Un representante de la sociedad civil hizo reír a los presentes cuando declaró su «admiración por el delegado de Estados Unidos que, con una intervención insensible, inoportuna, inadecuada y diplomáticamente inepta, logró disipar la considerable buena voluntad” que Washington había obtenido al participar en la Conferencia sobre el Impacto Humanitario de las Armas Nucleares.
Richard Lennane, que se autodenomina el «jefe inflamatorio» deWildfire, una organización con sede en Ginebra dedicada al desarme, pronunció esas palabras en la sesión final de la conferencia celebrada en Viena el lunes 8 y el martes 9 y que fue la tercera de su tipo luego de las de Oslo, Noruega, en 2013 y de Nayarit, México, a principios de este año.[pullquote]3[/pullquote]
A diferencia de las conferencias anteriores, Estados Unidos y Gran Bretaña, dos de los cinco mayores poseedores de armas nucleares, junto con China, Francia y Rusia, estuvieron presentes en la reunión de Viena.
Pero el tenor de la jerga diplomática de Washington fue muy distinto al de los discursos de alto impacto emocional de los sobrevivientes de las bombas atómicas en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki y de los ensayos nucleares en Australia, Islas Marshall y Kazajistán.
Sus testimonios sobre las terribles consecuencias de las armas nucleares complementaron otras ponencias que proporcionaron datos y conclusiones de investigaciones.
El embajador Adam Scheinman, representante especial del presidente de Estados Unidos en materia de no proliferación, aseguró que «el fundamento de todos nuestros esfuerzos, que se remonta décadas, ha sido nuestra comprensión clara de las consecuencias humanitarias del uso de las armas nucleares».
Estas palabras no impresionaron a muchos de los participantes en Viena ni dieron motivos de esperanza de que la conferencia de examen delTratado de No Proliferación Nuclear (TNP) a celebrarse en 2015 vaya a prosperar.
«Casi cinco años después de la exitosa conferencia de examen del TNP en 2010, la aplicación del plan de acción de consenso, en particular de las 22 medidas de desarme interrelacionadas, ha sido muy decepcionante”, declararon en un comunicado conjunto la Asociación de Control de Armas, elInstituto de Investigación de la Energía y el Medio Ambiente, el Proyecto de Información Nuclear de la Federación de Científicos Estadounidenses, Médicos por la Responsabilidad Social y laUnión de Científicos Preocupados.
«Desde que entró en vigor el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (Nuevo START) en 2011, «Rusia y Estados Unidos no han iniciado las conversaciones para reducir sus enormes arsenales nucleares, que superan con creces cualquier requisito plausible de disuasión», agrega el comunicado.
En 2015 también se conmemorará el 70 aniversario de los bombardeos atómicos de Estados Unidos sobre Hiroshima y Nagasaki, cuyas consecuencias aún las sufren los hibakusha (sobrevivientes) y sus familias, como Setsuko Thurlow, embajadora de la paz y sobreviviente de la explosión del 6 de agosto de 1945.
«Las consecuencias de cualquier uso de las armas nucleares serían devastadoras, de larga duración e inaceptables. Los gobiernos simplemente no pueden escuchar estas evidencias y oír estos testimonios humanos sin tomar medidas», exhortó Akira Kawasaki, de la organización pacifista japonesaPeaceboat.
«La única solución es prohibir y eliminar las armas nucleares, y tenemos que empezar ahora», añadió.
El embajador Scheinman aseguró que “Estados Unidos entiende plenamente las graves consecuencias que implica el uso de las armas nucleares y le da la mayor prioridad a evitar su uso”. Washington “está junto a todos los que aquí buscan la paz y la seguridad de un mundo sin armas nucleares”, agregó.
«Estados Unidos seguirá trabajando para crear las condiciones de un mundo así, con la ayuda de las diversas herramientas, tratados y acuerdos, incluido el régimen del TNP», declaró.
Independientemente de la veracidad de la afirmación de Estados Unidos, los comentarios secos y previamente preparados de Scheinman contrastaron abiertamente con las apasionadas súplicas de los representantes de 44 de los 158 Estados participantes, que coincidieron en el concepto de que, mientras existan las armas nucleares, el riesgo de su uso debido a su diseño, error de cálculo o locura, técnica o error humano sigue siendo real.
Esos 44 Estados representados en Viena dieron su apoyo a un tratado que prohíba las armas nucleares.
En un mensaje que envió a la conferencia, el papa Francisco pidió que las armas nucleares se “prohíban de una vez por todas».[related_articles]
Las iniciativas de Oslo, Nayarit y Viena llevaron las “consideraciones humanitarias a la vanguardia del desarme nuclear. Energizaron a la sociedad civil y los gobiernos por igual. Nos obligaron a tener en cuenta las consecuencias terribles que podrían resultar del uso de las armas nucleares», expresó el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, a través de Angela Kane, la Alta Representante de la Oficina para Asuntos de Desarme del foro mundial.
Ban dijo que tener en mente esas terribles consecuencias es esencial para enfrentar a aquellos que ven a las armas nucleares como una respuesta racional a las crecientes tensiones internacionales o como símbolo de prestigio nacional.
El secretario general criticó «el sinsentido de verter fondos a la modernización de los medios para nuestra destrucción mutua mientras no cumplimos con los desafíos planteados por la pobreza, el cambio climático, el extremismo y la acumulación desestabilizadora de las armas convencionales».
En «el año 70 de la era nuclear», Ban dijo que «la posesión de armas nucleares no impide que las controversias internacionales se produzcan, pero hace que los conflictos sean más peligrosos».
Mantener a las fuerzas en alerta no brinda seguridad, sino que aumenta la probabilidad de accidentes, agregó. La defensa de las doctrinas de la disuasión nuclear no contrarresta la proliferación, pero hace que las armas sean más deseables, subrayó.
Un creciente número de Estados con armas nucleares no garantiza la estabilidad mundial, sino que la socavan, concluyó.
Editado por Kitty Stapp / Traducido por Álvaro Queiruga