“Testimonios viajeros”, una exposición sobre las guerras en Uganda

El escritor y etnólogo maliense ya fallecido Amadou Hampâté Bâ dijo: “En África, cuando muere una persona mayor es como si se quemara una biblioteca”, por la pérdida descomunal de historias e información oral que significa.

Esa reflexión es especialmente válida para el pueblo acholi, devastado tras la guerra en el norte de Uganda. “Nuestra cultura cree que cuando alguien muere, hay una tumba que documenta la pérdida. Ahora tenemos que mirar más allá de las sepulturas”, explicó el jefe acholi Rwoth Achoro.

Desde hace nueve meses, el Proyecto de Ley de Refugiados (RLP, por sus siglas en inglés), de la facultad de derecho de la ugandesa Universidad de Makerere, recorre varias zonas del país afectadas por la guerra recogiendo objetos y recuerdos de personas que sufrieron el conflicto y que siguen perseguidas por él.

La iniciativa encontró que hubo 44 grupos armados registrados en Uganda desde su independencia en 1962.

El proyecto “Travelling Testimonies” (“Testimonios viajeros”) recorrió los distritos de Kitgum, Kasese, Arua, Nilo occidental y Luwero y registró y acumuló más de 30 horas de testimonios de veteranos, excombatientes y otros hombres, mujeres, niñas y niños afectados por la guerra.

Entre las joyas recolectadas hay una sábana que pertenecía a una mujer en duelo que la guardaba como recuerdo de su hijo secuestrado.

“La donó como símbolo y para compartir su recuerdo y la idea de las personas desaparecidas más allá de su espacio” concreto, explicó Kara Blackmore, curadora, antropóloga y consultora de patrimonio, en entrevista con IPS.

Entre los objetos recolectados hay una bolsa de un campamento del Programa Mundial de Alimentos para las personas desplazadas internamente, un lanzador de granadas roto y un tazón utilizado en una ceremonia de reconciliación.

Los objetos tangibles, que pueden parecer sencillos y son de uso cotidiano, son elementos poderosos porque concentran un gran significado y representan las propias voces de los protagonistas.

“Todo el mundo está representado, desde un comerciante de armas, pasando por un sobreviviente de una mina anti-personal hasta viudas”, detalló Blackmore en el marco de una exposición realizada en el distrito de Luwero.

Una encuesta realizada en 2007 en las comunidades afectadas por la guerra, 95 por ciento de las personas consultadas dijeron que querían que se crearan museos de la memoria.

El RLP construye un Centro de Documentación de Paz y Memoria Nacional en Kitgum.

Según dijeron sus promotores, el año que viene se embarcarán en una “agresiva campaña de fondos” para terminarlo. Actualmente, solo existe el esqueleto del museo, indicó Blackmore. Pero la organización trata de encontrar recursos para terminarlo y contar con una muestra multimedia a gran escala de los “Testimonios viajeros”.

Esta es la primera muestra vinculada a los conflictos que ha sufrido Uganda. “La investigación está tan ligada a la comunidad que uno llega y dice ‘esto es lo que estábamos buscando’ y luego la gente toma esa dirección”, remarcó Blackmore.

“Es como un rompecabezas”, añadió.

La mayoría de la gente se mostró dispuesta a hablar abiertamente sobre su vida durante la guerra, pero para algunos resultó muy conmovedor.[related_articles]

“Algunas personas se ponen muy tristes, pero todas en ese momento parecen promover la idea de un proceso de recuperación de la memoria”, subrayó Blackmore.

“Aunque les entristece y sienten la falta de humanidad, la otra cara de este asunto es que también dicen: ‘sí, pero nuestros jóvenes deben sentirlo y estar expuestos a esto’”, añadió.

El último lugar al que se llevará la exposición es la Galería de Arte de la Universidad de Makerere, en Kampala, donde permanecerá abierta al público desde este jueves 19 al 26 de este mes, antes de que la colección regrese al Centro de Documentación de Paz y Memoria Nacional.

Pero las historias no quedaran ahí. El RLP creó un archivo digital, que volverá a las comunidades afectadas por la guerra.

“Estamos vinculados a organizaciones locales que conservarán el material para que cualquiera pueda verlo”, remarcó Blackmore. Esto genera un “sentimiento de propiedad” de la historia comunitaria “en vez de tomarla, escribir sobre ella en otro idioma y luego publicarla en un lugar al que no pueden acceder”, añadió.

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