede evitar notar el flagrante contraste entre los sectores masculinos y femeninos”, remarcó Vaishnavi Jaikumar, quien fundó The Banyan, una organización que ofrece asistencia psicológica en Chennai, capital del sureño estado de Tamil Nadu.
En el ala masculina se ven “esposas y madres que visitan a sus familiares con alimentos y mudas de ropa limpia, mientras que los sectores femeninos están vacíos”, relató. Además, el número de altas en estos últimos es mucho más bajo.
La salud mental está entre las últimas preocupaciones del sistema de salud pública de India.
Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el gobierno de India solo destina 0,06 por ciento del presupuesto de la salud a la atención psiquiátrica y psicológica.[related_articles]
El Ministerio de Salud indio señala que entre seis y siete por ciento de la población sufre problemas psicosociales, pero hay un solo psiquiatra cada 343.000 habitantes.
El caso de los psicólogos es peor, hay un solo profesional cada un millón de personas.
India solo tiene 43 hospitales psquiátricos en todo el país, una grave carencia para una población de 1.200 millones de habitantes. El Programa de Salud Mental por Distrito solo está presente en 123 de los 650 que tiene el país, según HRW; el pronóstico para las personas con problemas psiquiátricos es desolador.
Las mujeres sufren el doble de depresión que los hombres. Los especialistas señalan que la pobreza, la discriminación de género y la violencia sexual son factores que dejan a las mujeres en una situación de mayor vulnerabilidad frente a los trastornos psiquiátricos.
Gopikumar, de la organización The Banyan, propone soluciones creativas más humanas como Housing First, en Canadá, que abarca tanto a las personas sin hogar como a las que sufren problemas psiquiátricos.
En la actualidad, The Banyan lleva adelante una experiencia de atención basada en la comunidad y financiada por la Fundación Bill y Melinda Gates y el gobierno de Canadá.
“Nuestro modelo se basa en la vivienda y un modelo inclusivo como herramienta para la integración en la comunidad”, explicó Gopikumar.
“Las personas más pobres del mundo son las que tienen discapacidades y la mayoría de ellas son mujeres. Sufren la pobreza tanto por discriminación de casta como de género; es hora de que abramos los ojos al problema”, subrayó.
Editado por Kanya D’Almeida / Traducido por Verónica Firme