Es un día hábil, pero Musah Razark Adams, un adolescente de 13 años que cursa quinto grado de escuela en la norteña localidad ghanesa de Wuba, está parado en un arrozal blandiendo una honda, listo para tirarles a los pájaros.
Trabaja de 07:00 a 18:00 horas espantando aves y le pagan 10 dólares al mes, además de un saco de 25 kilogramos de arroz o maíz, por cada media hectárea de tierra que protege.
Adams y otros estudiantes como él participan en la ardua tarea popularmente conocida en el norte de Ghana como “Lejos”, que busca impedir que los pájaros se alimenten en los establecimientos arroceros, lo que suele hacerse en horario escolar.
En términos generales, la escuela es gratuita en esta nación de África occidental, aunque cada una cobra sus propios costos adicionales. Y los niños, irónicamente, se emplean en “Lejos” a fin de pagar los gastos extras, como las cuotas de la Asociación de Maestros y Padres, y para comprar materiales de estudio.
“Cuando empezó la escuela, este año, le pedí a mi padre que me diera dinero para comprar mis materiales, y me dijo que hiciera como los otros. Dijo que no tenía dinero. Así que tengo que hacer esto (espantar pájaros) porque toda la producción de nuestra granja se vendió para poder alimentar a nuestra familia”, explica Adams a IPS.
El adolescente sueña con poder ganar suficiente dinero para comprarse zapatos y sastisfacer sus necesidades educativas básicas: uniforme escolar, libros y lápices. Pero ahora su sueño parece muy difícil de alcanzar, dado que no tiene el equivalente a 30 dólares para concretarlo.
“Lejos” es una práctica cultural común en varias regiones de Ghana, donde los niños dejan de ir a la escuela durante por lo menos un mes, de abril a mayo, y luego, otra vez, de agosto a septiembre.
El padre de Adams, Iddrisu, de 45 años, tiene otros cinco hijos y dice a IPS que no tiene estabilidad económica para mantenerlos, motivo por el cual los muchachos trabajan en “Lejos”.
El hermano de Musah Razark Adams, Seidu, de 15 años, también se dedica a ahuyentar aves de los cultivos.
“Aunque me avergüenza obligar a los niños a participar en ‘Lejos’, no tengo medios alternativos de obtener dinero para mantenerlos”, dice el padre.
Robert Owusu, un productor arrocero de Nyanpkala, en la Región Norte, señala a IPS: “Si no hay personas apostadas para guarnecer el establecimiento a lo largo del día, los pájaros se comerán todo el arrozal”.
“Actualmente no tenemos ningún otro método de espantar aves, aunque sabemos que está en juego la educación de los niños”, plantea, agregando que los adultos no se emplean en esto porque su trabajo es demasiado caro.
Aunque los padres no consideren que esto infrinja la ley, esta práctica es parte de las muchas instancias de trabajo infantil en el norte de Ghana.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define al trabajo infantil como todo aquel “que priva a los niños de su niñez, su potencial y su dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico”. Esto incluye las tareas que interfieren con su escolaridad.
En los últimos años, el Departamento de Bienestar Social, el Departamento de Infancia y la OIT iniciaron medidas para reducir el trabajo infantil en este país, pero sostienen que estas estrategias se ven obstaculizadas por la pobreza en muchas comunidades.
Sanday Iddrisu, director interino del Departamento de Infancia de la Región Norte, dice a IPS que la Ley de Infancia de Ghana declara que ningún menor debería ser privado de acceso a la educación, y prohibe a padres y a otros individuos someter a un niño o niña a explotación laboral.
“Básicamente, tanto las regulaciones internacionales como nacionales están en contra de las prácticas que exponen a los niños a esta forma de trabajo y que les impiden tener una educación” como los demás, señala.
[related_articles]Agrega que muchas de las campañas en las que se embarcaron su departamento y el de Bienestar Social resultaron inútiles. Según él, los padres de los niños que trabajan suelen usar la pobreza como excusa, declarando que no pueden satisfacer las necesidades de sus hijos sin que ellos tengan un empleo.
Aunque hay un Plan Nacional de Acción para la Eliminación del Trabajo Infantil en Ghana, un estudio de la Unidad de Protección Infantil del Departamento de Trabajo sostiene que la nación ha hecho poco por erradicar esta práctica.
Alrededor de 1,27 millones de niños y niñas de entre cinco y 17 años en este país de 25 millones de habitantes participan en actividades clasificadas como trabajo infantil, dice Emmanuel Otoo, un representante de la OIT en Ghana, a IPS.
“Debemos poner nuestra mira y nuestros recursos en la implementación de los detalles de las muchas convenciones y leyes locales e internacionales que Ghana ha ratificado, incluyendo los convenios de la OIT, la Carta (de la Unión) Africana sobre los Derechos y el Bienestar del Niño, la Constitución de Ghana y la Ley de Infancia de Ghana de 1998”, señala.
Naa Alhassan Issahaku Amadu, encargado de población de la Región Norte, dice que el trabajo infantil afecta el crecimiento y desarrollo intelectual, social y físico de los menores.
“Los niños necesitan seis horas universalmente aceptadas de contacto maestro-estudiante. Y si no van a clases debido a ‘Lejos’, se perderán todo lo que se enseñó”, explica a IPS.
El director de la escuela de Adams, Abdul-Salam Hamza Fataw, sostiene que los niños que se dedican a espantar pájaros no logran seguir el curso lógico de las lecciones.
Según él, durante el período abril-mayo de “Lejos”, una clase de 50 alumnos se reduce a unos ocho.
Umal Mohammad Farhim, supervisor del Servicio de Educación de Ghana en la Región del Norte, dice a IPS que los niños y las niñas tienen derecho a recibir educación.
“Estadísticas de la Escuela Primaria de Wuba, por ejemplo, señalan que el año pasado menos de 40 por ciento de los estudiantes aprobaron sus exámenes de fin de período”, plantea.
Un informe formal se enviará a la oficina principal del Servicio de Educación en Tamale, la capital de la Región del Norte, si un enfoque de cambio de comportamiento para el próximo año académico no logra abordar el problema.
Sin embargo, Afua Ayisibea Ohene-Ampofo, gerenta de proyecto de la oficina del norte del Centro Internacional para el Desarrollo de Fertilizantes, que se dedica a la seguridad alimentaria, dice a IPS que no se puede terminar con esta práctica debido a su dimensión cultural.
Para ella, el problema del trabajo infantil está estrechamente vinculado a tradiciones que no ven ningún conflicto en alentar a los niños a trabajar para cubrir sus necesidades.
Ohene-Ampofo, quien trabaja en varios proyectos en la región desde hace 10 años, dice que la pobreza que hace que las familias obliguen a sus hijos a continuar el círculo vicioso de “Lejos” podría reducirse si los padres tuvieran una formación alternativa como elaboración de panes, diseño de modas, apicultura o fabricación de jabones.
Hasta entonces, Adams tendrá que continuar trabajando.
“Mi sueño de ser maestro puede hacerse añicos si no me mantengo a mí mismo de esta manera. Realizar este trabajo me hace sentir mal, pero tengo que hacerlo para asegurar mi futuro… No tengo opción”, resume.