“El gobierno no se preocupa por nosotros porque somos del sur”, dice a IPS el jefe del consejo local de la localidad libia de Oubari, Mohammad Salah Lichej, expresando el abandono que siente esta parte del país.
La convicción creciente de haber sido olvidados por Trípoli está uniendo a los tres grupos étnicos de la sudoccidental región de Fezán, árabes, tubus y tuaregs, contra el Estado libio.
A pesar de haberse enfrentado entre sí luego de la rebelión que puso fin al régimen de Muammar Gaddafi (1969-2011), estos grupos étnicos viven ahora en relativa calma y tienen reclamos comunes al nuevo gobierno.
Oubari, donde los tuaregs son mayoría, se encuentra 200 kilómetros al oeste de Sebha, capital de Fezán. En esta localidad de 40.000 personas hay problemas con la red telefónica, la presencia policial es escasa y las calles están destruidas.
“Mi primo es policía, pero solo va a la comisaría a cobrar su sueldo”, dice a IPS un residente que prefiere el anonimato.
Esto no es raro en esta fragmentada región. “El jefe de policía me explicó que sus hombres no querían trabajar porque tenían miedo”, dice por su parte el presidente del consejo local de Sebha, Ayoub Zaroug.
Algo similar ocurre en Murzuq, el distrito más sureño de Fezán. En esta área de mayoría tubu, los servicios públicos no existen.
Ibrahim Ahmed, jefe local de Agar, pequeña aldea árabe en Murzuq, dice a IPS: “Ayer hubo un incendio. No contamos con una brigada de bomberos, así que llamamos a Murzuq. Pero ellos tampoco tenían”.
“No tenemos nada: ni ejército ni una fuerza policial que funcione. Nuestra estación de policía no tiene automóviles ni radio de comunicaciones. No hay apoyo de Trípoli. De hecho, todos los servicios públicos están mal”, indica.
Ante estas carencias, los libios del sur han debido desarrollar sistemas de organización paralelos, basados en las tradiciones tribales, explica Agila Majou, representante de la tribu árabe Ouled Slimane, en diálogo con IPS.
“Como el gobierno es incapaz, resolvemos los problemas entre las tribus”, afirma.
Por ejemplo, en Qahira, barrio pobre de Sebha, “un grupo de 60 personas, entre revolucionarios y residentes voluntarios”, se ocupan de la seguridad, señala el jefe tubu de la zona, Adam Ahmed.
“Patrullan el área y usan sus propias armas. Cuando hay un problema, los líderes tribales se reúnen”, cuenta a IPS.
Ahmed asegura que la mayoría de los delincuentes huyen y se esconden en edificios a medio construir que abandonó una empresa india cuando se retiró del país durante la revolución. “Sabemos dónde están, pero nadie los arresta”, lamenta Ahmed.[related_articles]
Youssef Souri, del consejo local de Murzuq, añade molesto: “Aun cuando fueran arrestados… le hemos pedido tres veces al gobierno que reinstale el tribunal (de esa localidad), pero no recibimos respuesta”.
“Cuando hay un robo, si la persona es detenida, pasa apenas unos días en prisión. Luego su familia se presenta como garante y paga una fianza, que se le devuelve después del juicio”, añade.
En casos de asesinatos, el procedimiento es diferente: “Se envía a los (presuntos) homicidas a Sebha, donde los jueces postergan constantemente los procesos por temor a represalias”, dice Souri a IPS.
Esta autonomía de facto alimenta la idea de que una federación podría ser la mejor forma de gobierno para el país. Esta posibilidad, que está adquiriendo protagonismo en la oriental región de Cirenaica, recibe más y más respaldo en el sur.
“Soy federalista porque quiero que Fezán se beneficie de su riqueza, que actualmente va entera a Trípoli. Pero quiero una federación real, no tres países diferentes, como están pidiendo en el este”, dice Ibrahim Youssef, director de una organización en Murzuq.
El coronel Wardacoo Barca, a cargo de la seguridad en Murzuq, admite haberse “reunido con federalistas del este”. “Vamos a reunirnos (también) con los tuaregs para redactar una propuesta al gobierno”, dice a IPS.
“Queremos que el dinero que deja el petróleo de Fezán regrese a nosotros, y también queremos una mejor representación en el gobierno y en los cuerpos diplomáticos. Si Trípoli no responde, apoyaremos la formación de una federación”, afirma.
“Estamos convencidos de que, si exigimos la creación de un estado federal, todos nuestros vecinos africanos nos apoyarán”, agrega. “Lo que realmente deseamos es un gobierno que esté presente en todas partes… y alguna forma de reconocimiento”.
Para los tuaregs, el reconocimiento también implica la nacionalidad.
Jeli Ali, miembro de la Comisión de Reconciliación de Oubari, asegura que 14.000 familias tuareg no pudieron presentar pruebas del lugar de nacimiento de sus ancestros y carecen por tanto del documento de identidad necesario para inscribirse en la universidad o para trabajar en el sector público.
“Somos víctimas del racismo”, dice el tuareg Ali. “¿Quiénes son los habitantes originales de Libia? No son los árabes, sino los tuaregs, los tubus y los bereberes (amazighs). Nosotros tenemos la tierra como prueba de nuestra nacionalidad, ellos (los árabes) tienen papeles”, dice a IPS.
“No vamos a dejar que esto siga así», alerta Ali. «La historia muestra que al final los derechos se obtienen, por la fuerza si es necesario”.