En el distrito de Kilwa, en el sur de Tanzania, el líder comunitario y pescador Salim Riziki, parado al lado de un grupo de turbinas recién importadas de Dubai, opina sobre lo que implica el hallazgo de gas en Songo Songo, una isla ubicada a 15 kilómetros del continente africano.
El zumbido y las luces de las turbinas contrastan totalmente con las chozas de barro y paja y con unas pocas viviendas de latón.
Al atardecer, no hay automóviles en el camino, solo ocasionales trabajadores que caminan con una azada de regreso a sus casas. El descubrimiento de gas en Songo Songo trajo la electricidad de la aldea, pero solo unos pocos afortunados la disfrutan.
“Sí, creemos que esta exploración es vital, pero nos preocupa en tanto que ciudadanos”, dijo Riziki a IPS.
“Necesitamos la verdad, contar con información para poder analizar con calma qué es lo mejor para nosotros. El gobierno nos contó sus planes para los hospitales, las escuelas y la electricidad. Lo informaron por la radio, sí, pero no nos preguntaron” si podían avanzar en la exploración, remarcó.
En el puerto de Mtwara, unos 250 kilómetros al sur del distrito de Kilwa y a unos 400 de Dar es Salaam, la frustración de la población local llegó a un punto de inflexión el 22 de mayo, cuando atacaron oficinas estatales.
Enojados manifestantes también arrojaron piedras contra las oficinas del gobernante partido Chama cha Mapinduzi (CCM, Partido de la Revolución en swahili).
La respuesta de las autoridades fue extremadamente dura. Los soldados, traídos en camiones desde Dar es Salaam, arremetieron con gases lacrimógenos y municiones reales. Fuentes locales denunciaron la muerte de tres personas, entre ellas una mujer embarazada de siete meses.
Mika Minio-Paluello, de la organización no gubernamental (ONG) Platform, dijo a IPS: “No es rara la militarización del gobierno y de empresas privadas cuando hay exploraciones de petróleo y de gas natural. Tampoco es extraño que aumente la violencia. Es algo que se repite en Nigeria, Ghana y Angola”.
Los disturbios comenzaron cuando el gobierno anunció que la construcción del gasoducto que va de Mtwara, en la frontera con Mozambique, a Dar es Salaam seguiría de acuerdo al plan establecido.
Eso implica que en Mtwara no habrá instalaciones para procesar el gas y que las reservas explotadas desde 2006 en la bahía de Mnazi, en la propia Mtwara, no derivaron en el crecimiento de la industria manufacturera ni de procesamiento en la región, lo que hubiera permitido la prosperidad del área.
A Ishmail, quien no brindó su nombre completo y reside en la ciudad portuaria de Mikindani, 10 kilómetros al sur de Mtwara, le gustaría beneficiarse del gas encontrado.
“La mayoría cultivamos sésamo y castañas de cajú, o al menos es lo que haríamos si tuviéramos trabajo. El desempleo es un gran problema en Mikindani. Solo entre ocho y 10 por ciento trabajamos; estamos desesperados”, dijo a IPS.
“¿Qué necesita una familia?”, preguntó. “Salud, una familia feliz, un hogar, alimento y trabajo. No tenemos eso, ni siquiera agua potable”, remarcó.
“Nuestro problema es que el gobierno en Dar es Salaam, a 650 kilómetros, nos abandonó. El gas se llevará a otras áreas y aquí seguiremos sin lo básico”, subrayó Ishmail.[related_articles]
Las compañías petroleras trasnacionales realizan perforaciones desde Somalia, a lo largo de la costa oriental de África y hasta el norte de Mozambique. Entre ellas están: BG group, Statoil (con 40 por ciento de las acciones de Exxon), Royal Dutch Shell, Anadarko Petroleum Corporation, Petrobras, Total, BP y Aminex.
El problema de la falta de información sobre las exploraciones de gas y petróleo y sobre las perforaciones, en general, surge varias veces en las entrevistas realizadas por IPS en la costa sur de Tanzania.
“El gobierno central nos trata con desprecio. Somos los niños olvidados”, opinó Sultan, sastre de Mtwara, quien prefirió no dar su nombre completo a IPS.
Él y el resto de los residentes de Mtwara no gozan de los beneficios del gas y el petróleo, al igual que la población de Kilwa y Lindi, 100 kilómetros al norte, en la misma costa sur de Tanzania.
Sultan no tiene electricidad en su casa y usa la que toma del tendido que pasa fuera de su precaria vivienda en el mercado central.
A pesar de haber quedado marginados de los beneficios del gas, las poblaciones locales temen denunciar la situación en público.
Rob Ahearne, conferencista de la británica Universidad Londres-Este y autor del libro “Oil and gas, citizenship, modernity and change in southern Tanzania” (Petróleo y gas, ciudadanía, modernidad y cambio en el sur de Tanzania), dijo a IPS: “Las poblaciones locales tienen recelo de hablar al respecto, tienen miedo a los espías o informantes del (gobernante) CCM, y no quieren ser tildados de agitadores”.
“Son zonas muy marginadas, sienten que es un asunto privado y hay muy pocos foros cohesivos. Incluso entre las aldeas, hay poca confianza”, remarcó.
Según varios consultores en gestión ambiental, las compañías petroleras exceden lo que son sus responsabilidades, tanto en lo que respecta a la realización de consultas con la población local como en materia ambiental. Pero esto obedece, en parte, a que las auditorías europeas son mucho más estrictas que las de Tanzania.
Además, toda compañía que opere en Tanzania debe donar al gobierno central 100.000 dólares al año por concepto de registro básico, según un estudio realizado por Ahearne.
De hecho, el gobierno tanzano ha requerido a las empresas 60 por ciento de todas las ganancias. Pero no informó sobre el destino que dará a lo recaudado.
La ley de Libertad de Información no se implementa como corresponde, lo que hace imposible acceder al material.
IPS realizó gestiones durante tres meses para entrevistar al ministro de Energía y Minería, Sospeter Muhongo, pero sin éxito.
Un funcionario del gobierno, que pidió reserva de su identidad, dijo a IPS: “Puedes discutir sobre ética y filosofía cuando tienes el estómago lleno, pero nuestro pueblo no tiene eso”.
Pero el problema no está en la transparencia, según Nnimmo Bassey, de la ONG Oilwatch Africa.
“La solución final no es la transparencia, sencillamente no se va a conseguir. El sector accede a pagar los costos ambientales. La solución final es dejar el petróleo en la tierra; y el carbón en su hoyo, como se dice”, explicó.
“La civilización del combustible fósil llegó a un callejón sin salida. Debemos aceptarlo. De aquí en más es dar un paso más hacia el precipicio”, opinó Bassey.