Las débiles explosiones que oyen a lo lejos les sirven como recordatorio de que, aunque una nueva valla los protege en este pueblo, la guerra civil que desde hace dos años y medio desangra su patria no está tan lejos.
Separada de tierra árabe desde hace casi cinco décadas, la comunidad drusa en los Altos del Golán, ocupados por Israel, vive en una relativa seguridad gracias a su precaria neutralidad en el conflicto sirio.
Los drusos, una milenaria rama del Islam, están diseminados por toda Siria, Líbano e Israel. En esta localidad de 11.000 habitantes son en su mayoría laicos, y le temen a la creciente influencia de los grupos radicales islámicos en la guerra civil siria.
“Apoyo al presidente Bashar al Assad de todo corazón porque soy sirio”, dijo Hassan Fakhr-Edddin, miembro de esta estrecha comunidad. “Esos infieles extranjeros quieren convertir a la Siria laica en un Estado islámico”, añadió, en referencia a los combatientes islámicos no sirios.
Aunque se declaran leales a Siria, tratan de mantener en secreto sus opiniones sobre la política interna de ese país.
En general, los drusos son fieles al país en donde viven. Pero aquí, la lealtad a Siria es puesta a prueba por la guerra civil.
Al comienzo del conflicto, la comunidad otrora unida y fervientemente patriótica comenzó a dividirse entre partidarios y opositores a Al Assad.
“Hay tensiones entre familias y amigos. Yo no les hablo a los que se oponen a Al Assad. Están fuera de mi vida”, afirmó contundente Ghandi Kahlouni, farmacéutico local.
“Estoy en contra de la dictadura, pero también contra cualquier intento de destruir Siria”, dijo Kahlouni a IPS. “Ahora se vuelve claro: o estás con Al Assad o apoyas a los rebeldes y eres un traidor”, añadió.
Pero conforme la guerra civil fue avanzando, los drusos comenzaron a cerrar filas. Los que simpatizaban con los rebeldes ahora piensan que ninguna revolución es digna de tal derramamiento de sangre.[related_articles]
“Por supuesto, estoy desilusionado. Esto no era lo que esperaba”, reconoció Salim Safadi, de la cercana localidad drusa de Mas’ade. “Al comienzo de la llamada revolución hicimos una manifestación, y eso es legítimo”.
“Pero luego”, continuó, “los terroristas de la yihad comenzaron a pasar por encima de las esperanzas democráticas del pueblo sirio. Por tanto, es tiempo de reflexionar. Actualmente, la alternativa a Al Assad no ofrece mucha esperanza”.
La guerra aquí es un recuerdo distante. Israel le quitó los Altos del Golán a Siria durante la Guerra de los Seis Días, en 1967.
Seis años después, Siria libró otro conflicto con Israel para recuperar este territorio, aunque sin éxito.
Pero las ruinas atestiguan la gravedad de la batalla. Unos 100.000 drusos residentes en los Altos del Golán huyeron de la guerra o fueron desplazados, y nunca pudieron retornar. Muchas familias fueron desmembradas. Solo 22.000 drusos permanecen hoy diseminados en cuatro poblados, rodeados de 22.000 asentamientos judíos.
Hay puestos de vigilancia israelíes en las montañas que rodean este pueblo, así como en su centro. Una bandera israelí flamea en el edificio municipal. Es de hecho la única edificación adornada con la estrella de David.
Las demás construcciones tienen colores drusos. La bandera siria está ausente para no asustar a los turistas israelíes, explican los residentes.
Dolan Abu-Saleh es el presidente del concejo local de Majd e-Shams, designado por el Ministerio del Interior de Israel. Con prudencia, este funcionario aconseja a los habitantes del pueblo que no tomen parte en el conflicto sirio.
“Mi corazón está con el pueblo sirio. Estamos atados a la tierra y a nuestras familias allí, pero no necesariamente al régimen”, dijo a IPS.
En 1981, Israel aprobó una ley que somete a este estratégico altiplano a las normas y al gobierno del Estado judío. Pero, apoyada por la comunidad internacional, la comunidad drusa rechaza lo que en los hechos es una anexión de territorio sirio.
Noventa por ciento de los drusos en los Altos del Golán rechazaron la posibilidad de adoptar la ciudadanía israelí.
Abu-Saleh, él mismo un israelí de segunda generación, insistió en que los drusos más jóvenes, frente a la incertidumbre que ofrece Siria, aprecian vivir seguros en territorio ocupado por Israel.
“La seguridad es un factor fundamental para nuestra fe”, señaló. “Los jóvenes se ven en el futuro en un lugar que sea más seguro. Cuando oyen las bombas al otro lado de la valla, aprecian el valor de la seguridad”.
Antes de la guerra civil, y con el apoyo financiero de Damasco, cientos de jóvenes drusos de los Altos del Golán podían estudiar ciencias, medicina y odontología en universidades sirias.
Pero ahora pueden contarse con los dedos de las manos.
“Como resultado de la llegada de profesionales recibidos, la economía de la comunidad drusa floreció” entonces, señaló Hamad Aweida, graduado en la Universidad de Damasco en tecnologías de la información y ahora productor televisivo.
“Ahora muchos se quedan en sus casas porque están desempleados. Los más afortunados viajan a estudiar a Alemania, pero eso es caro”, dijo a IPS. “Yo tengo miedo de que, dentro de tres o cinco años, se vayan sumando a la fuerza laboral personas con menos educación que ahora”.
Marah Sabra, de 17 años, quiere emular a su hermana mayor Roseanne, que estudia educación en el cercano asentamiento de Qatsrin, para convertirse en maestra preescolar.
“Amo a Siria y le deseo paz”, dijo Sabra a IPS desde su hogar en Mas’ade. “Pero le tengo miedo a la guerra. Así que mi futuro está en Israel”.
Las consecuencias económicas de la guerra ya se sienten en la agricultura. Las manzanas constituían la principal fuente de ingresos de los productores drusos.
Antes del conflicto, las exportaban a través de la frontera a los mercados sirios, gracias a un acuerdo entre Siria, Israel, el Comité Internacional de la Cruz Roja y la Fuerza de las Naciones Unidas de Observación de la Separación, en vigor desde 2005.
Ahora la venta de manzanas está en riesgo. Si bien en marzo pasado los productores drusos pudieron, aunque con retraso, exportar 18.000 toneladas, no saben cuándo podrán volver a hacerlo.
“Antes de la guerra obteníamos dos o tres veces el precio que ahora logramos con un cajón de manzanas”, lamentó Tawfiq Mustafa, quien vende fundamentalmente a clientes israelíes en el mercado de Al-Ya’afuri.