Hace ocho años, la revista The New Yorker le preguntó a Stephen Rosen, entonces alto miembro del Comité Israelí-Estadounidense de Asuntos Públicos (AIPAC, por sus siglas en inglés) y conocido por sus posturas belicistas, si ese grupo de presión judío se había visto afectado por la publicidad negativa.
“En su rostro apareció una leve sonrisa, y empujó una servilleta en la mesa”, escribió el periodista Jeffrey Goldberg. “¿Ve esta servilleta? En 24 horas podemos tener las firmas de 70 senadores aquí”, le dijo el entrevistado.
Pero las cosas parecen haber cambiado ocho años después.
Días atrás, Rosen, quien se vio obligado a renunciar de AIPAC tras ser acusado (y luego absuelto) de espiar para Israel, le dijo a Ron Kampeas, de la Agencia Telegráfica Judía, que el grupo de presión debía dejar de confrontarse con el presidente Barack Obama luego de haber perdido en su batalla por más sanciones contra Irán.
AIPAC solo consiguió 59 senadores (la mayoría del opositor Partido Republicano) que apoyaran un proyecto de ley para adoptar nuevas sanciones contra Teherán.
Esa ley habría descarrilado las negociaciones en Ginebra entre la República Islámica y el P5+1 (China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia más Alemania) para fijar un marco al programa de desarrollo nuclear iraní.
Los actuales líderes de AIPAC “no quieren mostrar que están retrocediendo… No creo que la postura confrontativa pueda sostenerse”, opinó Rosen.
Si AIPAC hubiera logrado 67 firmas en el Senado, el proyecto habría sido aprobado y sorteado la posibilidad de un veto de Obama.
La Casa Blanca advirtió que el proyecto constituía una violación al acuerdo interino alcanzado el 24 de noviembre pasado entre Teherán y el P5+1, que entró en vigor esta semana, y que esencialmente congela el programa nuclear a cambio de un alivio paulatino de las sanciones.
Luego de haber reunido el apoyo de 59 legisladores durante el receso de Navidad, AIPAC y los principales impulsores del proyecto, los senadores Mark Kirk, republicano, y Robert Menéndez, del gobernante Partido Demócrata, se toparon con una fuerte resistencia de la Casa Blanca.
“Si ciertos miembros del Congreso quieren que Estados Unidos tome una acción militar, deben exponerse ante al público estadounidense y decirlo”, dijo Bernadette Meehan, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional.[related_articles]
“De otra manera, no está claro por qué un miembro del Congreso apoyaría un proyecto que posiblemente cierre la puerta de la diplomacia y haga más probable que Estados Unidos se vea obligado a elegir entre opciones militares y permitir que continúe el programa atómico iraní”, añadió.
Con la ayuda de una campaña lanzada por casi 70 grupos religiosos, pacifistas y civiles, que inundaron las oficinas de los senadores demócratas con mensajes de correo electrónico, peticiones y llamadas telefónicas, la Casa Blanca obtuvo una clara victoria contra AIPAC, lo cual planteó dudas de cuán poderoso es en realidad ese grupo de presión.
Sin embargo, este fue solo el último de los varios reveses que tuvo la organización durante el último año.
Aunque nunca tomaron una posición pública sobre su nominación hace un año, es bien sabido que los líderes del grupo ejercieron presión contra la designación del senador republicano Chuck Hagel como secretario (ministro) de Defensa, debido a su postura generalmente crítica a la influencia de Israel en la política estadounidense en Medio Oriente.
Varios grupos e individuos cercanos a AIPAC, en particular el Comité Judío Estadounidense y la Liga Antidifamación -que también apoyaron el proyecto de ley para las nuevas sanciones- cuestionaron y se opusieron a Hagel.
Sin embargo, al final, el senador republicano fue confirmado por un margen de 58 votos contra 41. La gran mayoría de los congresistas demócratas votaron a favor de él.
Ocho meses más tarde, AIPAC y otros grupos judíos derechistas hicieron presión en el Congreso a favor de una resolución que autorizaba el uso de la fuerza contra Siria. Aunque esta vez, sin embargo, fue bajo pedido de Obama, y claramente también con el respaldo del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu.
Pero la renuencia del público estadounidense a otra intervención en Medio Oriente, así como la aversión instantánea de los republicanos más derechistas a prácticamente todas las iniciativas de Obama, terminaron por hundir el esfuerzo.
De todas formas, ni el caso de Hagel ni el de Siria se acercan a la importancia que le había dado AIPAC a su lucha contra el programa nuclear iraní, que dominó la agenda internacional del grupo por más de una década.
En ese tiempo, el lobby procuró reunir a legisladores de los dos partidos para que apoyaran las sanciones y otras leyes destinadas a incrementar la tensión y frenar cualquier acercamiento entre Washington y Teherán.
En julio pasado, por ejemplo, la Cámara de Representantes aprobó por un margen de 400 votos contra 20 una ley para detener todas las exportaciones petroleras iraníes. Esto se produjo apenas cuatro días después que asumiera Hasán Ruhaní como nuevo presidente de la República Islámica.
Desde entonces, AIPAC presionó duramente, y a la postre sin éxito, para que la ley fuera aprobada también en el Senado.
“Claramente, el terreno ha cambiado, provocando una gran derrota a AIPAC y a otros grupos que presionaron agresivamente” a favor de las sanciones, escribió Lara Friedman, de la organización Americans for Peace Now, en el semanario sobre temas legislativos Legislative Round-up.
Varios observadores, incluyendo a Rosen, advirtieron que el abrumador apoyo republicano al proyecto de sanciones socavó la largamente cultivada imagen bipartidista de AIPAC, afectando sus relaciones con legisladores y donantes demócratas clave.
“Definitivamente perdieron este round, y eso les costó un gran capital político con el gobierno y con muchos demócratas”, dijo un veterano observador del Capitolio, quien también señaló que AIPAC se enfrentó a “una tormenta casi perfecta”, conformada por una administración de Obama decidida a dar lucha y una comunidad de activistas que ejercieron su máxima presión.
Sin embargo, nadie cree que AIPAC y sus aliados se hayan rendido. Si las negociaciones entre Irán y el P5+1 fracasan, el proyecto de ley Kirk-Menéndez probablemente regrese de inmediato al Congreso.
De hecho, un influyente senador republicano dijo que el proyecto sería agendado para julio, seis meses después de que el acuerdo interino con Irán entró en efecto, el 20 de este mes.
“Parece probable que los defensores (del proyecto) están dispuestos a optar por un Plan B…. el cual, uno puede imaginar, tomará mucho del Plan A, pero en vez de enfocarse en descarrilar las negociaciones con nuevas sanciones, se concentrará en imponer las condiciones a un acuerdo final, condiciones que serán imposibles de cumplir, aniquilando así cualquier posibilidad de acuerdo”, pronosticó Friedman.
Una de esas condiciones podría ser que Irán renuncie por completo al enriquecimiento de uranio en su territorio, algo que Teherán rechaza de plano y que la mayoría de los expertos coinciden acabaría con cualquier acercamiento.