COLUMNA: La inacción climática es un fracaso de la democracia

En todo el mundo, 2012 fue el año del clima extremo, cuando aprendimos inequívocamente que la energía en base a combustibles fósiles que alimenta nuestras sociedades también las está destruyendo. Aceptar esta realidad es el mayor reto para este nuevo año.

Reestructurar nuestras sociedades y nuestros estilos de vida para adoptar alternativas verdes es el penúltimo desafío de esta década.

No hay tarea más importante para nosotros que colaborar, porque el cambio climático afecta a todo, desde la alimentación hasta la disponibilidad de agua.

Varios análisis científicos demuestran que ya contamos con la tecnología necesaria para reestructurar nuestra sociedad y así depender de energías alternativas verdes.

El último de estos fue publicado el miércoles 2 por la prestigiosa revista Nature. Claramente establece que el verdadero obstáculo es la política, no la tecnología ni sus costos (es más barato actuar que no hacerlo).
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Mantener el recalentamiento planetario por debajo de dos grados depende fundamentalmente de que "los países comiencen a tomar serias acciones para reducir las emisiones de gases invernadero", señala la investigación, titulada "Estimaciones probabilísticas del costo de una mitigación del cambio climático".

El fenómeno ya elevó las temperaturas globales 0,8 grados, con significativas consecuencias. Ningún científico climático cree que un aumento de dos grados será "seguro".

Muchos países, especialmente los menos avanzados y los pequeños estados insulares, quieren que el límite mundial sea de 1,5 grados. Aun así, grandes proporciones del Ártico y de la Antártida continuarían derritiéndose y elevando el nivel del mar, aunque a un ritmo más lento.

Una demora en cambiar a fuentes de energía no fósiles sería muy gravosa. Esperar hasta 2020 para reducir las emisiones mundiales de gases invernadero será el doble de costoso que ponerles tope en 2015, según indica el análisis de Nature.

Una seria acción para reducir las emisiones de gases invernadero requerirá que 65 por ciento de las actuales plantas de energía en base a carbón cierren durante la próxima década o en la siguiente, indicó un anterior estudio de Nature informado por IPS.

En vez de eso, las emisiones globales siguen rompiendo nuevos récords, creciendo alrededor de tres por ciento al año. Al parecer, en 2012 sumaron 52 gigatoneladas. Ese es nuestro tanteador anual climático, el número más importante en la historia humana.

Ese número debe caer a entre 41 y 47 gigatoneladas para 2020 si se quiere tener una razonable chance de mantener las temperaturas globales por debajo de los dos grados.

Las actuales promesas de reducción de emisiones de los países no son ni cerca suficientes, y probablemente harán que se llegue a las 55 gigatoneladas en 2020, según estiman estudios.

A pesar de saber esto y de saber que 11 de los últimos 12 años fueron los más calientes de todos los registrados, los países se negaron a incrementar sus recortes de emisiones en la última Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, llevada a cabo en noviembre y diciembre en Doha.

Detrás de este fracaso político se encuentra la poderosa y rica industria de los combustibles fósiles. Al igual que la industria del tabaco antes, esta gasta cientos de millones de dólares en desinformar y en hacer lobby contra cualquier acción para reducir el uso de su fuente de energía.

Su único interés es aumentar sus ganancias a través de más ventas de carbón, petróleo y gas.

La industria de los combustibles fósiles podría transformarse en un grupo corporativo de buenos ciudadanos proveyendo los servicios de energías verdes que necesitan nuestras sociedades. Pero se han negado a hacerlo en estos últimos 20 años, a pesar de sus promesas.

Cada vez más estudios demuestran que el público quiere una acción en materia del clima. Nadie desea que sus hijos vivan en un mundo recalentado y catastrófico, y por eso la falta de acciones serias es un absoluto fracaso de la democracia.

La única forma de que esto cambie es que la gente asuma su responsabilidad por el futuro y marche a sus capitales exigiendo acción, negándose a irse hasta que se tomen medidas. Para lograr una acción, debemos actuar.

El tiempo es corto. Quedan apenas 24 meses para 2015, cuando las emisiones tienen que comenzar a disminuir. No quedan más opciones que salir a las calles. La organización ambiental 350.org ya está convocando una movilización así para el 17 de febrero en Washington DC.

Decenas de marchas más son absolutamente esenciales. Es tiempo de actuar. Es tiempo de marchar.

* Stephen Leahy es el principal corresponsal de IPS sobre ciencia y ambiente. Radicado en Uxbridge, Canadá, cerca de Toronto, ha cubierto temas ambientales por casi dos décadas.

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