Parada detrás del mostrador de su negocio en el mercado de Rubaya, en la República Democrática del Congo (RDC), lleno de coles, zanahorias y cebollas, Marceline Dusabe no cumple con el perfil tradicional de una desplazada por la guerra.
A diferencia de gran parte de la población desplazada por el conflicto bélico en la provincia congoleña de Kivu del Norte, no depende de la ayuda alimentaria.
De hecho, gracias al dinero que ella y su esposo obtienen de la venta de productos cultivados por ellos mismos, viven en la privacidad de su propio hogar.
"Apenas me aseguré de poder proveerle alimento a mi familia, le pedí permiso a quienes me daban refugio para construir mi propia choza en su tierra. Pude hacerlo con el dinero que obtuve de mi huerto", contó con orgullo su esposo, Jules Birigimana.
La pareja es parte de unos 910.000 desplazados en toda Kivu del Norte, según la Organización de las Naciones Unidas, 150.000 de los cuales están en esa situación desde fines del año pasado por los combates entre las fuerzas del gobierno y el grupo rebelde Movimiento 23 de Marzo (M23).
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Mientras algunos todavía tienen limitado acceso a los alimentos, unos 30.000 en el área de Masisu, en la que se encuentra Rubaya, tienen ahora su propio sustento gracias al Proyecto de Apoyo a la Seguridad Alimentaria, lanzado en julio de 2012 y administrado por la organización católica internacional Cáritas.
En el mercado de Rubaya, todos los negocios son administrados por beneficiarios del proyecto en esa localidad, unos 60 kilómetros al occidente de la capital provincial, Goma.
El plan, financiado por la Unión Europea, busca atender a 5.500 hogares (unas 30.000 personas desplazadas) en ocho pequeñas localidades del área de Masisu. Cada hogar recibe media hectárea prestada de tierra para cultivar.
La gente planta verduras o alimentos básicos como sorgo, frijoles, maíz o papas. Además, cada hogar recibe herramientas, información nutricional y respaldo técnico.
La asociación forjada entre Cáritas, las autoridades locales y los propietarios de las tierras fue fundamental.
La tierra, de hecho, es muy disputada en el norte de la RDC, donde 80 por ciento de los casos judiciales tienen que ver con propiedades, según la Comisión de Justicia y Paz de la diócesis católica de Goma.
Cáritas logró acuerdos verbales con propietarios de tierras por los cuales los desplazados pueden usarlas a cambio de una parte de sus cosechas.
La primera de estas fue obtenida en noviembre del año pasado. En promedio, cada hogar produjo 200 kilogramos de cebollas, 120 de coles y 20 de zanahorias.
"Desde su primera cosecha, los participantes del proyecto no solo incrementaron la oferta general de alimentos, sino que mejoraron la calidad y cantidad de su propio consumo", explicó a IPS el nutricionista George Mugabo, del centro de atención médica de Rubaya.
Según un estudio realizado por Cáritas en diciembre, la primera cosecha ayudó a reducir la proporción de personas en situación vulnerable dentro los 5.550 hogares, pasando de 51 por ciento a 38 por ciento en cinco meses.
"La investigación pronosticó que, para noviembre de 2012, esa vulnerabilidad disminuirá a 25 por ciento", explicó a IPS el agrónomo Jean Claude Mubenga, quien participa del proyecto.
La iniciativa ha sido exitosa en parte porque los productos pueden cosecharse en un tiempo relativamente corto. Como el conflicto en la zona redujo la oferta, los precios se volvieron también más competitivos.
"Compradores de Goma pagan dos dólares por 10 kilos de col, cinco dólares por 10 kilos de zanahorias o cebollas y 25 dólares por 100 kilos de papas", dijo Dusabe a IPS, e indicó que, en la capital provincial, el precio de reventa se duplica.
Hasta ahora, las cosechas de Rubaya lograron compensar la caída de la oferta registrada desde que el M23 ocupa Kibumba, la mayor región productora ubicada a 25 kilómetros al norte de Goma.
"Todavía es una situación temporal", dijo con cautela Nafisa Fatuma, residente de Goma en diálogo con IPS.
Pero Albert Ngendo, jefe de la administración local en Rubaya, está feliz de que el proyecto haya funcionado. "Las familias reubicadas ya no tienen que preocuparse por recibir ayuda alimentaria. Para mí, esto es lo más importante", dijo a IPS.
(FIIN/IPS/traen-rp/ttk/af pr ip dv fe/13)