La expansión del virus del dengue en el continente americano mantiene en emergencia a instituciones, gobiernos y científicos que buscan soluciones sostenibles para un problema de salud asociado a condiciones socioeconómicas y que podría agravarse con el cambio climático.
Estadísticas de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) indican que en los siete primeros meses de 2013, la región reportó casi 1,4 millones de casos, lo que se cataloga como un año epidémico.
“El año 2012 finalizó con un 1,7 millones y no sabemos si 2013 cerrará con una cifra superior”, advirtió el guatemalteco Luis Castellanos, durante un XIII Curso Internacional de Control del Dengue, que se desarrolla en la capital cubana entre el 12 y el 23 de agosto.
Castellanos, responsable de control y prevención de enfermedades transmisibles de la OPS, alertó que los casos de esta enfermedad infecciosa tropical aumentan allí donde la infraestructura sanitaria es más pobre y débil y los niveles educacionales menores.
El entomólogo cubano Juan Bisset considera que el cambio climático tiene su cuota de responsabilidad en el incremento del dengue, según sus estudios sobre el Aedes aegypti, principal trasmisor de esta enfermedad tropical.
En su opinión, la elevación de las temperaturas como consecuencia de las transformaciones climáticas abrevian los ciclos de reproducción del mosquito, y el riesgo de propagación del virus se multiplica.
Otros expertos alertan que este vector está apareciendo en zonas inesperadas de Europa, como ocurrió en 2009 en el sur de Francia y más recientemente en Portugal.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda, entre otras acciones, fomentar la toma de conciencia sobre la amenaza que supone el cambio climático para la salud, procurar que esta ocupe el lugar que merece en la agenda climática y ayudar a los países a crear capacidades para reducir la vulnerabilidad sanitaria ante las transformaciones del clima.
“La enfermedad es el fracaso de las medidas de control del mosquito”, comentó a IPS el investigador Bisset, jefe del departamento de control de vectores del estatal Instituto de Medicina Tropical Pedro Kouri, sede del curso al que asisten unos 300 expertos de Argentina, Brasil, Estados Unidos y países de Europa.
La clave no está en concentrarse en la patología, como hacen la mayoría de los países, sino en combatir el Aedes aegypti, aseguró Bisset, para lo cual propuso una estrategia integrada de control extendido (en grandes áreas).
Este esquema no es nuevo e incluye el uso de insecticida, métodos biológicos y saneamiento ambiental, entre otros. “Pero siempre se trabaja en áreas pequeñas”, especificó Bisset.
En una reunión que se realizará en Panamá en noviembre debe facilitarse el intercambio sobre qué hacer para controlar este vector, planteó.
El Aedes aegypti, según estudios citados por el científico, es oriundo de África, desde donde se propagó a todas las áreas tropicales. En el Caribe está presente desde hace más de 350 años y es casi exclusivamente una especie doméstica.
Su hábitat preferido son los depósitos con agua relativamente limpia, con poca contaminación y pobre en material orgánico y sales.
“Cuba se caracteriza por ser una isla dentro de un océano de dengue”, afirmó Bisset, quien aseguró no tener datos de la situación actual del país en cuanto a brotes de la enfermedad.
“En cuanto al índice vectorial, en 1987 era de 0,01, ahora nos mantenemos en 0,3”, dijo y añadió que se trabaja para evitar índices por encima de 0,5, que facilitan la trasmisión de la dolencia. Este índice de infestación mide el número de vectores detectados por cada 100 viviendas.
Los meses de mayor proliferación del Aedes en Cuba son agosto, septiembre y octubre, favorecida por las lluvias, el calor y los mayores traslados de personas, por coincidir con las vacaciones del verano boreal. Sin embargo, las fumigaciones casa por casa se mantienen prácticamente todo el año, algo no siempre bien aceptado por la población.
Las autoridades cubanas insisten en que la comunidad juega un papel muy importante porque el mosquito convive con la familia, dentro de la casa o alrededor de la vivienda. “La gente sabe mucho sobre dengue y el Aedes, pero aun así no siempre facilitan nuestro trabajo”, se quejó a IPS un fumigador que acababa de encontrar varios apartamentos cerrados en un edificio a su cargo.
Cuba estableció su programa de control para la erradicación del mosquito transmisor tras la epidemia de 1981, cuando hubo más de 400.000 casos, 10.000 de dengue hemorrágico, la variante más grave, con un saldo de 158 personas fallecidas, 101 de ellas niños y niñas.
Según informes oficiales, esa epidemia tuvo un costo económico de 103 millones de dólares.
El combate actual del vector está basado principalmente en la reducción de los criaderos, mediante control físico, fumigación, legislación que permite multar a las personas responsables de los criaderos y participación de la comunidad en la limpieza ambiental.
Por ahora, la única y mejor opción es mantener a raya al pertinaz mosquito trasmisor, en tanto el sector científico se afana en la búsqueda de una vacuna.
Durante el curso internacional, Cuba informó que su proyecto de un inmunógeno para el dengue se encuentra en la fase de estudios preclínicos en ratones y monos, última etapa antes de pasar a la clínica (en humanos).
A su vez, las autoridades sanitarias de Brasil, el país americano con más casos de dengue, autorizaron el 17 de este mes a probar en humanos una vacuna desarrollada durante ocho años por el público Instituto Butantan de ese país y una entidad estadounidense de salud.
Los primeros resultados de estas pruebas clínicas se conocerán en 2015.
Cifras de la OMS indican que entre 50 y 100 millones de casos de dengue se registran cada año en más de 100 países y la enfermedad ha sustituido a la malaria como la más prevalente transmitida por vectores en las regiones del Sur en desarrollo.