Cuando Shola tenía 13 años, hace dos, lo echaron de su casa en Abeokuta, en el sudoeste de Nigeria, después de que su familia se enteró que el análisis de VIH le había dado positivo. Entonces vivía con su padre, la esposa de este y sus siete hijos.
“La madrastra insistió en que Shola (nombre ficticio para proteger su identidad) tenía que irse porque podía infectar a los otros niños”, relató Tayo Akinpelu, director de la Iniciativa Salvadores de Futuro para la Juventud, en diálogo con IPS.[pullquote]1[/pullquote]
Akinpelu recurrió a la mamá de Shola, quien se había vuelto a casar. Pero esta se negó a ayudar arguyendo que el padre debía hacerse responsable de su hijo.
“Shola se sintió un paria”, relató Akinpelu. Al final, sus abuelos se hicieron cargo de él.
El VIH (virus de inmunodeficiencia humana), causante del sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), destruye a las familias en Nigeria y, en general, en África, donde esta enfermedad se volvió la principal causa de muerte entre los adolescentes.
“Es totalmente inaceptable”, se lamentó Craig McClure, jefe del programa de VIH del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en Nueva York. “Es más, las muertes vinculadas al sida disminuyen en todos los grupos etarios, salvo en la adolescencia”, apuntó.
Los fallecimientos relacionados con el sida cayeron 30 por ciento entre 2005 y 2012, pero aumentaron 50 por ciento entre los adolescentes, según un informe de Unicef.
Miedo a pedir ayuda
Una de las razones de la gran cantidad de muertes, según Arjan de Wagt, jefe de VIH/sida de Unicef en la ciudad nigeriana de Abuya, es que muy pocos adolescentes reciben tratamiento con antirretrovirales.
De las 3,1 millones de personas portadoras del VIH en Nigeria, la mitad tienen menos de 24. Pero solo dos de cada 10 de las mayores de 15, y una de cada 10 menores de 15, recibían medicamentos en 2013, dijo De Wagt a IPS.
La exclusión de la familia y de la sociedad, como le ocurrió a Shola, o el miedo al rechazo hace que estos adolescentes no reciban la ayuda necesaria.
“Muchos adolescentes con VIH mueren en silencio porque tienen demasiada vergüenza como para recibir tratamiento”, confirmó a IPS la psicóloga de adolescentes residente en Lagos, Blessing Uju.
“La vergüenza es aún mayor entre las niñas. En Nigeria, si eres portador del VIH, parece que fueras una trabajadora sexual”, explicó.
Sally (nombre ficticio para proteger su identidad) no le dijo a sus padres ni hermanos que el análisis de sida le dio positivo hace cuatro años, cuando tenía 19. “Hay mucho estigma a nivel familiar”, indicó.
Y si bien era consciente de los peligros de no tomar la medicación con regularidad. Sally solía saltearse algunas pastillas para que en su casa no la vieran hacerlo.
“Los jóvenes necesitan una persona de confianza. Si no son lo suficientemente fuertes, pueden terminar por quitarse la vida”, remarcó.
Los adolescentes necesitan ayuda para seguir tomando antirretrovirales, subrayó Akinpelu.
Los abuelos de Shola solían preparar la primera comida del día por la tarde hasta que Akinpelu les explicó que las pastillas pueden causar náuseas si se consumen con el estómago vacío y que el joven iba a necesitar una comida sustanciosa más temprano.
El cansancio del tratamiento afecta más a los adolescentes, explicó Uju. “Algunos dicen que prefieren morir antes que consumir la medicación”, añadió.
Alta mortalidad
De los 2,1 millones de adolescentes con VIH que había en el mundo en 2012, más de 80 por ciento viveían en África subsahariana, según el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida (Onusida).[pullquote]2[/pullquote]
En Malawi, con 93.000 adolescentes portadores de VIH, pierden la vida 6.900 por causas vinculadas al sida.
La gran mortalidad tiene que ver con diagnósticos demorados y con el inicio del tratamiento demasiado tarde, explicó Judith Sherman, de Unicef en Lilongwe.
La política de Malawi es que se debe ofrecer el análisis de VIH a todos los niños y niñas que se atiendan en centros de salud. “Pero por desgracia, no se realiza de forma rutinaria”, se lamentó.
La adhesión de los adolescentes a los antirretrovirales es más baja que la de los adultos, precisó Sherman, “por varias razones como fatiga del tratamiento, depresión, miedo al estigma, negación y relaciones familiares inestables”.
Los 165.000 adolescentes que se estima son portadores del VIH en Tanzania sufren dificultades similares a sus pares de Nigeria y Malawi (ver recuadro adjunto).
Allison Jenkins, directora de VIH/sida de Unicef en Tanzania, dijo que los clubes son una de las formas efectivas de ayudar a los adolescentes.
“Los clubes de adolescentes mejoran la adhesión al tratamiento, en especial entre quienes concurren de forma asidua”, añadió en diálogo con IPS.[related_articles]
VIH entre las adolescentes
Es alarmante el sesgo de género que tiene la prevalencia del VIH, pues la tasa de infección entre las adolescentes es lo que Onusida considera “inaceptablemente alta”.
La prevalencia de la enfermedad en las adolescentes de entre 15 y 19 años en Mozambique es de siete por ciento, más del doble de los varones de su misma edad. Botswana presenta un escenario similar.
Lucy Attah, de la organización Mujeres y Niños que viven con VIH y Sida, con sede en Lagos, atribuyó la situación a la pobreza.
“Las niñas se ven obligadas a cambiar sexo por dinero para mantenerse”, indicó. “La presión de conseguir fondos es mayor en las ciudades, donde las adolescentes compiten por los mejores teléfonos móviles o ropa”, añadió.
Las adolescentes se inician en la actividad sexual, en las drogas y el alcohol, se sienten invulnerables y experimentan la presión social y económica de volverse adultas. El VIH y la falta de servicios de salud especiales para jóvenes son las claves del problema, señala el informe de Unicef.
“Tenemos que hacer más y hacerlo bien, concentrarnos en África subsahariana y en las adolescentes, que es donde está la mayor carga” de la enfermedad, subrayó McClure.
Editado por Mercedes Sayagues / Traducido por Verónica Firme