Más de dos años después de desempeñar un papel fundamental en la Primavera Árabe de Egipto, las redes sociales pasaron a tener un rol menos positivo, al servir como plataforma para la incitación, la propagación de rumores y la total desinformación.
Durante la revuelta popular de 18 días que ocurrió en este país a principios de 2011, las redes sociales, en especial Twitter y Facebook, facilitaron la organización de manifestaciones masivas, con su epicentro en la emblemática plaza Tahrir, y oficiaron de plataformas para articular demandas políticas.
«Las mismas redes sociales que los activistas utilizaron para derrocar a (Hosni) Mubarak ahora sirven para conseguir objetivos políticos de corto plazo, manipular a la opinión pública y hasta incitar a la violencia», dijo a IPS el especialista Adel Abdel- Saddiq, del Centro Al-Ahram de Estudios Políticos y Estratégicos, con sede en El Cairo.
«Estos nuevos medios resultaron esenciales para movilizar a cientos de miles de manifestantes en múltiples lugares y de forma simultánea», dijo a IPS el conocido politólogo Ammar Ali Hassan.
«También permiten que los usuarios obtengan información y noticias de fuentes diferentes a los canales gubernamentales oficiales», añadió.
Las redes sociales también pasaron a ser un espacio para comunicados oficiales. El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA), por ejemplo, sigue publicando comentarios y declaraciones oficiales en Facebook.
Ese órgano gobernó el país desde la salida de Mubarak hasta la asunción del presidente Mohammad Morsi, el 30 de junio de 2012.
«Tras la revuelta, la clase políticamente activa adoptó Facebook como su medio de comunicación preferido», explicó Abdel-Saddiq.
Detalló que «el entonces gobernante CSFA se dio cuenta de eso y comenzó a comunicarse con el público a través de ese medio, que resultó tan decisivo para la caída del régimen» de Mubarak, en el gobierno desde 1981. [related_articles]
Anonimato en las redes sociales
«Las redes sociales ahora desempeñan un papel más destructivo, utilizadas a menudo para provocar ira y odio y propagar rumores no confirmados», indicó Abdel-Saddiq.
«Desde la revolución, vemos que las utilizan para incitar a los manifestantes contra la policía, a la oposición laica contra los grupos islamistas y a musulmanes contra cristianos, y viceversa», explicó.
«Usuarios anónimos han publicado comentarios en línea, que luego resultaron falsos, diciendo que ‘las fuerzas de seguridad disparaban contra manifestantes desarmados’ o que ‘musulmanes atacaban a cristianos’», ejemplificó Abdel-Saddiq.
«Una vez hecho esto, resulta fácil, con el apoyo de las redes sociales otra vez, incidir en una gran cantidad de manifestantes enojados, a los que se cita en lugares específicos para crear un terreno fértil de enfrentamientos violentos», explicó.
Este fenómeno ocurrió más de una vez tras la revuelta popular, cuando las pasiones sectarias se avivaron a raíz de choques entre musulmanes y cristianos, detrás de los cuales, muchos observadores ven la mano invisible de un tercero.
«El público pronto se dio cuenta de que las denuncias falsas en las redes sociales comenzaron a ser empleadas por ciertos grupos, ya fueran fuerzas revolucionarias, rivales políticos o agencias extranjeras de inteligencia, para desestabilizar al Egipto posrevolucionario», añadió.
A fines de 2011, apareció un grupo anónimo que se definía como el «Comité para la promoción de la virtud y la prevención del vicio en Egipto». La página hizo temer por la emergencia de una «policía moral», similar a la de Arabia Saudita, y tenía el logo de la agrupación salafista Al-Nur (Partido de la Luz).
La organización de extrema derecha religiosa se apresuró a negar su vínculo con el grupo de Facebook, mientras sus creadores permanecen anónimos hasta hoy.
«Uno de los inconvenientes de las redes sociales es que grupos anónimos pueden crear cuentas o sitios de Internet falsos y, así, divulgar comunicados falsos en nombre de grupos o figuras políticas», explicó Hassan.
Medios sin control
Plataformas para compartir vídeos, como YouTube, también comenzaron a desempeñar un papel menos positivo que el que tuvieron durante la revuelta, según especialistas.
«Los vídeos publicados en línea le dieron un ímpetu adicional a la revuelta, lo que permitió que manifestantes de otras partes del país vieran lo que estaba ocurriendo», indicó Abdel-Saddiq. «En cambio, en la actualidad, se usan cada vez más para incitar y subvertir», apuntó.
El especialista mencionó varios incidentes con fotografías o vídeos provocadores en las redes sociales que, tras provocar reacciones de enojo, resultaron ser falsos o muy exagerados. En muchos casos, añadió, «resultaron ser más viejos de lo que se había dicho originalmente y representaban acontecimientos sin ninguna relación».
Un ejemplo, relató Abdel Saddiq, es un vídeo que apareció en 2011 y que mostraba a un policía que arrojaba el cuerpo de un manifestante boca abajo sobre un montón de basura. Después de que generó una ola de indignación contra la policía y de que los grandes canales de televisión lo difundieran, se supo que el incidente ni siquiera había ocurrido en Egipto.
A principios de abril de 2013 circuló otro vídeo en que se veía a un grupo de hombres musulmanes que agredían sexualmente a una mujer copta en el Alto Egipto, en el sur del país.
El audiovisual, que se difundió en el marco de las tensiones sectarias en El Cairo y Alejandría, motivó una ola de malestar popular. Luego se supo que el vídeo era de 2009 y que tenía que ver con una venganza tribal, y no con conflictos sectarios.
«Ese fue un claro intento de un grupo anónimo de incitar a la violencia entre cristianos y musulmanes de Egipto», sintetizó Hassan.
«Incidentes de ese tipo ocurrieron tan seguido en el periodo posrevolucionario que la mayoría de los usuarios de las redes sociales cuestionan la fuente y la fecha de producción de los vídeos que circulan en línea», añadió.
Abdel-Saddiq atribuyó la situación actual a la falta de control legal sobre las plataformas de medios sociales en Egipto, donde «las leyes contra la injuria y la difamación solo se aplican a los medios tradicionales, como televisión, radio y prensa, pero no a Internet».
Él espera que tras las próximas elecciones parlamentarias en Egipto, previstas para fines de este año, se establezca una ley que regule los medios sociales.
«Hasta entonces, seguiremos viendo cómo nuevas formas de libertad de expresión, a las que muchos egipcios todavía no están acostumbrados, se utilicen de manera irresponsable y sin límites», alertó.