La india Chintapakka Jambulamma, de 34 años, observa con admiración un secador solar, preciada posesión de la Sociedad Cooperativa de Mujeres Indígenas Advitalli, colectivo que lidera.
Abre un cajón del aparato, extrae un puñado de kalmegh, una planta medicinal, y exclama: “¡Miren, se está secando muy rápido!”.
A su alrededor, las mujeres de la cooperativa estallan en carcajadas. Pertenecen a las tribus koya y konds, en las montañas Ghat orientales del sur de India. El bosque siempre fue su hogar y fuente de sustento. Ahora, aprovechan el sol que brilla a través de su vegetación.
El secador solar tiene cuatro paneles. Lo instaló hace dos años la Fundación Kovel, una organización sin fines de lucro que ayuda a las tribus forestales a defender sus derechos y a mejorar sus medios de vida.
La máquina, una de dos instaladas hasta ahora por la Fundación, cuesta unos 17.000 dólares, explica Krishna Rao, su director.
La inversión valió la pena, según él, porque las mujeres están usando el secador para manejar un negocio de modo sostenible.
“En la cooperativa hay 2.500 mujeres de 20 aldeas. Ninguna de ellas cursó más que la escuela primaria, pero saben cómo administrar bien una empresa”, dice Rao a IPS.
“Están organizadas y hacen un buen trabajo de equipo. También aprenden a recolectar las raíces, las hojas y los frutos sin dañar la planta madre, a fin de que sus recursos no se agoten”, agrega.
Los bosques de esta región brindan más de 700 productos forestales no madereros, que incluyen hojas, hierbas comestibles, plantas medicinales, hongos, semillas y raíces. Entre ellos, los más populares son la miel, las resinas, el amla (grosella india), las hojas de tendu, las flores de mahua y las nueces de jabón.
Durante siglos, los koyas y los konds se han ganado la vida con estos productos forestales. Penikala Ishwaramma, de 23 años, está entre quienes se dedican a juntar hierbas. En un día bueno, puede recolectar entre 20 y 25 kilogramos.
Este año hay un cultivo récord de kalmegh en el bosque, por lo que Ishwaramma ha recogido 116 kilogramos de esa hierba.
El departamento forestal compra buena parte de estos productos: 25 de ellos deben venderse solo a esa dependencia. Pero los pueblos indígenas consideran lento el proceso de compras del departamento, y a sus precios más bajos que los del mercado.
El departamento paga 45 rupias por un kilogramo de grosellas, cuyo precio en el mercado es de más de 60 rupias (alrededor de un dólar).
Es esta decepción con los precios del gobierno lo que condujo a las mujeres a crear su propia empresa colectiva de venta de productos forestales. En un plazo de dos años, han logrado ganar casi los 3.300 dólares que la Fundación Kovel les había prestado.
[related_articles]La Fundación también les había brindado formación empresarial básica. Todos los días, mujeres como Ishwaramma llevan su botín directamente a la cooperativa, donde el equipo administrador lo pesa y lo compra, pagando mucho más que el gobierno.
“Trabajamos duramente, recolectamos hierbas y semillas de buena calidad. Nuestra vida depende de este dinero. ¿Por qué deberíamos conformarnos con menos?”, dice Ishwaramma.
Pero lograr una ganancia para la cooperativa depende de producir hierbas de buena calidad con rapidez y eficiencia, tarea difícil pues las mujeres carecen de una infraestructura adecuada para almacenar o secar sus productos. Además, las aldeas forestales son muy vulnerables a las condiciones meteorológicas extremas, especialmente a las tormentas ciclónicas.
Según el Departamento de Manejo de Desastres del estado de Andhra Pradesh, en el sur de India, el área ha experimentado 60 ciclones en los últimos 40 años, y la frecuencia va en aumento.
Usar la energía solar para secar sus hierbas ha ayudado a las mujeres a minimizar los riesgos de daños. En 2013, su bosque fue azotado por cinco grandes ciclones: Mahasen, Failin, Helen, Lehar y Madi. Sin embargo, las pérdidas del grupo fueron mínimas.
“Antes de que se acerque una tormenta, intentamos secar la mayor cantidad posible de hierbas y empacarlas. Ya no necesitamos dejarlas a secar en el patio”, explica Jambulamma.
Como el secado y el embalaje ya no se hacen a la intemperie, ahora la cooperativa se centra en crear una red de compradores regulares, que les ayude a ser rentables.
Bhagya Lakshmi, gerenta de programas en la Fundación Kovel que conecta a las mujeres con los fabricantes de productos herbales, coincide. “Ya consiguieron a su primer gran cliente, que es una empresa farmacéutica herbal de Bangalore llamada Natural Remedies Private Limited. Actualmente, compran kalmegh a granel. Intentamos encontrar más firmas que les compren otros productos”, señala.
Además de establecer a su clientela, las mujeres planean modernizar su tecnología. Krupa Shanti lidera cinco aldeas forestales del área; dice estar orgullosa de la cooperativa y querer que crezca.
El gobierno ha instalado una central fotovoltaica en una escuela cercana que puede convertir y almacenar energía solar. Shanti presiona a las autoridades para que instalen una de esas plantas en su aldea.
“El gobierno tiene muchos programas de bienestar. Pero para mujeres forestales como nosotras, el mejor programa será el que nos ayude a volvernos económicamente independientes. Si el gobierno instala una planta solar en cada una de nuestras aldeas, podremos expandir este negocio y cambiar nuestro futuro”, aseguró.