Yanaghy García tiene tres años y lleva un mes internado por epilepsia en el Hospital Pediátrico William Soler de la capital cubana. Pero por un rato se olvida y sonríe ante las travesuras de la payasa Mantequilla."Se está recuperando bien. Cuando lo veo sonreír así, parece que estuviera jugando con sus amiguitos de siempre", comentó a IPS la abuela del niño. Vicenta Echevarría sabe cuánta alegría trae la visita de la payasa, que hace un año trabaja voluntariamente en esta institución médica.
Mantequilla es la actriz Reyna de la Paz, que alegra a pacientes y cuidadores del hospital cada martes y jueves desde 2011, cuando una médica le pidió que hiciera uno de sus espectáculos en la sala de hematología.
Ella trabaja directamente con niños y niñas que deben pasar mucho tiempo en las salas de oncología, hematología y trasplantes de órganos. "Mi presencia en el hospital beneficia no solo a los pacientes y sus familiares, ayuda también a los médicos, que a veces tienen enfermos muy complicados, y al personal de servicios", describió.
"Soy actriz de teatro, no tenía ninguna experiencia en terapia de este tipo. Fui aprendiendo algunas cosas junto a los médicos y paramédicos. Ha sido todo un reto", señaló a IPS.
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De la Paz es una de tantas payasas y payasos que se vinculan a centros hospitalarios para desempeñar una labor de fines curativos, de manera voluntaria y autodidacta.
Para mitigar esa falta de formación, la Canadian Association of Therapeutic Clowns ofreció en marzo un taller para entrenar a payasos terapéuticos, entre quienes estuvo Mantequilla.
El proyecto Payasos Terapéuticos para Cuba abarca a una docena de especialistas en pediatría y rehabilitación, profesionales del circo y de la compañía de teatro infantil La Colmenita. La promotora de la idea fue la doctora canadiense Adrienne Hunter, residente en Cuba.
Hunter facilitó los trámites entre la Therapeutic Clowns International, que reúne a estos profesionales de todo el mundo, y el Ministerio de Salud Pública. Como resultado, la asociación canadiense se encargó de crear un curso sobre esta modalidad, que une conocimientos de la medicina y las artes circenses.
"Creo firmemente que el programa de salud cubano va a incluir esta experiencia. La risa es vida", declaró Hunter.
La payasa terapéutica canadiense Joan Barrington fue una de quienes dictaron el curso, cuyas sesiones prácticas se desarrollaron en el hospital William Soler.
"Todo el mundo prestó mucha atención, abrazando realmente la teoría de la profesión", dijo a IPS esta artista que lidera desde 1998 una fundación para llevar esta práctica curativa a los hospitales pediátricos de su país.
"Nuestra acción es acompañar al paciente durante su enfermedad. Los pequeños no pueden elegir cuándo van al hospital ni qué medicamentos deben tomar, pero sí pueden decidir cómo y cuándo juegan con su amigo payaso", explicó Barrington, fundadora del Clown Bunky.
Para ella las características esenciales de un payaso terapéutico son "la vulnerabilidad, estar abiertos y presentes en el momento preciso".
"No se trata del payaso, sino del niño que está en cama; él me guía hacia dónde quiere ir y a qué vamos a jugar. El niño hospitalizado no puede salir, pero podemos viajar con la imaginación", añadió.
Desde 1986, artistas de circo y personal de salud de todo el mundo se iniciaron en esto que hoy se conoce como payaso terapéutico. Este movimiento se mantiene en gran medida por el voluntariado, que defiende la risa como un complemento de la curación, sobre todo de la niñez con dolencias que llevan largas hospitalizaciones.
Si bien la risa como técnica curativa para dolencias mentales y del cuerpo se aplica desde antes de la era moderna, fue el médico estadounidense Hunter "Patch" Adams quien más contribuyó a que, a partir de los años 80, la medicina contemporánea la rescatara e incluyera entre las terapias disponibles en muchas partes del mundo.
Patch Adams, cuya vida inspiró la película homónima protagonizada en 1998 por Robin Williams, también se vistió de clown para atender a sus pacientes, y por eso es conocido como el doctor de la risa.
Hoy este activista social de 67 años reúne a voluntarios que, vestidos de payasos, viajan por el mundo para alegrar a gente de toda edad que vive situaciones difíciles. En esa misión, este especialista visitó varias veces Cuba, la última en 2008.
Investigaciones científicas y encuestas a personal médico, padres y madres arrojan que la presencia de payasos terapéuticos en los hospitales reporta beneficios fisiológicos y emocionales.
Roberto Álvarez, funcionario del Ministerio de Salud Pública, indicó en la clausura del taller en La Habana que "esta práctica es un apoyo para el personal médico" y aseguró además que su cartera "se compromete a extender paulatinamente la experiencia de los payasos terapéuticos en todos los hospitales pediátricos".
Cuba tiene una mortalidad infantil de 4,6 fallecidos por cada 1.000 nacidos vivos, según datos de 2012, y de seis por cada 1.000 entre menores de cinco años, una de las más bajas del mundo.
Según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, la segunda causa de muerte en la franja de entre uno y cuatro años fueron en 2011 los tumores malignos. El cáncer, que requiere largos períodos de hospitalización, incide en la población infantil.
"Tener un payaso cambia toda la dinámica y la energía que fluye. La experiencia ha sido un gran avance. Quisiéramos que se reprodujera en otros hospitales del país", comentó Elena Povea, vicedirectora del William Soler.