Casi 12 años después de que Estados Unidos desalojó al Talibán del poder en Afganistán, la Casa Blanca anunció que iniciará conversaciones formales con ese movimiento islamista a fines de esta semana en Qatar como parte de un proceso de reconciliación nacional afgano.
El anuncio coincidió el martes 18 con las ceremonias en que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) cedió formalmente la responsabilidad de la seguridad en Afganistán a las fuerzas locales.
Antes, el Talibán había divulgado un comunicado en el que implícitamente se desvinculada de la red extremista Al Qaeda.
El Talibán “no permitirá que nadie amenace la seguridad de otros países desde el suelo de Afganistán”, dijo Muhammad Naim, portavoz del movimiento, en un programa televisivo desde Doha. Además, aseguró que el grupo procura “una solución política y pacífica” al conflicto.
“Esas son dos declaraciones que hemos esperado por mucho tiempo”, dijo a periodistas un funcionario estadounidense que pidió no ser identificado.
“Estas declaraciones representan un primer e importante paso hacia la reconciliación, un proceso que, después de 30 años de conflicto armado en Afganistán, sin duda será complejo, largo y entreverado, pero de todas formas es un importante primer paso”, añadió.
También instó al Talibán y al presidente afgano Hamid Karzai a iniciar negociaciones “pronto”.
[related_articles]Al hablar en la cumbre del Grupo de los Ocho (G-8) países más poderosos, en Irlanda del Norte, el presidente estadounidense Barack Obama también calificó la apertura del Talibán de un “importante primer paso hacia la reconciliación”, pero adelantó que “habrá muchos escollos en el camino”.
También subrayó que Washington permanece “plenamente comprometido” con sus “esfuerzos militares para derrotar a Al Qaeda y para apoyar a las Fuerzas de Seguridad Nacional de Afganistán”.
Críticos de la operación militar estadounidense en Afganistán señalaron que el anuncio del martes supone un importante cambio en vísperas de que venza el plazo, en 2014, para el repliegue de prácticamente todas las fuerzas extranjeras de ese país de Asia central.
La mayoría de los expertos en Washington creen que, a lo sumo, 10.000 soldados estadounidenses, más unos 4.000 de otros países de la OTAN, permanecerán en el terreno más allá de ese plazo, entrenando a las fuerzas locales y formando unidades contraterroristas concentradas en prevenir acciones de Al Qaeda.
“Estados Unidos y Karzai ahora saben que deben lograr un acuerdo con el Talibán, que no puede ser derrotado militarmente”, dijo William Goodfellow, director del Centro para Políticas Internacionales, de Washington.
“El problema es que, en los últimos 11 años fueron los militares (de Estados Unidos) quienes condujeron el show y, para ellos, negociar equivale a una derrota. Hoy nos estamos alejando de la política de procurar vencer por la fuerzas de las armas al Talibán y nos enfocamos en una que busca una solución política”, indicó.
La apertura del Talibán se produce también en medio de una serie de indicios de que tanto la Casa Blanca como el Congreso legislativo estadounidense quieren reducir sus compromisos con Afganistán lo antes posible.
La semana pasada, la mayoría de la Cámara de Representantes, liderada por el opositor Partido Republicano, aprobó una enmienda a un proyecto de ley sobre el repliegue de tropas de Afganistán.
La enmienda eliminó una cláusula que permitía tácitamente la presencia de Estados Unidos en Afganistán después de 2014, y la reemplazó por otra que requiere una explícita autorización del Congreso para ello.
Unos 66.000 soldados estadounidenses permanecen en Afganistán, frente a los 100.000 que había hace dos años, luego de la estrategia antiterrorista “surge” (embate).
La administración de Obama está ahora inmersa en un gran debate interno sobre el ritmo en el que se debe llevar a cabo el repliegue de las tropas remanentes antes del plazo de 2014 y cuántos uniformados se quedarán a partir de ese año.
Para que Washington mantenga soldados en Afganistán será necesario que Karzai, o quien lo suceda tras las elecciones presidenciales de 2014, esté dispuesto a brindarles a estos determinadas garantías, incluyendo una polémica inmunidad penal.
El Departamento de Defensa estadounidense quiere mantener la mayor cantidad posible de soldados, sobre todo pensando en la próxima “temporada de combates”, que va de fines de la primavera boreal hasta el otoño.
Los líderes del Pentágono están convencidos de que aún pueden dar duros golpes al Talibán, debilitando así la posición del movimiento islamista en las negociaciones.
Pero Obama, quien durante su campaña presidencial de 2008 describió el conflicto en Afganistán como una “guerra de necesidad”, parece cada vez más desencantado con la estrategia contraterrorista en ese país.
Hace dos años, la entonces secretaria de Estado (canciller), Hillary Rodham Clinton, anunció el apoyo de Washington a negociaciones directas con el Talibán.
Sin embargo, a pesar de una serie de reuniones informales con representantes del movimiento islamista, auspiciadas por varios países europeos y Qatar, el Departamento de Estado parece incapaz todavía de quitarle el control de las políticas al Pentágono y a sus partidarios en el Congreso.