Todo son virajes y rotondas para la ugandesa Keddy Olanya, de 32 años, esposa y madre de tres hijos. Ella es una de las escasas mujeres conductoras que lidian con las calles llenas de pozos en un “bodaboda”, o taxi en motocicleta.
Olanya, que vive en Gulu, en el norte de Uganda, fue maestra durante un año en la aldea de Lukome, en la misma región. Hasta que, en 2008, se dio cuenta de que podía ganar más dinero con un segundo empleo, conduciendo uno de esos vehículos durante fines de semana y feriados escolares.
Muchos hombres se ganan la vida con esta ocupación. Pero en Gulu hay solo otra mujer más que trabaja como conductora, dijo Olanya a IPS.
Como mujer en un sector dominado por varones, su género puede jugar a favor, pero también en contra.
“En realidad, una mujer que conduce un bodaboda puede ganar más dinero que un hombre” que se dedica a lo mismo, admitió Olanya. Asegura que llega a ganar el equivalente a 138 dólares mensuales en las aulas, mientras que puede obtener hasta 19 dólares al día como conductora.
“En la mayoría de los casos, (los clientes) confían más en las mujeres que conducen bodabodas que en los hombres, por la manera como lo hacen. Nosotras no vamos tan rápidamente”, explicó.
Se desconoce la cantidad exacta de personas que manejan estos vehículos en el país, aunque se dice que solo en Kampala hay unas 145.000, según un informe publicado en la edición digital del periódico local Red Pepper.
Esta nación del oriente africano es mencionada como poseedora de una “economía del bodaboda”, aunque es difícil acceder a estadísticas al respecto.
Según un proyecto financiado en 2002 por el Departamento de Desarrollo Internacional de Gran Bretaña y realizado por el asesor en temas de transporte John Howe, titulado “Boda Boda – Uganda’s Rural and Urban Low-Capacity Transport Services”, alrededor de 1,6 millones de ugandeses, o siete por ciento de la población, dependen de esta industria para ganarse la vida, aunque sea parcialmente.
El sustento de otras 100.000 personas también depende de los servicios de reparación y mantenimiento de estos vehículos, agregó.
Son de esperar las miradas y los comentarios molestos de algunos hombres conductores cuando Olanya está en la calle, o en la parada donde espera a sus clientes.
[related_articles]“A veces pueden decir simplemente que este trabajo es adecuado para mujeres que no están casadas, que yo soy demasiado delicada para esto, que voy demasiado lento”, dijo.
Por otro lado, a menudo debe hacer frente a los habituales intentos de violar la relación entre cliente y conductora.
Cuando lleva a hombres, algunos incluso le hacen propuestas sexuales, relató.
Otros le ofrecen más dinero del que les cobra, y en relación a eso “una tiene que tener principios”, aseguró.
Tras pasar años tratando con estudiantes rebeldes, Olanya dice saber cómo hacer que los clientes no se molesten. “Solo hay que hablarles suavemente, pero marcar terreno”, explicó.
Algunas mujeres “me admiran. Pero otras dicen que mejor busque otras opciones, como tener una empresa”, agregó Olanya.
A ella le gustaría alentar a las personas a realizar cualquier trabajo con el que puedan ganarse la vida, independientemente de su género. “Actualmente estamos pasando a un mundo de igualdad”, enfatizó.
Ella es parte de una tendencia creciente de maestros y otros profesionales que buscan un segundo empleo como conductores para poder llegar a fin de mes.
Wilfred*, un agente de policía de 35 años que trabaja en Kampala, trabajó durante seis meses como conductor, en horarios de tiempo parcial, cinco días a la semana, “para sobrevivir”.
“Muchos policías lo hacen”, señaló Wilfred, quien dijo ganar unos 125 dólares mensuales con su trabajo de tiempo completo.
“Esto es necesario porque el salario que recibimos no alcanza”, planteó.
Según relató a IPS, normalmente gana alrededor de siete dólares diarios transportando pasajeros.
Flavia Nuwabine, una mujer de 23 años que vive en Kyebando, en Kampala, conduce un bodaboda desde hace dos años. No conoce otras mujeres que hagan lo mismo en la capital, dijo.
Ella recurrió a esa actividad luego de estudiar hotelería y descubrir que, trabajando en esa área, ganaba apenas 38 dólares al mes.
Ahora traslada personas y paquetes. Va cargada con jabones y papel A4 para impresoras. Con ellos atraviesa la ciudad, para entregarlos a una empresa local. En un día promedio puede ganar 11 dólares, dijo.
Nuwabine admitió que preferiría estar trabajando en aquello que estudio, pero dijo estar feliz de poder ganar más dinero.
* Apellido no revelado por la fuente.