Hace cinco meses, Ruqqaiya Perween, de 26 años, ingresó al centro de quemados del Hospital Civil, en esta meridional ciudad portuaria de Pakistán, luego de que su esposo le tirara ácido encima.
El marido, Asghar Maulvi Bukhsh, la agredió mientras ella dormía con sus cuatro hijos. Incluso cayó un poco de ácido encima de ellos. La joven quedó con 22 por ciento de su rostro y parte superior del cuerpo quemados y aterrada de por vida.
“Así era yo”, dijo, y señaló una fotografía en la que se ve a una joven sonriente y saludable. “No creo que vuelva a ser la misma. Le ruego a Dios que me deje lo suficientemente bien como para cuidar a mis hijos, porque no tengo otro motivo para vivir”, añadió.
“Desde que me casé, hace 12 años, no tuve ni un solo día de paz en mi vida”, relató con la voz quebrada por la emoción y una lágrima derramándose de su ojo izquierdo, que ya no ve.
“Golpearme era su pasatiempo habitual”, apuntó. El motivo siempre fue que necesitaba el dinero que ella ganaba como empleada doméstica.
Desde que se casaron, su marido nunca trabajó.
“Él sospechaba que yo le daba dinero a mi madre, que está divorciada, pero lo que ganaba apenas me alcanzaba para dar tres comidas diarias a los niños”, explicó.
En 2011 se modificó la Ley de Prevención de Delitos con Ácido, que endureció las penas. Los culpables pueden ser condenados a entre 14 años de prisión y cadena perpetua y una multa de un millón de rupias (unos 10.000 dólares). Sin embargo, el número de mujeres que sufren este tipo de ataques aumentó, según activistas.
La Fundación Aurat, que trabaja por los derechos de las mujeres, señaló que los casos de violencia contra estas disminuyeron 12 por ciento en 2012.
Sin embargo, aumentaron algunas formas de agresión. En particular, el impactante aumento de 89 por ciento en los ataques con ácido, seguido de violencia doméstica, que creció 62 por ciento, quemaduras, 33 por ciento, y asesinatos, 11 por ciento.
“Es la forma más fácil de violencia. Compras ácido fácilmente y no hay temor de represalias”, dijo Maliha Zia, responsable de legislación y género de la Fundación Aurat.
En estos últimos años, en especial tras el estreno de la película pakistaní Saving Face (“Guardando las apariencias”), que ganó el Óscar a mejor documental en 2012, se habla más de este tipo de violencia.
Las estadísticas no reflejan la realidad porque no se denuncian todos los casos ni todas las mujeres llegan al hospital, pero la Fundación de Sobrevivientes de Ataques con Ácido dijo que en los últimos siete meses, se registraron unos 65 incidentes en todo Pakistán.
La Fundación, que ofrece asistencia legal y médica, indicó en 2012 que logró recopilar 111 casos de ataques con ácido a través de organizaciones no gubernamentales, sobrevivientes y familiares, la policía y hospitales estatales de todo el país.
Setenta por ciento de las víctimas de ataques con ácido son mujeres, y 60 por ciento de los incidentes se producen en medio de disputas domésticas.[related_articles]
“Pakistán tiene leyes y son muy buenas”, señaló Dabir-ur-Rehman, director de Amigos del Centro de Quemados. Pero según dijo a IPS, en los últimos 12 años, desde que comenzó la iniciativa, “no hubo ninguna persona condenada ni ninguna mujer recurrió a la justicia”.
Valerie Jan, de la Fundación, dijo que las condenas se triplicaron desde 2012 tras la reforma de la ley.
“De seis por ciento de condenas pasamos a 18 por ciento. Es una mejora, pero significa que 80 por ciento de los responsables siguen escapándose de la justicia”, observó.
Hay que fortalecer los mecanismos para que se cumpla la ley, dijo Jan. La Fundación cree que la reforma legal fue un buen paso, pero no es suficiente. La institución aboga por un proyecto de ley contra las quemaduras y ataques con ácido, que está pendiente de aprobación.
“Entre otras cosas incluye un mecanismo de supervisión del cumplimiento de la ley en relación con” estos delitos, puntualizó.
“También es importante que los medios no solo informen sobre el ataque, sino que sigan el caso hasta la condena para disuadir así a futuros agresores”, añadió Zia.
Una de las razones de que no haya muchas condenas, señaló Zohra Yusuf, presidenta de la independiente Comisión de Derechos Humanos de Pakistán, es que “es excesivamente escasa la investigación de casos criminales, entonces los responsables suelen quedar absueltos”.
Además, frecuentemente se silencia a las víctimas, apuntó.
Fakhra Yunus, cuyo caso tuvo repercusión mundial, sobrevivió a un ataque con ácido hace 13 años, pero nunca pudo ver condenado a su agresor, Bilal Jar, quien pertenecía a una familia con poder político. Se sometió a más de 30 intervenciones quirúrgicas antes de suicidarse en marzo de 2012.
“Las familias sufren una gran presión para retirar la denuncia”, indicó Yusuf. “En el caso de Fakhra, la familia entera se retractó y dijo que no lo podían identificar”, añadió.
“Las víctimas suelen temer represalias de sus agresores”, coincidió Jan. “Además, les es difícil llegar a la justicia”, apuntó.
Pero mientras se aprueba una ley más severa, Shahid Hussain, del Centro de Quemados de Karachi, ofrece una solución. “Si el gobierno controla la venta de ácido concentrado, dará un gran paso para evitar estos delitos”, dijo a IPS.
Todos los meses, llegan entre dos y cuatro mujeres que fueron rociadas con ácido.
“Había un artículo del proyecto de ley enmendado que establecía el control de la compra y venta de ácido, pero fue eliminado antes de su aprobación”, recordó Zia.
Mientras, el esposo de Perween, quien sigue prófugo, la llama todos los días para amenazarla con quemar a su hermana menor si no retira los cargos en su contra.
“Pase lo que pase, no cambiaré lo que dije”, aseguró Perween, negándose a dar marcha atrás.