El enfermero coloca el cadáver con cuidado en una bolsa de plástico, abandona la tienda de campaña de aislamiento y pone los pies en un recipiente de agua con hipoclorito de sodio. Se quita las gafas de seguridad, los guantes y la máscara y los quema en un bidón.
Cientos de personas lo observan detrás de un cordón, incluida la ministra de Salud de Costa de Marfil, Raymonde Goudou Coffie, y representantes de medios de comunicación, IPS entre ellos.
No hay riesgo para ellos ya que no hay casos de ébola en Costa de Marfil, aunque el virus ya mató a 60 por ciento de las personas infectadas en el actual brote en África Occidental.
Y el cadáver es un maniquí. Se trata de un simulacro realizado en el hospital de distrito de Biankouma, en el oeste del país.[pullquote]1[/pullquote]
”Queremos poner a prueba a los equipos médicos. Y ver qué podemos hacer para mejorar nuestra reacción”, señaló la ministra, una farmacéutica de profesión.
La maestra Edinie Veh Gale es una de las observadoras. La explicación del simulacro “no está traducida al yacuba, el idioma local, así que mucha gente no entiende. Pero está bien, por lo menos despertó la curiosidad de la gente y ellos buscarán la información”, dijo a IPS en francés.
La epidemia actual, que la Organización Mundial de la Salud declaró “fuera de control”, se concentra en Guinea, Liberia, Nigeria y Sierra Leona, pero otros países de la región, como Costa de Marfil, luchan por mantenerse sanos.
Costa de Marfil aplicó estrictas medidas de control epidemiológico, como el cierre de las fronteras y la prohibición del ingreso de personas desde los países con casos de ébola.
Pero algunos en este país de 22 millones de habitantes se niegan a someterse a las medidas restrictivas.
El ébola se descubrió por primera vez en 1976 y los brotes anteriores se produjeron en pueblos de África Central, donde la distancia y el aislamiento ayudaron a contener la enfermedad.
Pero el brote actual, el peor de todos con más de 1.135 muertos, se extendió a varias ciudades, donde las medidas sanitarias tienen un éxito reducido.
Susan Shepler, profesora de la Universidad Americana, con sede en Washington, pasó seis semanas en Sierra Leona y Liberia. La especialista en educación y conflictos armados notó que, si bien se produjeron algunos avances en la sensibilización con respecto a la enfermedad, la mayoría de la población de esos países tiene una profunda desconfianza hacia la ayuda estatal.
«No es simplemente desconfianza del Estado, es desconfianza del sistema”, aseguró Shepler a IPS. Los habitantes creen que los políticos ingresan al gobierno para enriquecerse y, por lo tanto, no creen que el Estado pueda ayudarlos, añadió.
Mucha gente, especialmente quienes viven en bastiones de la oposición, considera que el ébola es un complot del gobierno o una maldición religiosa, sostuvo Shepler.
En las zonas infectadas en Guinea, Liberia y Sierra Leona casi no hay servicios públicos ni trabajadores de la salud capacitados, subrayó.
Por eso es difícil que las poblaciones locales confíen instantáneamente cuando en las zonas afectadas aparecen equipos médicos con muchos recursos y a menudo con el apoyo de expertos extranjeros.
Generar confianza de antemano
Costa de Marfil aún no tiene casos de ébola, pero se ignora si eso se debe a que el país adoptó una estrategia adecuada o si es simplemente una cuestión de suerte.
El gobierno reforzó la prevención en todo el país. En marzo prohibió la carne de monte y desde entonces adoptó varias medidas para contener la epidemia, como los controles para detectar la enfermedad en las fronteras y la prohibición de los vuelos directos a las zonas afectadas.
Ahora, el gobierno recomendó que la gente no se abrace ni se de la mano y que cumpla con rigurosas normas de higiene.
También pretende generar la confianza de la gente con la incorporación a las campañas de educación de autoridades locales y personal médico conocidos por las comunidades locales.[related_articles]
Y las iniciativas ciudadanas también se están multiplicando.
En un banco en el distrito comercial de Abiyán, un guardia de seguridad ofrece desinfectante de manos a los clientes que utilizan el cajero automático. “Es por su salud», explica.
Frente a ese banco, los vendedores ambulantes que ayudan a los conductores a estacionar sus vehículos se niegan a dar la mano.
En el pueblo de Pekanhouebli, en el oeste del país y cercano a la frontera con Liberia, no hay electricidad ni acceso a Internet. Pero esta localidad, con un fuerte respaldo popular a la oposición, creó un comité ciudadano para movilizar a la comunidad contra el ébola.
«No creíamos que el ébola era verdad. Pensábamos que era una enfermedad del hombre blanco en las ciudades, cuando las autoridades vinieron a hablarnos”, comentó el anciano Serge Tian a IPS. “Pero cuando lo oímos por la radio, nos dimos cuenta de que era verdad. Y empezamos a escuchar a la enfermera que visitaba el pueblo”, añadió.
Tian no le da la mano a IPS cuando abandona el pueblo. Ahora entiende un poco más acerca de cómo se propaga la enfermedad y sabe por qué debe cumplir las medidas restrictivas.
Editado por Nalisha Adams /Traducido por Álvaro Queiruga