El presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir, y el exvicepresidente Riek Machar acordaron el cese de la guerra civil con la formación de un gobierno de transición en los próximos dos meses, pero el pacto puede llegar demasiado tarde para los animales silvestres de este país, que combatientes de ambos bandos matan para alimentarse.
La caza furtiva es común en este país de África oriental, pero los conservacionistas dicen que la matanza y el tráfico de animales silvestres recrudecieron tras el inicio de la guerra civil, en diciembre de 2013.
“Los rebeldes… y las fuerzas del gobierno también practican la caza furtiva, ya que todos luchan en las zonas rurales y la única comida disponible es la carne de monte”, declaró a IPS el teniente general Alfred Akuch Omoli, asesor del Ministerio de Conservación de la Vida Silvestre y Turismo.
Las autoridades afirman que los elefantes se matan por su carne y sus colmillos, mientras los animales migratorios que se desplazan en grandes cantidades, especialmente los antílopes kob de orejas blancas, tiang y reedbuck, se sacrifican específicamente por la carne.[pullquote]1[/pullquote]
«Nuestras fuerzas también matan a los animales silvestres por comida. Entre Mangala y Bor (en las afueras de la capital, Yuba) encontrará una gran cantidad de carne en venta a lo largo del camino”, indicó el director general para la Vida Silvestre, Philip Majak, a una radio local.
La guerra civil también complica el trabajo de los funcionarios contra la caza furtiva, así como sus patrullajes de rutina en los parques nacionales y las reservas de fauna.
«Los oficiales conservacionistas huyeron de sus puestos de trabajo, lo que significa que ya no pueden realizar patrullajes de rutina para prevenir la caza furtiva. Así que los criminales y las pandillas ahora pueden matar fácilmente a los animales”, dijo Omoli.
«Las cosas solo van a mejorar cuando se restablezca la paz, los combatientes vuelvan a los cuarteles y el gobierno desarme a los civiles que portan armas ilegales», agregó.
Funcionarios del Ministerio de Conservación de la Vida Silvestre y Turismo dicen que antes de la guerra civil que se libró durante 20 años entre lo que antes era el norte y el sur de Sudán, Sudán del Sur tenía más de 100.000 elefantes. Cuando el conflicto terminó en 2005, solo quedaban 5.000 animales.
En 2013, la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS, por sus siglas en inglés), una organización con sede en Nueva York, equipó a 34 elefantes con collares con GPS que los rastreaban por vía satélite.
Pero entre enero y abril la WCS confirmó que algunos de los collares ya no eran visibles en el satélite.
«Tenemos pruebas de que algunos de los elefantes a los que les pusimos collares murieron. Cuando el conflicto se intensificó determinamos que uno de los collares estaba detrás de las líneas de las fuerzas rebeldes en el estado de Jonglei. Eso significa que el elefante muy probablemente haya sido matado”, aseguró a IPS el subdirector de la WCS para Sudán del Sur, Michael Lopidia.
Otro problema es la existencia de armas. Antes de la independencia en 2011, se calculaba que había en circulación entre 1,9 y 3,2 millones de armas ligeras en el territorio actual. Dos tercios de ellas estaban en poder de la población civil, según el informe “Desarme civil en Sudán del Sur: un legado de lucha”, publicado en febrero de 2012 por Safer World, una organización independiente con sede en Londres.
Se cree que esa cifra se duplicó o triplicó en los últimos tres años, debido en parte al crecimiento de los grupos insurgentes en los estados orientales de Jonglei y Alto Nilo en 2010 y 2011.
«La caza furtiva es grave en Sudán del Sur simplemente porque hay una gran cantidad de armas sin controles. Los civiles que poseen armas de fuego solo van a los bosques y comienzan la caza ilegal sin el permiso del ministerio”, explicó Omoli.
El conflicto étnico también complica los esfuerzos de conservación. Los guardabosques del Parque Nacional de Boma y la población local fueron desplazados durante la insurrección de 2013 en el condado de Pibor, en el estado de Jonglei, que lideró David Yau Yau, de la comunidad murle.
«El conflicto armado entre Yau Yau y el ejército de febrero a mayo de 2013 interrumpió nuestros esfuerzos de conservación de los animales. WCS perdió más de 5.000 dólares en equipos. Toda nuestra infraestructura, incluso tiendas de campaña, fueron saqueadas”, señaló Lopidia.[related_articles]
Otro factor de inquietud es que los guardas forestales carecen de la capacidad para hacerles frente a los cazadores furtivos militarizados. Fuentes del Servicio de Vida Silvestre de Sudán del Sur y de la WCS sostienen que los cazadores están fuertemente armados.
«Una vez fuimos a arreglar una columna. Había siete guardaparques que vieron a más de 10 cazadores furtivos con (rifles automáticos) G3, mientras los guardas llevaban fusiles AK47. Tuvimos que volver porque los cazadores superaban a los funcionarios en armas”, explicó Lopidia.
El país carece de leyes específicas que regulen la caza furtiva y el tráfico de vida silvestre. Aunque las autoridades detienen a los cazadores furtivos y los traficantes de fauna silvestre, la laguna legislativa hace que “a veces los tribunales pregunten por cuál artículo se acusa a esta persona», contó Omoli. Muy a menudo, los sospechosos son puestos en libertad.
«Por eso queremos acelerar las leyes para que se pongan en práctica lo más pronto posible», dijo Omoli.
Las autoridades dicen que si la diversa fauna de Sudán del Sur –que incluye a elefantes, jirafas, búfalos, kobs de oreja blanca, gacelas, diferentes especies de antílopes y leones- tuviera una gestión sostenible, el turismo motivado por la vida silvestre podría contribuir con hasta 10 por ciento del producto interno bruto del país en un plazo de 10 años.