Decenas de miles de musulmanes sunitas bloquearon la principal ruta comercial que conecta Iraq con sus vecinos Siria y Jordania en la cuarta jornada de protestas contra el primer ministro chiita Nuri al Maliki.
La amplia demostración de fuerza de este miércoles 26 marca una escalada en las protestas que estallaron la semana pasada, cuando efectivos militares detuvieron a los guardaespaldas del ministro de Finanzas, Rafi al Issawi, perteneciente a la rama sunita del Islam.
«El pueblo quiere derrocar al régimen», gritaban los manifestantes en la provincia de Anbar, bastión de la minoría sunita en el oeste del país. Fue la cuarta gran protesta en menos de una semana en esa región que supo ser el corazón de la violenta resistencia sunita a la invasión estadounidense de 2003.
«La movilización continuará hasta que se dé respuesta a las demandas de los manifestantes y hasta que se ponga fin a la injusticia», dijo el clérigo Hamid al Issawi a la agencia Associated Press. El religioso acusó a Al Maliki de sembrar divisiones entre las poblaciones sunitas y chiitas de Iraq.
«Esas prácticas pretenden arrastrar otra vez al país a un conflicto sectario, creando una crisis y acusando a personalidades nacionales prominentes», añadió.
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En una entrevista exclusiva con Al Jazeera sostenida el lunes 24 en Doha, el exiliado vicepresidente Tariq al-Hashimi lanzó acusaciones similares contra el gobierno de Al Maliki.
«De hecho, Al Maliki gobierna cotidianamente de manera sectaria», dijo Al- Hashimi.
«No nos queda otra alternativa más que manifestar nuestra posición y defendernos», agregó al justificar las protestas.
Al-Hashimi vive exiliado en Turquía, tras recibir múltiples condenas a muerte por su supuesta dirección de escuadrones de la muerte, una acusación que rechaza.
Esta semana, manifestantes se reunieron a lo largo de una autopista que une Bagdad con Jordania y Siria, y levantaron carteles con leyendas que reclamaban el respeto de los derechos de los sunitas y la liberación de los detenidos.
«Advertimos al gobierno que no arrastre al país a un conflicto sectario», decía uno. «No somos una minoría», se leía en otro.
La mayoría chiita iraquí accedió al poder luego de que Estados Unidos invadiera el país y derrocara al régimen de Saddam Hussein (1979-2003), en el que tradicionalmente predominaron los sunitas.
Sin embargo, los árabes sunitas y los kurdos cuentan con algunos puestos dentro del gobierno.
Al Maliki defendió el arresto de los guardaespaldas del ministro de Finanzas como un acto legal, en cumplimiento de órdenes emitidas por autoridades judiciales.
También el primer ministro ha prevenido contra el regreso a las luchas sectarias, al replicar las críticas que hicieron altos funcionarios sunitas a esos arrestos.
En un comunicado, el gobernante desestimó lo que calificó de retórica electoral con miras a los comicios provinciales previstos para abril, y advirtió a sus opositores que no olvidaran los días «en que recogíamos cadáveres decapitados de las calles».
Las tensiones políticas se están agravando en un momento particularmente delicado. El presidente Jalal Talabani se encuentra incapacitado tras un ataque cardíaco sufrido la semana pasada y en tratamiento en un hospital de Alemania.
El mandatario kurdo de 79 años es considerado una figura unificadora, con capacidad de acercar las diferentes etnias y ramas religiosas.
Pero el descontento va más allá de las fronteras sectarias, según el analista político Sabah al-Mukhtar.
En una entrevista con Al Jazeera, Al-Mukhtar dijo que los iraquíes «están muy descontentos con el actual gobierno», en referencia a las diferencias entre sunitas, chiitas y kurdos, pero también a la falta de infraestructura y de servicios básicos.
«Todos esos problemas hacen que todos los iraquíes quieran un cambio», sostuvo Al-Mukhtar. «Y no olvidemos que ahí está la Primavera Árabe. Los iraquíes dicen ‘si todo el mundo se rebela, por qué no lo hacemos nosotros contra un régimen que nos fue impuesto por una fuerza ocupante en 2003?'».
* Publicado en acuerdo con Al Jazeera.