Safia, de seis años, tiene su cuerpo repleto de las cicatrices que le dejó el cohete que impactó en febrero en su casa de esta sudoriental localidad Libia. Pese a que su familia directa murió en el ataque, ella aún mantiene su sonrisa tímida al visitar a los médicos que lograron salvarle la vida.
La clínica improvisada a la que acude Safia está en Gadarfai, un barrio pobre y devastado por la guerra civil en Kufra. Se trata de un marginal estrecho de viviendas endebles, pilas de basura y tierra chamuscada que ocupa la tribu indígena tabu.
La artillería usada y un hoyo dejado por el disparo de mortero en el complejo de la clínica recuerdan los recientes y brutales enfrentamientos entre los tabu y la mayoría árabe de la localidad, los zwai, en torno a quién ostenta el poder y a las rutas del lucrativo contrabando transfronterizo.
Mientras se desarrollaban los combates, personal médico tabu en el céntrico hospital gubernamental de Kufra es amenazado.
"Trabajé allí durante 10 años como enfermero", dice Khadija Hamed Yousef. "El guardia de seguridad y el conductor de la ambulancia, ambos de la comunidad zwai, llegaron con rifles Kalashnikov y advirtieron: Este es su último día, o les disparamos".
[related_articles]
Desde el cese del fuego de julio, las clínicas tabu en Gadarfai y Shura todavía están hacinadas, y les faltan equipos y medicinas. Dos médicos norcoreanos asignados hace poco a esos centros por parte del Ministerio de Salud hablan solo su idioma nativo.
Temerosas embarazadas tabu llevan a conocidos de la etnia zwai al hospital de Kufra para que las acompañen en el parto y garanticen así su seguridad, y los tabu con heridas o enfermedades serias ahora viajan a otros lugares para recibir tratamiento.
El poblado de Kufra, un pequeño oasis, se extiende a cientos de millas al sur del Mediterráneo, en el aislado rincón sahariano de Libia que limita con Egipto, Sudán y Chad.
Mientras la tribu zwai de Kufra se benefició del favoritismo de Gadafi, los seminómades tabu fueron privados de la ciudadanía y de sus tarjetas de identidad, acusados de ser "extranjeros" pese que varias generaciones habían nacido en suelo libio. Sufrieron discriminación respaldada por el Estado en materia de empleo, educación y vivienda.
Los roles locales durante el levantamiento armado contra Gadafi reflejaron esta jerarquía: los zwai apoyaron ampliamente el statu quo, mientras que los tabu, cuyas redes se extienden al oeste hacia Sebha, y al sur hacia Chad, Níger y Sudán, se unieron a la oposición para luchar por sus derechos.
Una vez derrocado Gadafi, el conflicto tribal de Kufra por lo que quedaba se encendió en noviembre de 2011 en un puesto de control en el desierto.
Una débil respuesta del gobierno y de la comunidad internacional hicieron poco por aplastar una furiosa batalla en febrero, que volvió a estallar en abril y junio.
Murieron casi 200 personas, la mayoría de la etnia tabu, y hubo cientos de heridos antes de que se consolidara el cese del fuego.
Mientras los tabu circulan libremente por el área del desierto, los zwai controlan el gobierno local de Kufra, la zona comercial céntrica y el aeropuerto. Durante los enfrentamientos, los zwai tenían el control sobre aquellos que ingresaban a la localidad, incluida la ayuda humanitaria.
La decisión tomada en marzo por el Ministerio de Defensa de que la tarea de mantener la paz recayera sobre el Escudo de Libia, un conjunto de milicias mal disciplinadas y de poca cohesión procedentes del nororiente del país, tuvo un desastroso efecto bumerán.
Sesgados a favor de los argumentos zwai de que Kufra era atacada por tabu ajenos al lugar, pronto los combatientes apuntaron sus armas contra los tabu en las sitiadas comunidades de Gadarfai y Shura.
Halim Abdullah Mohammad, de 26 años, fue una de las personas que trabajaron 24 horas al día durante los enfrentamientos de febrero en la clínica de Gadarfai, ubicada entre dos puestos de control zwai y a menudo bajo fuego directo.
Entonces recibieron allí unos 200 pacientes, la mitad de los cuales eran mujeres y niños.
Ella admite que su capacitación en materia de primeros auxilios fue muy inadecuada para los pacientes que tuvo que atender. Entre ellos, una niña de 12 años que perdió parte de su cabeza en un ataque con mortero y falleció, y un hombre de 29 años con una bala en su cabeza al que lograron salvar.
"Controlamos la hemorragia con vendajes, usamos anestesia local y suturas", dice Mohammad.
A raíz de los cortes de electricidad no había agua, ni refrigeración, y la medicación era escasa. O sea que tuvieron que trabajar iluminándose con linternas, usando agua sucia de pozo y realizando transfusiones de sangre directas.
Al no poder enterrar a los muertos por temor a que les dispararan a ellos mismos, los médicos acumularon los cadáveres en la sala de guardias del complejo. Los cuerpos se descompusieron con el calor del desierto.
Al otro lado del pueblo, en el barrio de Shura, Rajab Hamid Suri solloza discretamente mientras recuerda la muerte de su hijo de 16 años, Mohammad. Al recibir un impacto de mortero en su casa, murió desangrado, lentamente, en la clínica improvisada de Shura que funcionaba al lado. "Él estaba hablando. No esperábamos que falleciera", dice.
Personal médico tabu destaca la falta de ayuda padecida bajo el sitio, señalando que fueron obligados a transportar a heridos de gravedad por cientos de millas a través del desierto, en dirección oeste, hacia Murzuq, para que allí recibieran tratamiento.
Dicen que no recibieron apoyo de la Sociedad de la Medialuna Roja local, y que el Comité Internacional de la Cruz Roja con sede en Trípoli efectuó apenas evacuaciones médicas.
En abril, Amnistía Internacional divulgó un comunicado urgente en el que reclamó acceso humanitario. "También pedimos que no se negara atención a la salud a los individuos en base a su identidad, y que se los protegiera cuando buscaran cuidados en el hospital de Kufra", dice la investigadora Diana Eltahawy.
"En cuanto a la Medialuna Roja, hay algo de verdad en lo que están diciendo los tabu", explica.
"Sin embargo, cuando un miembro de la Medialuna Roja intentó entregar ayuda, alguien del lado tabu lo atacó y nadie intentó intervenir. Así que el panorama está un poco mezclado", agrega.
Laurent Perrelet, un delegado del Comité Internacional de la Cruz Roja, estuvo en junio en Kufra durante una evacuación de heridos. "Lo más peligroso fue transportar a los tabu de las clínicas al aeropuerto en vehículos", describe.
"Lo llamativo fueron las clínicas. Había un montón de heridos pero no suficiente espacio para alojarlos. Estaban afuera de la clínica, dentro de los complejos pero afuera", agrega.
Perrelet cree que un objetivo fundamental debería ser capacitar a voluntarios tabu y zwai de la Medialuna Roja, así como resolver "cómo podemos trabajar juntos en Kufra, y con la Medialuna Roja".
Halima Salah, una energética enfermera de 28 años, hace malabares para compatibilizar su intensiva agenda en la clínica de Shura con el cuidado de un hijo con parálisis cerebral, y con la actividad en su organización no gubernamental que promueve el diálogo entre los tabu y los zwai.
"Todavía hablo con uno de mis amigos cercanos zwai", dice. "Durante los enfrentamientos no pudimos, porque eso involucraba a nuestras familias. Pero ahora lo hacemos y nos preguntamos entre nosotros: ¿Por qué envías morteros en vez de tomates?".