El sexismo como arma política en Tailandia

Las protestas políticas en Tailandia han derivado en violencia de género contra la primera ministra. Crédito: Kalinga Seneviratne/IPS.

Supaa Prordeengam, una empresaria de 48 años, participó en las manifestaciones contra el gobierno que continúan en la capital de Tailandia desde hace casi tres meses. Pero se desilusionó con los discursos sexistas que emanaban de las plataformas de protesta.
Ahora insta a los opositores a tener espíritu crítico y “no invadir los derechos de las mujeres”.

El blanco favorito de los ataques es la primera ministra Yingluck Shinawatra. La oposición usa todo tipo de epítetos para referirse ella. Yingluck, de 46 años, es líder del Partido Pheu Thai y la primera mujer en gobernar el país.

Esto fue lo que llamó a la reflexión a Supaa, oriunda de Samut Sajon, una provincia que limita con la capital del país. Ella estuvo en Bangkok para unirse a decenas de miles de manifestantes en las calles y en Blue Sky, el canal de televisión que difunde los puntos de vista del opositor Partido Demócrata.

“Los discursos son muy fervorosos”, dijo a IPS. “Pero no es correcto hablar sobre asuntos sexuales”.

Muchos como ella han sido testigos de cómo la protesta original –contra la corrupción del gobierno, el abuso de la mayoría parlamentaria y la falta de respeto hacia el reverenciado monarca del país, Bhumibol Adulyadej– se han transformado en demagogia.

Quienes elaboran los discursos pertenecen a la clase educada de Tailandia, aprovechada por Suthep Thaugsubana, ex vicepresidente del Partido Demócrata y líder de los agitadores callejeros.

El veterano político tiene la mira puesta en los miembros de ese sector de la población para que integren sus no elegidos “consejos populares”, que él cree deberían gobernar el país durante por lo menos un año.

Las declaraciones abiertas en las manifestaciones de Bangkok, así como el caluroso aplauso que reciben, han alentado un examen de conciencia en este reino del sudeste asiático a propósito del fantasma del sexismo en un paisaje político dominado por hombres.

Llevó un tiempo, pero las principales organizaciones de defensa de los derechos femeninos finalmente rompieron el silencio.

“Cuando una red de grupos por los derechos de las mujeres emitió una declaración denunciando a un médico por sus feos ataques sexistas contra la primera ministra Yingluck Shinawatra, admito que me sentí bastante aliviada”, escribió Sanitsuda Ekachai, columnista sobre asuntos de justicia social en el Bangkok Post, que se publica en inglés.

A juzgar por sus comentarios semanales, sin dudas ella no es fanática del gobierno de Yingluck.

“Durante mucho tiempo me he estado preguntando por qué las organizaciones por los derechos femeninos se han quedado calladas en relación a la serie de diatribas degradantes y sexistas hechas contra la señora Yingluck por varios detractores”, señaló.

Entre los pocos grupos que se han expresado al respecto está la Coalición de Democracia y Derechos de Diversidad Sexual. Esta ha criticado “el uso de lenguaje sexista, misógino y denigrante” como arma política. “La continuación de esta retórica de violencia, discriminación y odio no puede permitirse”, dijo en un comunicado.

El ascenso de Yingluck como primera mujer que lidera el país ha servido a las feministas tailandesas para enfrentar la realidad.

Los defensores de los derechos de las mujeres prácticamente la ignoraron cuando condujo al Partido Phue Thai a una abrumadora victoria en las elecciones generales de julio de 2011, en las que, con 44 años, se convirtió en la primera ministra más joven en 60 años.

[related_articles]Su triunfo, sostenían entonces, no fue el resultado de su propia obra, sino de las maquinaciones de su hermano mayor, Thaksin Shinawatra, el ex primer ministro dos veces electo que fue depuesto en un golpe militar en septiembre de 2006.

Las declaraciones de Thaksin, quien vive en un autoimpuesto exilio para evitar pasar dos años en prisión por corrupción, no ayudaron. Cuando hizo que su hermana abandonara su carrera de empresaria y la nombró al frente del Phue Thai semanas antes de los comicios, declaró públicamente que la menor de la familia era su “clon”.

La típica exhibición de arrogancia de Thaksin desagradó a las organizaciones feministas, en su gran mayoría con sede en Bangkok y conocidas por su cercanía con los demócratas, que no han obtenido una mayoría parlamentaria en 20 años.

“¿Cómo podemos estar orgullosos? Todo el mundo sabe que se trata de Thaksin”, comentó una importante figura del Instituto de Investigación sobre Género y Desarrollo en un informe periodístico, bajo el título “La primera mujer primera ministra de Tailandia no es ninguna victoria para el feminismo”.

“Cabe destacar que mientras muchas importantes feministas tailandesas son en el mejor caso tibias o en el peor despreciativas del repentino ascenso de Yingluck al poder, los hombres parecen más dispuestos a no revelar su opinión en esta etapa temprana”, escribió entonces Kaewmala, una prolífica bloguera que analiza asuntos sociales, señalando que la jerarca cuenta con más apoyo masculino que femenino.

Para agosto del año pasado, cuando cumplió su segundo aniversario en el poder, Yingluck era elogiada por un estilo de liderazgo no confrontativo y sí consultivo, y por haber logrado una sensación de normalidad en las calles de Bangkok.

Entonces se hicieron comparaciones entre su administración y la que le precedió, un gobierno de coalición liderado por los demócratas que llegaron al poder mediante un acuerdo entre bastidores urdido por las poderosas Fuerzas Armadas.

El gobierno demócrata se vio manchado por el sangriento enfrentamiento que tuvo lugar en mayo de 2010 en las calles de Bangkok entre manifestantes favorables a Thaksin y los militares. El episodio dejó 91 muertos, por lo menos 80 de ellos civiles, y más de 2.000 heridos.

En cambio, el asediado gobierno de Yingluck ha evitado una respuesta dura, permitiendo que los manifestantes que querían derrocarla sitiaran muchos edificios del gobierno.

Confrontaciones con la policía antidisturbios, enfrentamientos entre agitadores y partidarios del gobierno, disparos esporádicos y granadas lanzadas en sitios de protestas causaron nueve muertes y dejaron unos 550 heridos desde noviembre.

Pero lo que realmente difiere de la confrontación de 2010 es la “guerra sexista”, tal vez un reflejo de la creciente frustración de los agitadores y un nuevo punto bajo en la crisis política que tiene dividido al país desde el golpe de 2006.

Pavin Chachavalpongpun, académico tailandés en el Centro para el Sudeste Asiático de la japonesa Universidad de Kyoto, dijo a IPS: “El sexismo prevalece en Tailandia desde hace mucho, pero en los últimos tiempos se ha vuelto parte de tácticas políticas. Se ha intensificado desde que Yingluck se convirtió en primera ministra. Yo nunca vi nada como esto, a esta escala”.

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