Redujo su propio sueldo, prometió reformas, reactivó la ayuda de los donantes occidentales y puso a la venta el jet de su antecesor. La presidenta Joyce Banda parece estar dando todos los pasos para ganar la simpatía de los 14 millones de habitantes de Malawi.
Con más de 65 por ciento de la población sobreviviendo por debajo de la línea de pobreza, 1,4 millones de niños y niñas víctimas del trabajo infantil y 74 por ciento de los habitantes ganando menos de 1,25 dólares al día, este país de África austral está desesperado por un cambio, y Banda ha sido el rostro de esa deseada transformación por casi un año.
Sobre la base de un gran apoyo popular, asumió la Presidencia en abril de 2012 luego de la sorpresiva muerte de su predecesor, Bingu wa Mutharika.
Pero esa popularidad se está erosionando rápidamente, conforme aplica políticas de austeridad para intentar reparar la pulverizada economía nacional.
Este país, dependiente de la ayuda internacional, tambaleó bajo la administración de Mutharika, cuyas disputas con los donantes internacionales causaron el congelamiento de la mayoría de los paquetes de asistencia, por un total de 500 millones de dólares.
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El recorte de la ayuda, que tradicionalmente cubría 40 por ciento del presupuesto nacional, coincidió con una caída de las ventas de tabaco, el principal producto de exportación, de más de 50 por ciento desde 2010.
En un intento de rescatar la economía, Banda se embarcó en una serie de reformas que no cayeron muy bien entre la población.
Quizás su paso más osado fue cultivar más estrechas relaciones con instituciones financieras como el Fondo Monetario Internacional (FMI), cuyos severos planes de austeridad son ahora objeto de fuertes críticas populares especialmente en España, Grecia e Irlanda.
De hecho, expertos dicen que la visita de alto nivel que realizó a Malawi a inicios de este mes la directora gerente de ese organismo de crédito, Christine Lagarde, le hizo más mal que bien a la popularidad de Banda.
La presidenta debió capitular ante reformas impopulares exigidas por el FMI y otros donantes occidentales, como una devaluación de 49 por ciento de la moneda, el kwacha, y el aumento de los precios del petróleo en tres ocasiones durante su administración.
Esas medidas tuvieron un devastador efecto dominó sobre los sectores más pobres de la población, afectando a personas como Shadreck Kumwembe, maestro de primaria que gana menos de un dólar al día por su trabajo.
"Mis ingresos reales se redujeron a la mitad en los últimos meses debido a la devaluación, y los precios de los alimentos siguen aumentando", dijo Kumwembe a IPS.
El maestro además señaló que el gobierno no le ha pagado su sueldo en los últimos tres meses.
Los precios de los productos básicos se dispararon y llevaron la inflación a 33,3 por ciento en diciembre, mucho más alta que la predicción del gobierno, de alrededor de 18 por ciento en 2012.
La última información del Centro sobre Preocupaciones Sociales, institución local de investigación centrada en el costo de la vida en las zonas urbanas de Malawi, indica que, desde que asumió Banda, una familia se seis miembros necesita un promedio de 200 dólares al mes para cubrir las necesidades alimenticias básicas.
Estas son muy malas noticias para un país donde el salario mínimo mensual es de unos 20 dólares.
El 17 de este mes, pocos días después de la visita de Lagarde, miles de malauíes tomaron las calles de las tres mayores ciudades del país para realizar las primeras protestas pacíficas a gran escala durante la administración de Banda, contra las "equivocadas recetas económicas del FMI".
"Yo culpo a las políticas del FMI por todos estos altos precios y la falta de empleos. La insistencia de Lagarde en que Malawi continúe este camino revela cuán alejado está el FMI de la realidad", sostuvo James Chivunde, funcionario público que participó de las protestas la semana pasada.
"El fallecido presidente Mutharika se negó a escucharlos (a los dirigentes del FMI) para no devaluar el kwacha, porque sabía exactamente cómo eso iba a impactarnos", dijo a IPS otro manifestante, Lloyd Phiri.
John Kapito, jefe de la Asociación de Consumidores de Malawi, sostuvo que Banda "le cedió el poder" al FMI y al Banco Mundial.
"Al igual que sucede con muchos otros líderes de países pobres, el problema de Joyce Banda es que no piensa en ella misma. Escucha todo lo que el FMI y el Banco Mundial le dicen. Aceptó devaluar el kwacha y eliminar los subsidios al combustible sin considerar el impacto de esas decisiones en los pobres", señaló Kapito, quien ayudó a organizar las manifestaciones.
Mientras, el FMI insiste en que Malawi solo podrá romper el ciclo de pobreza si cumple con sus recetas.
"El gobierno y el pueblo de Malawi hicieron grandes esfuerzos, y realmente es importante que se mantenga el curso", subrayó Lagarde durante una conferencia de prensa en Lilongwe el 5 de este mes.
La directora gerente del FMI insistió en que este país se encuentra en un punto de inflexión, y que pronto la inflación comenzará a caer.
"Los inversores regresarán, y tenemos confianza en que el crecimiento volverá", añadió.
Algunos expertos económicos locales están inclinados a apoyar esa opinión.
"No habrá arreglos rápidos. Cualquier giro drástico del actual curso será desastroso", alertó Ben Kalua, profesor de economía del Chancellor College, de la Universidad de Malawi.
"Lo que se necesita es una política creíble y consistente destinada a lograr que el crecimiento económico sea más inclusivo, asegurando el desarrollo y redes de protección social, expandiendo el acceso a servicios financieros para que todos, incluso los pobres, obtengan créditos", indicó.
El director ejecutivo de la Red de Justicia Económica de Malawi, Dalitso Kubalasa, también respaldó al FMI y criticó al fallecido Mutharika por haber demorado la aplicación de las reformas.
"Ahora estamos pagando el costo de las políticas de pasadas administraciones, pero tenemos que mantener el curso para resolver los problemas económicos", dijo Kubalasa a IPS.