Magda Ibrahim se enteró de que tenía cáncer de endometrio cuando consultó por dolores en la vejiga y una menstruación anormal. Como no podía pagar el tratamiento recomendado y no tenía seguro médico, esta viuda de 53 años optó por una alternativa más barata y, creía ella, más rápida.
Un jeque musulmán local decía que practicaba conjuros religiosos y, mediante una donación conveniente, curaba el cáncer. Pero como los síntomas persistían, Ibrahim consultó a un herbolario popular, cuya wasfa (droga secreta o elixir de hierbas) tenía fama de reducir los tumores.
“Me sentí mucho mejor durante unos meses y pensé que el tumor se estaba reduciendo”, relató. “Pero luego empeoré”, apuntó a IPS.
Cuando volvió al hospital al año siguiente, los análisis revelaron que todavía tenía el tumor y que el cáncer se había propagado a los ganglios linfáticos. Incluso, la mezcla de hierbas que tomaba le había causado problemas renales.[pullquote]3[/pullquote]
Egipto es un manantial de ese tipo de medicina, explicó a IPS el pediatra Ahmad Bakr, promotor de una reforma de la salud. Los sucesivos gobiernos no han hecho mucho por regular el sector ni educar a la población sobre este problema. Esta queda vulnerable, sin poder acceder al sistema de salud y a merced de profesionales mal preparados, curanderos y charlatanes.
“Nuestro sistema de salud está profundamente deformado”, dijo Bakr. “La falta de fondos, la corrupción y la ignorancia se encuentra en todos los niveles, desde el gobierno y los médicos hasta los propios pacientes”, explicó.
La regulación laxa y la falta de sanciones crearon un espacio para que médicos sin la debida capacitación realicen cirugías plásticas en clínicas móviles, vendan tónico de serpiente en la televisión satelital y se interesen peligrosamente en la salud reproductiva, observó.
Se estima que una de cada cinco clínicas privadas en Egipto funciona sin habilitación oficial y se sospecha que miles de supuestos profesionales trabajan con credenciales falsas o sin formación adecuada.
“Hay muchos de estos mal llamados médicos que ejercen la medicina en Egipto”, remarcó Bakr. “La mayoría trabaja en pequeñas clínicas, pero también los encontrará en hospitales prestigiosos”, alertó.
El propio ejército anunció en febrero que había inventado un dispositivo que detectaba a distancia la hepatitis C, el VIH (virus de inmunodeficiencia humana) y la gripe A (H1N1), conocida como “gripe porcina”, entre otras enfermedades.
El aparato, que se supone que detectaba las ondas electromagnéticas emitidas por las células del hígado infectado, se basa en un falso detector de bombas comercializado por un británico experto en fraude.
También aseguró que había inventado una máquina revolucionaria de diálisis que curaba la hepatitis C, el VIH, causante del sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), y hasta el cáncer, mediante un único tratamiento.
“Quedé sorprendido de que se hicieran esas increíbles afirmaciones casi sin evidencia clínica”, reconoció Mohamed Abdel Hamid, director del estatal Laboratorio de Investigación de Hepatitis Viral. “Con cada nuevo tratamiento se deben realizar ensayos clínicos doble ciego y avalados por otros especialistas antes del anuncio” público, especificó a IPS.
Muchos críticos sostienen que el gobierno contribuye al ambiente de irresponsabilidad que caracteriza al sector. La prensa estatal exagera las amenazas sanitarias y alimenta la histeria pública, mientras las reacciones irreflexivas de las autoridades, a las que no escapan los altos funcionarios, se tiñen de la sensibilidad popular y de motivos políticos.
En 2009, en respuesta a la pandemia de la gripe A (H1N1), algunos legisladores excesivamente fervorosos aprobaron una moción para sacrificar a los 300.000 cerdos del país, debido a que inicialmente la enfermedad se conoció como gripe porcina.
Pero no había pruebas de que los cerdos transmitieran el virus a los humanos ni este había sido detectado en Egipto. Pese a ello, algunos funcionarios, motivados por la prohibición islámica de no comer cerdo, aprovecharon que un virus tenía un nombre similar para librar a este país de mayoría musulmana de su población porcina.
“La mayor parte de los cerdos eran de pobres zebaleen (recolectores de residuos) cristianos que los usaban para digerir la materia orgánica”, explicó Milad Shukri, líder de esa comunidad. “Miles de familias perdieron su fuente de ingresos por un absurdo decreto, sin bases científicas”, añadió.
Las pandemias globales, como el síndrome respiratorio agudo severo y la gripe aviar, entre otras, presentó una excelente oportunidad para que la miríada de charlatanes y estafadores desplumaran a las masas desinformadas.
“Con cada susto sanitario se repite el mismo patrón”, coincidió a IPS el farmacéutico Amgad Sheri en la capital. “La gente entra en pánico y tira la ciencia por la venta. La falta de educación y el gran analfabetismo predispone a las personas a creer hasta los argumentos médicos más ridículos”, remarcó.
Cuando nubes de langostas del desierto inundaron El Cairo, charlatanes emprendedores publicaron anuncios publicitarios en la prensa local ofreciendo “vacunas contra las langostas” a los ciudadanos nerviosos.[related_articles]
No sorprende que el suero inyectado, que resultó ser agua del grifo teñida con colorante de alimentos anaranjado, no ofreciera ninguna protección contra el “veneno de langosta”. Pero sí dejó a las personas engañadas más pobres y en riesgo de contaminación sanguínea o de hepatitis C por el uso de agujas sin esterilizar.
“A la gente que hace eso solo le importa ganar dinero a costa de personas que no están bien informadas”, se lamentó Sherif. “No saben nada de medicamentos ni siguen las normas de higiene más básicas”, subrayó.
En un conocido caso de estafa, personas que se hacían pasar por funcionarios de la salud recorrieron barrios de bajos y medianos ingresos ofreciendo “medicina preventiva” costosa para enfermedades infecciosas. El falso personal médico, vestido con túnicas de laboratorio e insignias que imitaban las oficiales, administró falsas vacunas a las familias desprevenidas.
“A veces les ponen inyecciones a las personas, quién sabe qué contienen”, se lamentó.
Funcionarios de la salud denuncian que los falsos médicos generan una confusión y desconfianza que perjudica a las verdaderas campañas de salud pública como la de erradicación de la poliomielitis.
Las autoridades egipcias a veces se ven envueltas en un juego del gato y el ratón con miles de “brujos”, cuya práctica médica, basada en la superstición, atrae a pacientes desesperados, de bajos ingresos, y con problemas físicos y psicológicos.
Estos autodenominados médicos y líderes espirituales son especialmente difíciles de atrapar, según los fiscales, porque suelen trabajar en apartamentos alquilados y se dan a conocer por el boca a boca.
Un funcionario judicial declaró al diario panárabe Al Arabiya que a pesar de los intentos de procesar a los brujos por estafa y fraude, la mayoría de los casos se cierran cuando este llega a un acuerdo con la víctima. “Casi que hay un brujo por habitante”, concluyó.