La epidemia de ébola continúa haciendo estragos en las vidas y los medios de subsistencia de la población de África occidental, mientras que la atención se enfoca no solo en los aspectos sanitarios de la crisis, sino también en sus consecuencias sociales y económicas.
Por supuesto, los aspectos humanos y médicos de la crisis siguen en primer plano. La pérdida de un cónyuge, un hijo u otro pariente cercano es devastadora. El sector de la salud se encuentra bajo una enorme presión para lidiar con los enfermos, e incluso proteger a sus propios trabajadores del contagio.
También hay consecuencias sanitarias para quienes no están afectados por el ébola, ya que el acceso a la atención médica se reduce debido al cierre de hospitales y clínicas, la pérdida de personal médico y de enfermería y el aumento de las tarifas de los profesionales privados de la salud.[pullquote]3[/pullquote]
La cobertura de vacunación, por ejemplo, ya había descendido a 50 por ciento en julio. Las mujeres embarazadas luchan por obtener una atención experta en maternidad, y en algunos casos son rechazadas por las pocas instituciones que aún funcionan.
El cierre de los centros de salud interrumpió el tratamiento de las personas con VIH (virus de inmunodeficiencia humana) que reciben medicamentos antirretrovirales y de aquellas con enfermedades crónicas. El sistema de salud pública prácticamente colapsó en algunas partes de las zonas más afectadas por el ébola.
Antes de la crisis actual, la economía de Liberia experimentó un crecimiento impresionante, de hasta 8,7 por ciento en 2013. Para este año se proyectaba una caída del crecimiento del producto interno bruto (PIB) a 5,9 por ciento, ya que la producción minera se estabilizó temporalmente, junto con la caída de los precios internacionales del caucho y el mineral de hierro.
El PIB crecería 6,8 por ciento en 2015 y 7,2 por ciento en 2016, según esa proyección. Pero ahora que la actividad económica se contrajo en la mayoría de los sectores habrá que revisar esos pronósticos de crecimiento.
También hay una cuestión de fondo que nos ocupa. El impresionante crecimiento reciente de Liberia no fue equitativo ni inclusivo. Aproximadamente 57 por ciento de los cerca de cuatro millones de habitantes del país vive por debajo del umbral de la pobreza y 48 por ciento vive en situación de pobreza extrema.
La falta de desarrollo equitativo e inclusivo significa que más de la mitad de los habitantes, especialmente las mujeres, las niñas y los niños, son particularmente vulnerables a los shocks y las crisis. En definitiva, esto hace que el país entero sea menos sólido y tenga una capacidad menor para manejar crisis de cualquier magnitud.
Parte del desafío que radica en la recuperación de los medios de vida es de naturaleza psicológica. Al final, el miedo y el aislamiento pueden acabar con más vidas que el propio virus del ébola si las empresas no trabajan, los medios de subsistencia desaparecen y los servicios públicos no funcionan.
La reducción de los ingresos fiscales se acompaña de la disminución en la capacidad de respuesta estatal a la crisis. Se prevé que los ingresos desciendan a medida que el ébola continúe segando la vida de los liberianos y el gobierno mantenga las restricciones a los viajes como parte del estado de emergencia.
Es probable que esta situación repercuta en breve en el pago de los sueldos de los empleados públicos, lo cual podría paralizar al país aún más. La confianza en el gobierno también está en juego, a medida que se vuelve cada vez más incapaz de brindar protección a sus ciudadanos y de prestar los servicios que estos necesitan con urgencia.
Simultáneamente, los precios de los alimentos cultivados en el país y de los importados suben debido a que el estado de emergencia, los bloqueos militares de las carreteras y las restricciones a los viajes frenan el comercio. El círculo vicioso de la caída de la demanda de los consumidores y el descenso en los niveles de ingresos amplifica esta tendencia.
Con este panorama, es fundamental poner en marcha mecanismos adecuados de protección social, ya que la caída del ingreso disponible hace que las familias no puedan pagar los servicios de alimentación y salud.[related_articles]
Esto no solo contribuiría con la mejora de la estabilidad y la seguridad social, sino que también haría más sólida y resistente a la sociedad de Liberia en su conjunto.
De hecho, una gran parte de la población necesita la asistencia pública. Los últimos datos indican que cerca de 78 por ciento de la fuerza laboral está en una situación de empleo vulnerable. En contraste, los empleados con remuneración formal, unas 195.000 personas, representan solo alrededor de cinco por ciento del total de habitantes.
Aproximadamente 13 por ciento de los hogares no tienen acceso a una alimentación suficiente y 28 por ciento son vulnerables a la inseguridad alimentaria. Si los segmentos más pobres de la población logran acceder a algún tipo de mecanismo de protección social, eso les permitirá resistir mejor la crisis actual, así como las futuras.
En las partes más remotas del país, lejos del bullicio de la capital, Monrovia, también es necesario fortalecer la capacidad de las autoridades locales para manejar la crisis, por ejemplo mediante la mejora de los mecanismos de monitoreo y el suministro de equipos de protección a quienes están en contacto directo con los pacientes de ébola y los cadáveres.
El resurgimiento de la crisis del ébola en julio y su agravamiento gradual hasta convertirse en una emergencia nacional en Liberia desviaron la atención y los recursos a disposición de las autoridades hacia la contención del virus.
En esta fase de la crisis, es necesario actuar en todos los frentes para lidiar con los devastadores desafíos sanitarios, sociales y económicos antes de que Liberia y otros países afectados vean desaparecer paulatinamente las conquistas ganadas con esfuerzo en el ámbito del desarrollo.
Editado por Kitty Stapp / Traducido por Álvaro Queiruga
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