La elección de Uhuru Kenyatta como próximo presidente de Kenia, una figura requerida por la Corte Penal Internacional (CPI) por crímenes de guerra, no repercutirá, al menos en lo inmediato, en la posición del país en el concierto internacional, coinciden analistas políticos locales.
"Los gobernantes del mundo trabajarán para perseguir sus intereses", dijo a IPS el politólogo James Mwai. "En política, los intereses se anteponen a todo lo demás, y Kenia es un país de África oriental demasiado significativo como para que sea ignorado. Es el gran hermano de la región en todos los aspectos", puntualizó.
El presidente electo y su compañero de fórmula, William Ruto, están requeridos por la CPI por crímenes vinculados a la violencia desatada tras las disputadas elecciones generales de 2007-2008, cuando murieron unas 1.300 personas y fueran desplazadas por los menos 600.000 más. Los daños materiales ascienden a millones de dólares.
En las elecciones del 4 de este mes, el ahora viceprimer ministro concentró 50,07 por ciento de los votos emitidos, equivalentes a unos 6,1 millones electores, según anunció la comisión electoral el sábado 9. Su mayor contrincante, el primer ministro Raila Odinga, obtuvo 43,3 por ciento, que representa 5,3 millones de sufragios.
El triunfo de Kenyatta lo convierte en el segundo presidente africano, junto con el sudanés Omar al-Bashir, en estar requerido por la CPI, con sede en la holandesa ciudad de La Haya.
[related_articles]
En teoría, su imputación aumenta la posibilidad de que los vínculos diplomáticos con Occidente sean difíciles, pues Gran Bretaña y la Unión Europea (UE) tienen estrictas políticas sobre el relacionamiento con imputados por la CPI.
Estados Unidos también alertó antes de los comicios que la elección de Kenyatta tendría consecuencias.
Pero China trabajará con Kenyatta, según Mwai.
"China recibirá a Kenyatta con los brazos abiertos y su población podrá servir de mercado alternativo a las exportaciones de Kenia. También Gran Bretaña tiene muchos negocios con este país", indicó.
Kenyatta prometió cooperar con la CPI, apuntó.
"De cambiar esa situación, entonces habrá razones para preocuparse", alertó Mwai.
Las elecciones tuvieron una participación histórica pues 86 por ciento de los habilitados para sufragar, unas 14,3 millones de personas, concurrieron a las urnas.
Vincent Kimosop, director ejecutivo del no gubernamental Instituto Internacional para Asuntos Legislativos, dijo a IPS que las elecciones mostraron que "Kenia había avanzado como democracia".
"Las distancia entre Odinga y Kenyatta es reveladora. La gente eligió y está claro que los keniatas no buscan la aprobación de Occidente", opinó.
"La calma que se vivió en toda la semana (postelectoral) es otro indicador de que avanzamos", apuntó.
Mutahi Ngunyi, reconocido analista político, dijo que la ciudadanía votó a Kenyatta porque cree que cooperará con la CPI. De no hacerlo "siempre podrán impugnarlo como lo permite la ley", planteó.
"Occidente no tiene más opción que trabajar con Kenia", puntualizó.
Pero el especialista legal Simon Ngugi no coincide del todo.
"A decir verdad, nadie quiere que lo fotografíen dándole la mano a una persona imputada por la CPI. Pero los keniatas hablaron alto y claro. Algunos ciudadanos creen que el tribunal es parcial y político, y lo consideran una señal de la continua opresión de Occidente", dijo Ngugi a IPS.
Java Bigambo, politólogo de Interthoughts Consulting, una consultora sobre gobernanza, liderazgo y política, se pregunta si las agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Kenia tendrán que cerrar.
"Puede ser raro para las oficinas regionales de la ONU. ¿Cerrarán para respetar el derecho internacional?", inquirió.
"Este triunfo motiva especulaciones sobre si el presidente y el vicepresidente electos cooperarán de hecho con la CPI, y si lo hacen, la naturaleza de la interacción plantea más dudas que respuestas", opinó Bigambo.
¿Sanarán viejas heridas?
Según Mwai, se subestimó el impacto de la alianza política entre Kenyatta y Ruto.
Juntos representan a dos de los mayores grupos étnicos del país. Kenyatta es kikuyu y Ruto, kalenjin. Ambas comunidades tienen un doloroso pasado de violencia que incluye enfrentamientos durante la disputa postelectoral de 2007-2008.
"Kenyatta y Ruto fueron acérrimos adversarios, que tuvieron que forjar una fuerte alianza política para su mutua preservación", explicó.
Bigambo dijo que Odinga habría hecho que ambos fueran procesados por crímenes de guerra si hubiera ganado las elecciones.
Algunas personas que celebraban el sábado 9 dijeron a IPS que esperaban que el triunfo de Kenyatta sirva para establecer la paz entre los diferentes grupos étnicos.
Maggie Kamau, de Eldoret, en la provincia de Valle del Rift, donde ocurrieron los peores episodios de violencia tras los comicios pasados, hizo cola toda la jornada electoral para votar.
"El triunfo de Kenyatta sanará la atribulada región de Valle del Rift. Ruto salvaguardará los intereses de su pueblo y del de Kenyatta. Con el tiempo, juntos podrán resolver las injusticias históricas que causaron el baño de sangre y la destrucción entre ambas comunidades", dijo Kamau.
Demoras en el recuento
Estaba previsto que en menos de 48 horas, después del cierre de las urnas, la comisión electoral anunciara el vencedor.
Pero debido a los variados problemas técnicos que hubo con el recuento electrónico, los resultados se demoraron cinco días más de lo previsto.
La comisión electoral anunció el día 6 que ignoraría los resultados provisorios derivados del sistema electrónico y procedería al recuento manual. Pese a que la alternativa está prevista en la Constitución, no fue del agrado de todos.
Odinga denunció que hubo una "conspiración" para que el sistema electoral fallara y que la comisión electoral había expulsado a sus delegados del centro nacional de recuento y les había impedido controlar los resultados.
El ahora primer ministro saliente hizo estas declaraciones minutos después de que Kenyatta saliera del centro nacional de recuento el sábado 9 como presidente electo, con el certificado oficial de ganador.
Odinga se negó, también, a reconocer su derrota.