Gitanos abren camino en España

Yomara estudia junto a una profesora en el taller de refuerzo escolar en el centro educativo de Portada Alta, Málaga, España Crédito: Inés Benítez/IPS
Yomara estudia junto a una profesora en el taller de refuerzo escolar en el centro educativo de Portada Alta, Málaga, España Crédito: Inés Benítez/IPS

Daniel se presenta como «gitano y guitarrista», Francisco José aspira a ir a la universidad para ser médico, Yomara sugiere con timidez su gusto por la cocina y María no tiene claro qué quiere estudiar.

De entre 12 y 17 años, estos alumnos de un centro educativo de la sureña ciudad española de Málaga pertenecen a la comunidad gitana o romaní, marcada por altos índices de abandono y ausentismo escolar.

A pesar de "avances notables" en la escolarización infantil de esta etnia en los últimos 30 años, solo 20 por ciento de quienes empiezan la educación secundaria obligatoria (cuatro cursos entre los 12 y los 16 años) la terminan, dice a IPS el subdirector de acción institucional y desarrollo territorial de la Fundación Secretariado Gitano (FSG) http://www.gitanos.org/, Humberto García.

Eso "supone una caída de 80 por ciento respecto de los que la iniciaron, y no todos lo hacen", añade García.

El Consejo de Europa, estima que la comunidad gitana española está integrada por 725.000 personas, lo que constituye 1,57 por ciento de los 46 millones de habitantes de este país.
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Aunque hay gente de esta etnia en todo tipo de profesiones, lo habitual es que se dediquen a la venta ambulante en mercadillos y a la recolección de chatarra y cartones.

"Yo no estuve en el colegio y no quiero que mis hijos sean como yo, sino que puedan relacionarse con otros y ser algo en la vida", dice a IPS la gitana Antonia Martín, de 44 años y madre de Yomara (16), José (15) y Jesús (24), y abuela de un niño de dos.

A su lado, su marido Antonio Campos, de padres canasteros y empleado desde los 17 años en un campo de golf de la costa malagueña, argumenta que "hay que cambiar la mentalidad de los gitanos, que piensan que hay que vivir como nuestros abuelos, porque hoy hay más recursos y podemos vivir mejor, con más educación, y ser más respetados".

"Ser cartonero, chatarrero o vendedor ambulante, eso no es vida, sino pan para hoy y hambre para mañana", concluye Campos, partidario de "romper las barreras" que impone el antiguo modo de vida de los calós.

El caló es el habla propia de los gitanos españoles, que fueron perdiendo su lengua romaní por la imposición del idioma local, y es también una forma de nombrar a esta comunidad.

Pero el nombre "gitano" no tiene en este país la carga despectiva de otros lugares, lo que no significa que España esté libre de discriminar a la minoría étnica más importante de Europa.

Hasta la democratización y la Constitución de 1978, el pueblo gitano no tenía los mismos derechos que el resto de la población. Desde entonces la escolarización fue creciendo desde niveles muy bajos hasta alcanzar 93,2 por ciento.

"La educación y el empleo son dos factores fundamentales para la inclusión del colectivo de personas gitanas", afirma García, de la FSG, cuyo programa Promociona busca dar la vuelta al fracaso escolar actuando con alumnos, familias y centros educativos de zonas elegidas.

Este programa se despliega en 27 ciudades y en 300 centros educativos españoles. En Málaga cuenta con cuatro personas que atienden a medio centenar de escolares y a sus familias, en contacto con los profesores.

Ellas coordinan visitas a los padres en sus casas y talleres de refuerzo en las aulas, como el que cada martes reúne a Daniel, Yomara, María, Francisco José y otros en el instituto malagueño Portada Alta.

"Todo gira en torno a combatir el ausentismo e implicar a las familias, que no ven la importancia de la educación", explica a IPS la profesora de biología Isabel Passas, del centro educativo Guadalmedina, donde 80 por ciento del alumnado es gitano.

Passas lamenta que la mayoría de las niñas dejen los estudios antes de los 14 años, cuando son "pedidas" en matrimonio –tradición de su etnia– y enseguida quedan embarazadas.

Martín no quiere que su hija Yomara, de 16, se case todavía. "Tan pequeña no la dejo, y ella tampoco quiere. Es de mucho atraso casarse y tener hijos tan pronto, ya habrá tiempo", subraya esta mujer con nueve hermanos. De niña, a ella le tocó acompañar a su madre a vender fruta y ropa por las calles.

Muchos padres encuentran en sus hijos ayuda para la venta ambulante e interrumpen sus estudios, explica a IPS la subdirectora del centro de Portada Alta, María Victoria Toscano.

La crisis económica que castiga a España también afecta el tradicional comercio en mercadillos. Según Campos, que tiene familiares en esa actividad, "apenas se vende y hay una gran competencia" de inmigrantes.

Según el estudio "Población gitana, empleo e inclusión social" publicado este año por la FSG, el desempleo en este grupo casi se triplicó entre 2005 y 2011, para llegar a 36,4 por ciento de la población económicamente activa.

Mientras en 2005 el desempleo gitano estaba cinco puntos porcentuales por encima del general, hoy la diferencia es de 14 puntos porcentuales.

"La crisis ha afectado a todos, pero de forma más severa a los más vulnerables", afirma García.

Además, la mirada de la sociedad "continúa siendo muy negativa y hay un rechazo social importante", agrega.

Por eso es difícil animar a estudiar a niños que quizás no encuentren trabajo por pertenecer a esta minoría.

Con cuatro años enseñando a niñas y niños gitanos, el profesor de lengua y literatura Antonio Blanco, del centro Guadalmedina, destaca la importancia de establecer vínculos emocionales y crear un ambiente grato que anime a seguir acudiendo al aula.

Con todo, la situación de la comunidad gitana en España es mucho mejor que en el resto de la Unión Europea.

"Hay problemas, pero menos que en Francia, Rumania o Portugal", admiten a IPS fuentes de la FSG. Los gitanos españoles se benefician del carácter universal de la atención de salud y de programas de acceso a viviendas para personas con bajos recursos.

La mayoría de ellos viven en casas de barrios obreros y solo una pequeña parte se encuentra en condiciones realmente marginales; pero siguen perviviendo los estereotipos del gitano vagabundo o ladrón.

Así pende la cuestión de hasta dónde integrarse a una sociedad que discrimina. Los familiares de Martín dicen que ella y los suyos están "apayaos" (los gitanos llaman "payos" o castellanos a los occidentales).

Y su esposo cree que "los gitanos no deben estar todos juntos, sino repartidos para que se adapten a otro modo de vida".

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