Tras dos décadas de estancamiento económico y desastres naturales en serie, cada vez más japoneses creen que el emprendimiento social es la mejor manera de reconstruir su sociedad.
Masami Komatsu, de 37 años, es uno de ellos. Fundó su compañía de inversiones Music Securities en 2001, pocos años después de la crisis bancaria japonesa de 1998.
"No había más inversiones en sectores vulnerables como la música, las artesanías o la producción de sake", la bebida tradicional japonesa, relató a IPS.
Entonces "hicimos lo posible para que la gente empezara a invertir en lo que personalmente pensaba que era importante y que debía mantenerse vivo", agregó.
Sin embargo, Music Securities no funciona con donaciones. Es un fondo de inversión con retornos que actualmente se ubica entre los de mejor desempeño del país, manejando unos 33.000 millones de yenes (352,5 millones de dólares) de unos 50.000 accionistas, entre ellos algunas de las empresas más ricas de la nación.
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En 2009, Komatsu creó el primer fondo de microfinanzas de Japón, que permitió a la gente invertir en proyectos de microcréditos en Camboya.
Actualmente, Music Securities es la mayor financiadora privada de las empresas de reconstrucción que sufrieron pérdidas a causa del terremoto y tsunami del 11 de marzo de 2011.
"Un mes después de ocurrida la catástrofe, visitamos el área y sugerimos nuestro plan a los líderes de las empresas locales", dijo Komatsu a IPS.
"Tuvimos la sensación de que teníamos que hacer algo. No ofrecernos como voluntarios, sino usar nuestra empresa ya existente para resolver los problemas de las áreas damnificadas", explicó.
Hasta ahora, más de 25.000 personas han invertido en total más de mil millones de dólares en el fondo del tsunami.
Music Securities se adelantó a su tiempo. No fue hasta 2005 que en la Universidad Keio de Tokio, una de las más antiguas de Japón, se empezó a usar el concepto de emprendimiento social, un negocio generador de ganancias cuyo objetivo no es el lucro personal sino el cumplimiento de un objetivo social.
Pero en los últimos años, el fenómeno parece haber cobrado impulso rápidamente. En 2011, Fukuoka, en la isla japonesa de Kyushu, fue la segunda ciudad del mundo en ser nombrada "ciudad de empresas sociales" por difundir el concepto del emprendimiento social en todo el continente asiático.
El bangladesí Mohammad Yunus, premio Nobel que desarrolló la idea del emprendimiento social, inauguró el primer centro mundial de empresas sociales en la sede de la Universidad de Kyushu.
Según el Ministerio de Economía de Japón, la cantidad de empresas sociales pasó de prácticamente cero en el año 2000 a más de 8.000 en 2008, que en conjunto emplean a unas 320.000 personas.
No hay datos sobre el número actual, pero todo indica que el fenómeno ha aumentado aún más desde entonces. Por ejemplo, en la Escuela NEC-ETIC de Emprendimiento Social de Tokio, la cantidad de postulantes se quintuplicó desde 2010.
Desde el comienzo, Nana Watanabe ha sido una de las fuerzas motoras del emprendimiento social en el país. A través de su trabajo como periodista y fotógrafa independiente, entre 2000 y 2005 presen ó al público japonés más de 100 emprendedores sociales mediante varias publicaciones.
"Japón se había quedado sin modelos a seguir tras el estallido de la burbuja económica. Eso condujo a un estado general de depresión; el país no sabía qué hacer. En 1999 descubrí la nueva ola del emprendedurismo social, que surgía de los estudiantes de elite en Estados Unidos. Inmediatamente pensé: Esto es lo que necesitamos", dijo a IPS.
En 2011, Watanabe fundó el capítulo japonés de Ashoka, una organización no gubernamental internacional que apoya el trabajo de unos 2.000 emprendedores sociales en 60 países.
"El emprendimiento social es, definitivamente, un fenómeno emergente, y el motivo es simple: las personas están cada vez más decepcionadas de las grandes empresas de Japón. Los jóvenes de ahora han visto a sus padres sacrificar sus vidas a cambio de la promesa de un empleo de por vida, solo para que los despidieran en los últimos años", señaló.
Cada vez más jóvenes prefieren iniciar un negocio por su cuenta, añadió.
"El mito de la eficiencia del gobierno japonés ha colapsado", dijo Toshi Nakamura, líder de Kopernik, un sitio de Internet que ofrece soluciones tecnológicas a problemas en comunidades rurales de naciones en desarrollo.
"Hasta mediados de los 90, la gente tenía fe en los tecnócratas del gobierno para conducir la economía y brindar servicios sociales", declaró a IPS.
"Pero esto ya no es así, y la población se dio cuenta de que varios asuntos sociales tienen que y pueden ser abordados por los ciudadanos comunes", añadió.
No es solo la desilusión con las empresas tradicionales o el gobierno lo que inspira a los japoneses a participar en las empresas sociales. "Luego de la crisis financiera hemos visto un regreso a los valores tradicionales", dijo el analista empresarial Kumi Fujisawa.
"Las personas no buscan ganancias a corto plazo, sino concentrarse en perspectivas a largo plazo. Hay un regreso al idealismo, la gente quiere contribuir con la sociedad de nuevo", añadió.
Según encuestas encargadas por el gobierno, el valor del trabajo comenzó a reconsiderarse en Japón desde el inicio de la crisis financiera.
La cantidad de personas que respondieron que querían trabajar "para contribuir con la sociedad" aumentó drásticamente luego del estallido de la burbuja accionaria, pasando de 46 a 64 por ciento en 1991. Ese guarismo supera actualmente 65 por ciento.
"Este es el resultado de una nueva actitud de mirar hacia adentro", dijo Hirofumi Yokoi, presidente de la Fundación Akira, una de las organizaciones más influyentes del país, que desde 2009 fomenta el emprendedurismo social.
"La creciente incertidumbre y ansiedad en relación al futuro han conducido a un cambio en el comportamiento. Para muchos jóvenes japoneses, el emprendimiento social no es solo una manera de solucionar problemas económicos, sociales y ambientales. También es una manera de afrontar desafíos personales", planteó.
"Tendrán que trabajar como parte de una comunidad y desarrollar la confianza en sí mismos, la amistad, la concentración, la autorrealización y la inclusión social", acotó.
Watanabe dijo a IPS que "es verdad que las personas empiezan a reconsiderar el valor del trabajo, pero la mayoría todavía carecen del coraje para actuar al respecto".
"El emprendimiento social definitivamente está despegando, pero tenemos que ser cautos y no sobrestimar su éxito", continuó.
"Primero, se requiere que la gente sea muy creativa e imaginativa. Luego, en este momento está muy de moda decir que uno iniciará una empresa social. Pero al final, la mayoría todavía busca seguridad y dinero", concluyó.